A propósito de la edición 21 del Festival de Cine de Lima, que inicia este viernes 4 de agosto, conversamos con los cineastas Diego y Álvaro Sarmiento (directores de Río verde: El tiempo de los Yakurunas) y Patricia Wiese (la cineasta detrás de Todos somos estrellas). Sus largometrajes forman parte de la Competencia Oficial Documental del festival y competirán con trabajos de Brasil, Chile, Argentina, Colombia, Ecuador, El Salvador, y México.
Retrato de familia
Cuando el antropólogo peruano Carlos Iván Degregori falleció en el 2011, su hermano, el cineasta Felipe Degregori decide alejarse de la sociedad por completo. Con el documental Todos somos estrellas, la cineasta peruana Patricia Wiese no solo busca rendirle un homenaje distinto al investigador peruano, sino también contar la historia de un hermano que busca sanar sus heridas.
¿Cómo nació el interés por contar una historia tan personal como la de dos hermanos?
Desde la muerte de Carlos quise hacer una historia sobre él, pero no quería un homenaje en el que sus amigos hablan de sus aportes a las ciencias sociales o sus cualidades personales. No me gustan esos documentales ni la propuesta estética de los documentales de estilo periodístico. Mientras le daba vueltas a la idea, empecé a conversar con su hermano Felipe, a quien ya conocía y con quien tenía una relación de respeto y afecto. Cuando llegué al lugar donde vivía -un garaje adaptado a una vivienda en el Rímac- y cuando lo vi automarginado y muy solo rodeado de cajas de su hermano que no había podido abrir, decidí que mi personaje tenía que ser él. Siempre me ha gustado el cine íntimo y duro, y la historia de Felipe me pareció ideal para la propuesta que tenía en mi cabeza.
¿Consideras que fue un plus conocer previamente a los personajes al momento de sumergirte en la historia?
Sin duda, fue un plus. Si yo no hubiera tenido esa relación de confianza previa con Felipe, él no hubiera aceptado desnudarse de esa manera. Creo que no hubiera dicho muchas cosas y hubiera estado más a la defensiva. Además, que él fuera cineasta era una ventaja y una desventaja a la vez: una desventaja en el sentido de que él también tenía sus propias ideas sobre el enfoque del documental, y una ventaja porque una vez que me entendía se abría ante la cámara. Lograr eso no es nada fácil para los que estamos detrás de cámaras, pero a veces me daba la impresión de que él necesitaba hacerlo. Y no se sentía solo en esos momentos tan difíciles, ya que confiaba en mí y en el equipo.
¿Qué fue lo más difícil de habitar un espacio tan íntimo como las historias familiares?
Llegó un momento en el que soñaba con las cajas de cartón que tuve que abrir, ya que Felipe me dio la autorización de revisar todo lo que contenían sin ninguna restricción. Allí descubrí muchas intimidades de los hermanos y por momentos quería parar por completo. Me sentía como una ladrona que hurga donde no debe. Hasta encontré las urnas de madera donde estaban las cenizas de su madre y su hermano que él no había tenido la fuerza de enterrar en la tierra de sus padres (Pucurí, Ayacucho) como había planeado. Por otro lado, las confesiones siempre incomodan y la película está llena de confesiones personales y detalles de la relación de dos hermanos. Y lo otro es que fue difícil convivir en un lugar tan pequeño, atiborrado y caótico. Por eso es que el rodaje duró menos de 15 días: estábamos invadiendo el espacio de Felipe y por momentos se generaba cierta tensión, a pesar de que el equipo era bastante reducido.
¿Qué aprendiste con Todos somos estrellas?
Aprendí lo complejo que es el ser humano y cuánto se puede autodestruir. Una cosa es saberlo o que te lo cuenten, y otra es verlo con tus propios ojos. Pero quiero aclarar que, a pesar de lo que estoy diciendo, el retrato de Felipe es el de un hombre digno. Me parece admirable que alguien esté dispuesto a contar cosas que otros jamás se atreverían.
¿Consideras que la vida de Felipe cambió después de abrir sus heridas?
