Los también llamados ‘Oscar de honor’ se entregaron en Hollywood por todo lo alto. La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas premió a los elegidos fuera de competición. El gran ganador de la noche fue el mexicano Alejandro González Iñárritu por su instalación de realidad virtual “Carne y arena”.

Oscar

El cineasta mexicano ganó el Oscar a Mejor Director en 2015 y 2016 por “Birdman” y “The Revenant”, respectivamente.

En una ceremonia que tiene poco que envidiar a las grandes premiaciones hollywoodenses, se entregaron en Los Ángeles los Premios de los Gobernadores, también conocidos como los ‘Oscar de Honor’. Los ganadores son personas vinculadas al mundo del cine desde hace muchos años, y el galardón es una forma de reconocer la larga dedicación a ese oficio, más que el momento particular en que se encuentran los artistas.

En esta ocasión, el principal homenajeado de la noche fue el director y guionista mexicano Alejandro González Iñárritu, quien, entre 2015 y 2016 ya había conseguido cuatro estatuillas por sus películas “Birdman” (2015) y “The Revenant” (2016). El premio le fue adjudicado no solo por su actividad cinematográfica, sino también por su incursión en una disciplina que empieza a posicionarse como el arte del futuro: la realidad virtual.

El mexicano trabajó en un proyecto llamado “Carne y arena”, una experiencia artística en la que la realidad virtual y el simbolismo sitúan al espectador en el corazón mismo de los inmigrantes indocumentados que cruzan la frontera con Estados Unidos desde México.

“Se los dedico a los millones de inmigrantes en el mundo entero a los que se les ha negado su realidad, secuestrada por la política y las ideologías que no dejan ver al mundo lo que les está pasando”, dijo el artista en la alfombra roja del acto. “No sé si esta gota de agua hará alguna diferencia, pero es un intento de transformar a la gente, especialmente a quienes tienen prejuicios sobre los inmigrantes. Ojalá exploren esta instalación y tengan un mejor entendimiento de esa situación”, agregó.

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La instalación de Alejandro González Iñárritu enfrenta al espectador con la experiencia que viven los migrantes mexicanos y centroamericanos en su intento por cruzar la frontera con Estados Unidos.

 

El nacido en Ciudad de México admitió que este reconocimiento le resultó “muy inesperado”, ya que el proyecto nació “sin intenciones comerciales”. “Fue una exploración, un experimento. Esto no es cine, sino que es el nacimiento de un nuevo arte. Se utilizará para desunir y para fines comerciales lucrativos y vulgares, pero también para ofrecer experiencias artísticas alucinantes. Las nuevas generaciones lo llevarán a lugares inimaginables. Si se desarrolla artísticamente y se subordina a la emoción humana, será algo maravilloso”, apuntó.

Basándose en los testimonios de varios inmigrantes, González Iñárritu, que presentó el trabajo en la pasada edición del Festival de Cannes, ideó esta obra hiperrealista que coloca al espectador en medio del desierto de Sonora. Desde allí comparte el drama de un grupo de indocumentados que, liderados por un “coyote”, un traficante de humanos, intentan ingresar en territorio estadounidense mientras agentes de inmigración tratan de arrestarlos.

En su discurso, González Iñárritu dedicó unas palabras a los ochocientos mil “soñadores” que perdieron su amparo migratorio como consecuencia de la decisión de la Casa Blanca de anular la Acción Diferida (DACA). “Ojalá los políticos mirasen a los ojos de esas personas para conocer sus historias. Si lo hicieran, verían la realidad, la entenderían. Si lo hicieran, querrían a esas personas”, señaló el cineasta de cincuenta y cuatro años.

Premios de alto calibre

Durante el evento, la Academia entregó los Oscar honoríficos al actor canadiense Donald Sutherland, la cineasta belga Agnès Varda, el guionista y director estadounidense Charles Burnett y el director de fotografía neoyorquino Owen Roizman.

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Charles Burnett, Agnès Varda, Owen Roizman y Donald Sutherland, cuatro de los galardonados de la noche, posan en la alfombra roja.

A pesar de sus distinguidas carreras e inmensos aportes al mundo del cine, los demás galardonados de la noche no habían recibido un Oscar antes. Para empezar, el legendario Dustin Hoffman entregó una estatuilla a Roizman, quien se encargó de la cinematografía de clásicos como “The French Connection” y “El Exorcista”. El momento estuvo sutilmente opacado –aunque en la ceremonia no se notó– por las recientes acusaciones de acoso que ha recibido Hoffman por parte de mujeres que trabajaron con él hace más de dos décadas.

La otra premiada fue Agnès Varda que, a sus ochenta y nueve años, cuenta con una experiencia de más de seis décadas haciendo cine. De hecho, la directora belga ha dirigido un documental, “Faces Places”, que ahora mismo está en competencia por una de las nominaciones al Oscar a Mejor Documental del próximo año.

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Agnès Varda recibe su estatuilla de manos de Angelina Jolie.

“Me hace sentir bien recibir este Oscar, debo admitirlo”, señaló Varda. “Lo recibo como un reconocimiento a mi trayectoria de sesenta años. Gracias por arrojar luz sobre el cine francés. He dedicado mi vida a buscar la esencia de este arte”, dijo.

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