En el mundo de los negocios y el emprendimiento hay una verdad cada vez más evidente: la prosperidad duradera solo se puede lograr a través de la constante evolución. En tiempos de crisis política e incertidumbre económica, como los que vivimos, quedarse en una zona de confort es la receta perfecta para ser alcanzado y superado por la competencia. Estos tres emprendedores peruanos, que han construido a pulso la prosperidad de sus negocios, lo tienen claro y, por eso, la innovación y la calidad son sus apuestas de cada día.

Por Jaime Cordero y Alexandra Martens Fotos Allison Malpartida

Finca Tasta

La pasión cafetera de Edith

“Nosotros no vamos a hacer cantidad, vamos a hacer calidad”.

La primera vez que Edith Meza vio una planta de café, en la chacra de su madre, no la reconoció. En ese momento, nada la llevó a pensar que ese cultivo se convertiría en su mayor pasión; menos, que dedicaría gran parte de su vida a explorar todas sus formas y sabores a través de su propio emprendimiento: Finca Tasta. Edith es huancaína de nacimiento. Estudió ingeniería de industrias alimentarias y trabajaba en una municipalidad cuando el fallecimiento de su madre replanteó su destino de repente. Tiempo atrás, la mamá de Edith había adquirido una chacra de casi 23 hectáreas en Satipo. Su madre, una mujer de campo nacida en el distrito de Santo Domingo de Acobamba, se reencontró con sus orígenes al adquirir el predio y dedicó buena parte de su tiempo a sembrar café en dos hectáreas del lugar.

Tras el fallecimiento, la familia optó por no vender la propiedad y Edith decidió incursionar en la industria del café. “Si vamos a dedicarnos a esto, hay que averiguar más”, dijo. Corría el año 2009. Se mudó a Lima y descubrió las complejidades del mundo del café. Como estaba decidida a exportar, también estudió comercio exterior. Pasaron algunos años, y cuando regresó a Satipo tenía todas las herramientas para hacer de Finca Tasta una marca de café de especialidad orientada al mercado extranjero. Siguió perfeccionándose y estudió una maestría en Economía y Ciencias del Café en Trieste, Italia. El café, para entonces, ya era su vida.

Edith apuesta por la calidad, no por el volumen. Por ello, constantemente experimenta para lograr diferentes perfiles de sabor. “Empezamos con café lavado, con fermentación seca, fermentación húmeda”, cuenta. En 2014 comenzó a exportar. El café de Finca Tasta ha llegado a distintos y diversos lugares, como Estados Unidos, Canadá, Italia, China o Emiratos Árabes Unidos. Fue la propia Edith quien se encargó de buscar esos mercados. Su tenacidad la llevó a participar previamente como voluntaria en distintos campeonatos de barismo, donde escuchaba atentamente qué decían, qué pensaban y cómo se comunicaban los jueces invitados de otros países que iban a dichos certámenes. Tras conversar con ellos y entablar una amistad, años después estos se volverían sus compradores.

Edith explica que Finca Tasta tiene ocho perfiles; de estos, seis son procesos únicos y dos son ‘blends’. Estos procesos se realizan después de la fermentación y, si bien se deben ajustar desde la cosecha en algunos casos, básicamente es en la poscosecha donde se trabaja más este aspecto. Recién en los últimos años, ha puesto parte de su producción a la venta en el mercado peruano, donde, poco a poco, empieza a sofisticarse la cultura cafetera.

Coffee Review, una guía especializada en la catación de café líder en el mundo, le otorgó 94 puntos sobre 100 a su café Coral. El Crisocola y el Citrino obtuvieron 93 puntos; mientras que el Zafiro, 92 puntos. Estos sabores son parte de la edición Reserva de los nanolotes que produce Finca Tasta. También producen microlotes: Amatista, Onyx, Ópalo y Jaspe. En ambos casos, se trata de cafés de excelente calidad, producción limitada (pues requieren muchos cuidados especiales) y muy bien cotizados en el mercado internacional. El café de Finca Tasta es resultado de un trabajo dedicado y meticuloso, además de respetuoso con la naturaleza: de las 23 hectáreas de su finca familiar, 10 se destinan a la flora y fauna del lugar. “En otras áreas donde cultivamos café también dejamos árboles o se hace una reforestación con árboles nativos para crear un ambiente ecoamigable”, asegura Edith.