La vida de Felipe no ha cambiado. No basta con hablar y eso lo saben muy bien los psicólogos. Sigue en el pozo y su futuro es incierto. Me preocupa qué será de él.
El canto del Amazonas
Cinco años le tomó a los cineastas Diego y Álvaro Sarmiento realizar el documental Río verde: El tiempo de los Yakurunas. Tras su paso por el Festival de Cine de Berlín 2017, donde se presentó por primera vez el largometraje en la sección Forum, el Festival de Cine de Guadalajara 2017, el Festival de Cine de Durban 2017, en Sudáfrica, y el Festival Medioambiental de Cine de Islas Canarias 2017, en España, el documental llega por primera vez al Perú para el Festival de Cine de Lima. El documental de los hermanos es un viaje poético y experimental a las profundidades de la selva, a través de la historia de tres comunidades unidas por las aguas del Río Amazonas.
¿Cómo nace el interés de retratar un tema tan olvidado en el país como las comunidades nativas?
Álvaro: Nosotros nos sentimos identificados con las comunidades indígenas, ya que nuestros abuelos provienen de Cerro de Pasco, donde se habla quechua.
Diego: Además, a través de nuestras películas buscamos visibilizar las diferentes problemáticas que enfrentan los nativos, así como registrar las diferentes culturas y variedades de lenguajes que existen en nuestro país.
¿Habían trabajado anteriormente otros proyectos audiovisuales vinculados a la selva peruana?
Diego: Sí, realizamos varios cortometrajes. El más conocido es Hijos de la tierra, que nació fruto de un taller documental que dimos a niños y jóvenes de comunidades quechua lamistas en el departamento de San Martín: les enseñamos a grabar videos de su vida cotidiana y a registrar sonidos.
¿Qué fue lo más difícil de grabar en tres comunidades distintas y lograr la confianza de las personas?
Álvaro y Diego: Lo más difícil es que contábamos con poquísimo presupuesto para realizar la película. Fue autofinanciada y por eso demoró años en terminarse. La confianza nació producto de nuestra convivencia en la zona. Por ejemplo, habíamos vivido varios meses en San Martín; mientras que en Loreto fue más difícil el acceso, ya que grabamos en la comunidad remota de una reserva natural.
¿Cuál es el hilo narrativo de este documental si se busca dejar que la historia se cuente por sí sola?
Álvaro y Diego: Podría ser la presencia exuberante de la Amazonia y los elementos de la naturaleza como personajes principales. Es una película que se entiende a través de los sentidos, de la contemplación de los paisajes y de las texturas.
¿Cómo llegaron a la sección Forum de la Berlinale?
Álvaro: A través de los años hemos construido una relación estrecha con el Festival, la cual comenzó cuando fui seleccionado para el Talent Campus –el taller para jóvenes cineastas del Festival- en el año 2013 y Diego en el 2014. A partir de ese entonces, tuvimos dos cortometrajes en la Berlinale: Hijos de la tierra (2014) en la sección Generation de películas para niños y en El sueño de Sonia (2015) en la sección Culinary Cinema dedicada a las películas gastronómicas.
Diego: Además, en el 2016, el work in progress de Río verde fue exhibido durante Cine del Mañana, una iniciativa del Festival de Lima y el Ministerio de Cultura del Perú, a donde vinieron programadores de diversos festivales internacionales.
¿Qué ha sido lo más difícil de sacar adelante un proyecto que les tomó cinco años de realización?
Álvaro y Diego: Lo más difícil es lo desalentador de presentar el proyecto a los concursos del gobierno y que los jurados no se sientan interesados por nuevas propuestas. Eso nos desanima bastante y nos dificulta producir con un estándar de calidad más elevado, ya que el cine requiere de presupuesto para pagar salarios al equipo técnico y la producción de una película.
¿Llevarán este documental a otro concurso internacional?
Sí, por lo pronto tenemos confirmados festivales en Viña del Mar (Chile), Panamá, Turquía, Alemania, Italia, Canadá, y Suecia. La información la vamos publicando en el Facebook de la película.
Por: María Alejandra López