Por Adriana Tudela , candidata al Congreso por Lima de Avanza País
Durante los últimos años gran parte de nuestra clase política se ha visto envuelta en una lucha de poder sin sentido, sin objetivos claros y que no ha incluido en su ecuación el futuro del país ni el bien común de los peruanos. Muchas de nuestras autoridades se han olvidado de que la razón por la cual ocupan un cargo público es para servir al ciudadano y no al revés.
No han entendido que nuestras instituciones existen para limitar su poder político y que no deben ser explotadas para concentrarlo. Las instituciones democráticas buscan justamente garantizar el respeto de nuestros derechos y libertades ciudadanas frente a cualquier abuso de poder.
Por otro lado, el Estado peruano, en lugar de servirle a los ciudadanos, se dedica a imponerles trabas que les impiden sacar adelante sus proyectos. Tenemos una burocracia que no tiene reparos en atropellar nuestros derechos si con ello facilitan su labor y que nos traslada sistemáticamente los costos de su propia ineficiencia.
La hiperregulación en la que vivimos y los altos costos que genera han excluido y condenado a la informalidad a un inmenso sector de la economía, que hoy ya alcanza casi un 80%. Ellos han logrado salir adelante a pesar del Estado, no gracias a él. Sin embargo, la crisis económica que hoy atravesamos amenaza con hacerlos retroceder todo lo que tanto les costó avanzar.
La falta de liderazgo y la miopía de nuestros políticos nos han traído hasta este punto, en el cual el populismo y el estatismo ya nos empiezan a mostrar sus garras y el crecimiento económico que dábamos por sentado se ha detenido en seco. Ya no hay piloto automático que nos salve.
Llegó la hora de decidir si dejamos que todo lo logrado en los últimos 30 años se vaya al tacho o si defendemos nuestra libertad y recuperamos nuestro país. Yo postulo al Congreso porque estoy dispuesta a comprarme el pleito y porque soy consciente de que son necesarios cambios muy profundos (e incómodos también).
Quiero tener un Perú con una democracia más sólida que nos de la estabilidad necesaria para crecer y para eso es vital cambiar radicalmente la forma en la que elegimos al Congreso. Elegirlos a través de listas parlamentarias nos ha traído una desmedida oferta partidaria que logra infiltrar en sus listas a personajes sin ninguna representatividad y sin ningún criterio que no sea el beneficio propio.
Por eso propongo formar distritos electorales más pequeños y que cada uno de ellos elija a un solo representante al Congreso. A este sistema de elección se le llama elección por distrito uninominal y no sólo genera incentivos para que menos partidos postulen, sino que facilita la rendición de cuentas y la fiscalización al definir claramente la relación entre representante y representados.
Asimismo, debemos renovar el Congreso a mitad del periodo legislativo. Los ciudadanos deberían poder evaluar el trabajo de sus representantes y decidir si es que los premian votando por ellos para que culminen el periodo o los castigan reemplazándolos por otro candidato que compita para ocupar su lugar. Tanto este cambio como los distritos electorales uninominales deben ir acompañados de una gran reforma pendiente: el voto voluntario.
Si el voto fuese facultativo, los partidos políticos y los candidatos se verán obligados a ganarse los votos de los ciudadanos y esto se verá traducido en mejores candidatos que traerán propuestas más conectadas con las necesidades de los peruanos. Además, más allá de sus beneficios, votar por convicción y no por obligación implica reivindicar nuestro derecho a elegir en libertad.
Ahora, si bien la reforma política es un prerrequisito indispensable para sentar las bases de la estabilidad que necesitamos para crecer, no es suficiente por sí sola. También debemos hacer un esfuerzo por emparejar la cancha, competir en libertad y generar cada vez más oportunidades para el futuro.
En esa línea, simplificar nuestra regulación es esencial. En el Perú existen más de 600,000 mil normas y más de 30,000 leyes vigentes, las cuales entorpecen no sólo el accionar del ciudadano, sino del propio Estado. Por eso quiero impulsar un 2×1 regulatorio para que por cada nueva regulación que el Estado emita, este tenga que eliminar dos existentes, obligándolo a simplificar y evaluar el impacto que tienen.
Adicionalmente, propongo darle a los peruanos emprendedores y a los micro y pequeños empresarios las herramientas que necesitan para salir adelante. Una de ellas es la predictibilidad para poder invertir, crecer y generar cada vez más oportunidades de trabajo. En ese sentido, debemos disponer un régimen de estabilidad tributaria que les permita invertir en sus proyectos sabiendo que no les cambiarán las reglas del juego a mitad de camino.
Esta política debe ir necesariamente acompañada de una simplificación y unificación de nuestras normas laborales, aplicando una moratoria para nuevas cargas laborales. Actualmente el compendio de normas laborales tiene más de 1800 páginas y existen más de 40 regímenes laborales diferenciados. Debemos apuntar a que las leyes laborales se unifiquen, sean simples de entender y cumplir y que no sean sometidas a cambios constantes.
Si logramos que el Estado contribuya a nuestro desarrollo dándonos confianza y predictibilidad, las empresas, pequeñas y grandes, podrán generar más puestos de trabajo.
El camino no será fácil. Debemos apostar por una nueva forma de hacer política que nos lleve a recuperar la confianza en nuestras autoridades y a tener un Estado que contribuya a nuestro desarrollo dándonos predictibilidad con reglas claras. Debemos apostar por volver a creer que sí podemos tener un mejor país del que tenemos hoy.
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