Para el ex senador de la República, el nivel de discusión entre las dos principales fuerzas políticas del país ha llegado a un punto preocupantemente improductivo. Sin embargo, más que temer a que se incrementen los decibeles de la discusión política, Enrique Bernales le teme a la total inacción.

Por Luis Felipe Gamarra    

Enrique Bernales Ballesteros vivió los últimos años dorados de la política, cuando los partidos eran agrupaciones con verdadera representación nacional, organizados alrededor de figuras –en algunos casos, brillantes– capaces de sostener discursos por más de cinco horas seguidas en el Parlamento. Hoy el panorama es completamente opuesto.

¿Qué pretende Fuerza Popular con este pedido de sentar al presidente Kuczynski ante la comisión Lava Jato?

Lo mismo que, a su estilo y capacidad, busca el gobierno. Son dos fuerzas políticas enfrentadas, con distintas posibilidades y perspectivas. Son dos actores equivocados. Porque estos hacen cálculos de posibilidades como si no hubiese un tercer actor, que es la sociedad.

¿En qué se equivoca el partido de gobierno?

Para comenzar, en que no es el partido de gobierno, porque no tienen ni partido. Qué terrible es ganar y no tener partido: prácticamente tienen que inventar un equipo para cada crisis. El principal error de PPK es, tal vez por influencia de sus asesores, no ejercer su capacidad de convocar a la clase política. Es economista, culto, pero no oye a quienes debería oír.

¿No ha tratado de tender puentes con la oposición?

Pone los puentes y luego los vuelve a sacar, casi de forma permanente. Necesita asesores que no estén detrás de cargos, con ganas de servir, de colaborar, de darle fortaleza a su gobierno, para que actúe más como jefe de Estado.                                       

¿No actúa como jefe de Estado?

Por lo menos no como un jefe de Estado que requiere gobernabilidad para aplicar su plan de gobierno y sacar al Perú de la crisis que vive en varios sectores.

¿En qué se equivoca la bancada de Fuerza Popular?

En desperdiciar su fuerza parlamentaria y no ejercer una colaboración eficaz e inmediata, dotando al Ejecutivo de los instrumentos legales que requiere. Por otro lado, se excede en su control político. Su problema es que no maneja su capacidad numérica, la comunicación, y a veces busca enfrentamientos en cosas estrictamente innecesarias.

¿Se podría decir que no saben lo que quieren?

Ninguno de los dos sabe qué quiere. Porque si supieran qué quieren, habría reciprocidad en el trato y colaboración en un sentido de comprensión y tolerancia. No concibo la política, tal como la he vivido y he estudiado, sin vasos comunicantes, relaciones o acuerdos. Me resisto a creer que los buenos políticos están en extinción.

¿Cuántos de esos políticos existen en el Congreso?

Son una minoría, porque desgraciadamente los partidos no han sabido escoger. Se ha buscado gente que ofrece lealtad, apoyo, pero solo porque tienen bolsones electorales, plata o son conocidos, y ganan protagonismo gracias al voto preferencial. Lo que interesa es cuántos somos y no cuánto valemos.

Visto así, ¿a Keiko Fujimori le interesa el Perú?

No tengo por qué dudar de que le interese el país. Ha tenido formación vinculada a la política desde su adolescencia. Puedo dudar de ciertas políticas, pero no tengo derecho a descalificarla. No podría juzgarla por sus acciones políticas, porque no las tiene. Sus congresistas poseen cierto margen de maniobra, y es mejor que ella se mantenga lejos de ese candelero en el que se ha convertido el Congreso.

Precisamente, candelero que el presidente evita, por lo que ha decidido no recibir a la Comisión Lava Jato, para no exponerse.

No, eso es una mala asesoría. Y lo están perjudicando, porque en un país donde la cultura de la sospecha se ha generalizado, queda como una persona que esconde algo, y el presidente no puede exponerse a que se sospeche de su pasado. Debe ir, y constitucionalmente no se opone. Cada grupo está leyendo la Constitución a su antojo y no entienden términos legales, ni siquiera leen el diccionario, no saben qué es la comparecencia. Pero se busca el enfrentamiento. Están mal los dos.

Es decir, el presidente está en su derecho de responder el pliego de preguntas por escrito, pero no es lo más acertado políticamente, según su criterio.

El cálculo político es legítimo, pero el presidente está utilizando el derecho como una cárcel y se encierra en una posición. Está en calidad de invitado, no en condición de investigado, para dar testimonio de lo que sabe o no sabe, sobre hechos de hace quince años. Debería recibirlos. Esto no es una monarquía, el presidente no es el rey. En vez de tender puentes, los rompe. Él fue actor político en el gobierno de Toledo, debería colaborar con la investigación.

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