NDT Innovations y Materials Research & Technology  (MR&T)

Tecnología “Made in Perú”

“Innovar es sumamente rentable”.

Se podría decir que el destino de Raúl León, desde siempre, estuvo marcado por el descubrimiento: desde niño observaba cómo su padre, médico e investigador de la Facultad de Medicina de San Fernando (UNMSM) y uno de los fundadores de la Universidad Cayetano Heredia, se dedicaba día y noche apasionadamente a su labor, sin saber que, años después, él proyectaría esa misma imagen: es él quien ahora se dedica a investigar, a innovar, a descubrir cosas.

Desde Houston, donde actualmente reside, Raúl recuerda sus inicios como ingeniero trabajando para empresas peruanas y estadounidenses, y cómo la experiencia acumulada lo animó a aventurarse con el emprendimiento propio. Su etapa de empresario empezó en 1996, con León & Russo Ingenieros; sin embargo, con los años evolucionó y se convirtió en NDT Innovations y Materials Research & Technology (MR&T), empresas que lidera y que hoy son reconocidas a nivel mundial por su apuesta por la innovación.

León y su equipo son considerados líderes en trabajos con equipos especializados en inspección y ensayos no destructivos. Actualmente, tienen oficinas en el Perú y Estados Unidos y desde allí trabajan con distintas industrias: minería, petróleo, energía, aeroespacial, sistemas renovables de energía e inclusive en la pesca artesanal. “Además, tenemos mucha capacidad y conocimiento en las áreas productivas, logísticas, mantenimiento, calidad siempre con un toque de innovación y competitividad.  No somos la empresa más grande, pero somos una de las más avanzadas”, afirma Raúl.

La tecnología que han desarrollado para inspeccionar instalaciones y prevenir fugas y derrames es de punta. Su apuesta decidida por el I+D les ha permitido trabajar en proyectos en América, Europa, Asia y Australia, llevando tecnología peruana a algunos de los proyectos más importantes del globo, como un gasoducto de casi 3500 km en Australia –uno de los más grandes del mundo–, o la construcción de nuevas minas en Estados Unidos. Innovar es la mayor apuesta de Raúl León. Y, junto a ello, apuesta por lo peruano. Por eso ha construido un laboratorio de innovación en Pachacámac, donde se desarrolla tecnología y equipamiento propio avanzado. El grupo de profesionales liderados por León se encuentra abocado a la investigación científica, en un país donde esto no es la regla, sino, más bien, una rareza.

En medio de esta lamentable realidad, en 2020, MR&T obtuvo la calificación de CITE privado (Centro de Innovación Productiva y Transferencia Tecnológica), lo que les permite promover programas de formación y entrenamiento a distintos sectores como la minería, hidrocarburos, energía, transporte, construcción y más, así como desarrollar varios proyectos de investigación. Raúl es un convencido de que el Perú puede subirse a la ola de la nueva revolución industrial. “Nos ha costado mucha inversión hacer un CITE, pero no es una pérdida. Todo está invertido en algo que va a producir muchísimo, a futuro”, dice León. Y agrega: “Lo importante es la gente, por eso tenemos una gran cantidad de personas innovadoras y estamos trabajando con ellas desde hace años.

