La ópera prima del director Ricardo Velarde y su esposa, la productora y artista plástica Michelle Prazak, es un apasionante thriller cinematográfico que demandó cinco años de extenuante trabajo. El rodaje en 16 milímetros (un formato que se encuentra ya en grave peligro de extinción frente a la omnipresencia de las cámaras digitales) se desarrolló bajo condiciones climáticas extremas, a más de 4 mil metros de altura, pero el resultado no pudo ser mejor, como todos podremos comprobar cuando “La luz en el cerro” se estrene oficialmente este 26 de octubre.
Por Raúl Cachay A. Foto de Sanyin Wu
Marcapata y Coline, en las alturas cusqueñas. Dos médicos forenses limeños (Manuel Gold y Emilram Cossío) hacen todo lo que pueden por vencer el hastío mientras atienden cadáveres en este rincón perdido de la sierra peruana, hasta que la misteriosa muerte de un campesino, y un todavía más enigmático resplandor luminoso en la montaña, lo cambian todo, tanto para ellos como para un variopinto repertorio de personajes, que incluye a un implacable policía con un pasado más bien espinoso (el gran Ramón García, en una de las mejores interpretaciones de su carrera), un mafioso local de poca monta (Mario Velásquez) y su novia (Stephanie Orué).
Esa es, a grandes rasgos, la trama de La luz en el cerro, la ópera prima del realizador Ricardo Velarde y su esposa, la productora (y reconocida artista plástica) Michelle Prazak, quienes, luego de residir durante una década en Londres, volvieron al Perú para embarcarse en una aventura cinematográfica que no solo los llevó a rodar en locaciones ubicadas a más de 4 mil metros de altura (con todas las dificultades y pesadillas logísticas que eso implica en un país como el nuestro), sino también a apostar, de manera casi ejemplar, por hacerlo en celuloide, en lugar de hacerlo en digital, como absolutamente todos los demás estrenos nacionales de los últimos años.
“Estaba buscando locaciones en la selva para una película de terror que escribí cuando estaba en Londres. Íbamos a rodar en una vieja casona colonial que había heredado mi amigo, el director de arte Yerko Zlatar, en Cusco. Pasamos unas noches con los pobladores de la zona y eso terminó siendo decisivo, por las historias y las leyendas locales que nos contaron. La casa donde íbamos a rodar se incendió, y de un momento a otros nos quedamos sin locación. Creo que esa fue una especie de señal de que debía cambiar de proyecto. Inmediatamente después, empecé a escribir ‘La luz en el cerro’”, explica Velarde, sobre el origen del proyecto. “Para mí, es un thriller dinámico, una película que evoluciona del misterio al suspenso, y del suspenso por momentos al terror y al horror sobrenatural. La historia tiene además muchos giros, lo que la distancia de los thrillers convencionales. No sigue fórmulas”.
¿Por qué decidiste filmar en celuloide?
El celuloide es una huella real. Las cámaras digitales son excelentes, las adoro, pero básicamente reconstruyen con píxeles lo que hay al frente. Es eso, una reconstrucción. El registro fotográfico, en cambio, es ideal cuando se trata de registrar toda una cultura que tiene miles de años y que no ha cambiado tanto con el tiempo, como la que encontramos en Coline, cuyos habitantes son quechuas originales. El registro con celuloide era ideal para lo que nos propusimos hacer allá. Es cierto que es más costoso, pero también es el formato en el que yo me sentía más seguro. He trabajado toda mi vida con celuloide.
¿Y por qué en un lugar tan apartado como Marcapata, cuando pudiste hacerlo más cerca de Lima, con más facilidades y accesos?
La historia de la película le pertenecía al lugar, por eso siempre quise filmar en el Cusco y no en Lima, aunque lo segundo fuera mucho más simple. La esencia de esta historia le pertenecía a este sitio y teníamos que ir allí a filmarla. Estaba escrito. Yo no podía hacer nada al respecto. Y toda la producción tuvo que amoldarse a eso.
Un rodaje zen
Otro de los puntos altos de La luz en el cerro tiene que ver con el magnífico trabajo de su reparto. Ese, entre otros méritos del filme, debe ser adjudicado a la productora Michelle Prazak, quien también tuvo a su cargo la dirección del casting.
“Luego de vivir por diez años en Londres, al llegar a Lima decidimos ver todas las obras de teatro posibles. Fue así como encontramos a Stephanie Orué, Manuel Gold y Mario Velásquez, entre otros, pero desde un principio supimos que no solo íbamos a trabajar con actores de Lima, sino también de la zona”, afirma Prazak. “Tuvimos un colaborador en Cusco, el cineasta Jose Huamán Turpo, que nos ayudó a encontrar a los demás miembros del reparto, luego de juntar a casi cien candidatos, con los que tuvimos un proceso de audiciones bien largo. Pero en realidad todo el proceso de selección de actores fue muy interesante y divertido. Y creo que el resultado fue excelente”.
Mientras ya cuentan los días para el estreno comercial de “La luz en el cerro”, este 26 de octubre (la cinta fue exhibida antes en festivales internacionales como los de Toronto, Lima y Sitges, en Barcelona, donde obtuvo comentarios muy positivos), Velarde anuncia que está trabajando en dos nuevos proyectos cinematográficos. Uno de ellos –un ‘thriller de aventuras’, según el director– estará ambientado en la selva peruana. Pero, hasta entonces, no cometan el error de perderse “La luz en el cerro”: un estreno nacional tan atractivo como diferente y original.
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