Es un equipo de peruanos, algunos trabajando en Estados Unidos, otros en el Perú. Aquí hay mucha gente muy valiosa que solo quiere la oportunidad de poder desarrollar y por eso es importante conseguir los fondos para que ellos puedan investigar. Innovar y hacer las cosas es sumamente rentable”. León no duda en compartir la clave del éxito de sus empresas: “Siempre estamos conscientes de que vendemos obsolescencia. Todo lo que hacemos es obsoleto, y por eso siempre estamos trabajando en cosas más avanzadas. Eso nos permite competir”. Esto, junto con la perseverancia de un equipo que apuesta por investigar, descubrir y renovarse constantemente, es lo que les ha permitido competir y tener presencia en todo el mundo.

 

Fundición Ferrosa

Calidad que no se funde

“Nuestra filosofía es ser siempre sinceros, decirle siempre al cliente la verdad”

En la historia de todo emprendimiento, hay al menos un momento clave, un punto de inflexión, una decisión que marca la diferencia entre crecer, prosperar o ser irrelevante y desaparecer. En el caso de Fundición Ferrosa, ese punto de inflexión está claro. Ocurrió un día concreto: tiene fecha, lugar, protagonistas…

La historia consta en un libro editado por la empresa: fue en 1991, en un salón privado del chifa Lung Fung, en San Isidro. La empresa fundada por la familia Montiel en 1967, dedicada durante años a la producción de partes para automóviles y camiones, había tenido que cerrar porque ya no quedaban ensambladoras de autos en el Perú, y la competencia vendía piezas de baja calidad a un precio con el que ellos no podían competir. Los trabajadores habían sido liquidados; faltaba vender la planta, ubicada en Ate. Un importante empresario y político, amigo de la familia, había acercado una oferta más que razonable. La idea era cerrar el trato de manera fraterna y celebrarlo con un generoso banquete oriental. Pero nadie contaba con la oposición que expresaría allí mismo Naima, la joven hija de Manolo Montiel:

–No vendemos.
–¿Estás segura, Naima? –le preguntó el aspirante a comprador, sorprendido.
–Sí. Difícil, pero ¡no vendemos!

No hubo más discusión. No vendieron. Naima Montiel había decidido reflotar la empresa, reiniciar operaciones y buscar nuevas oportunidades y mercados. Con ella al frente, Fundición Ferrosa paulatinamente fue cambiando de giro: dejó la fabricación de discos y tambores de freno, cambió el hierro por el acero y actualmente se dedica a fabricar diversos tipos de piezas de desgaste para la industria pesada. “En la actualidad, el 80% de nuestra producción es para la industria minera; el 10%, para la industria cementera, y otro el 10%, para sectores diversos”, explica Miguel Montiel, gerente comercial de Fundición Ferrosa, y hermano menor de Naima, quien se mantiene como gerente general de la empresa.

En 2019, Fundición Ferrosa facturó 6,5 millones de dólares. Luego de sufrir una fuerte caída en sus ingresos durante 2020, la compañía proyecta acercarse este año nuevamente a los niveles de venta que tenía antes de la pandemia. En la planta huele a soldadura, las chispas saltan por doquier y los hornos llevan la temperatura hasta los 1600 grados centígrados, lo necesario para derretir el acero. Se trabaja con intensidad, pero no solo en la producción, sino también en la innovación. Miguel Montiel resalta que Fundición Ferrosa está continuamente investigando y buscando desarrollar nuevas aleaciones y mejores procesos. La empresa ha accedido a fondos gubernamentales para proyectos de innovación, y ha patentado sus desarrollos. En el futuro cercano, proyecta tener un laboratorio, y a largo plazo se vislumbra la posibilidad de una planta más grande, más moderna, ecoeficiente y con mayores capacidades de producción, posiblemente fuera de Lima.

La familia Montiel tiene claro que solo desarrollando innovación podrán mantener a Fundición Ferrosa como una empresa competitiva y cumplir su promesa de vender productos de calidad, durabilidad superior y un escrupuloso cumplimiento de los tiempos de entrega. Son esas las características que les han permitido no solo sobrevivir, sino prosperar en un entorno cada vez más competitivo. No van a cambiar ahora.

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