La estabilidad es esencial para la viabilidad de cualquier gobierno. Más allá de inclinaciones ideológicas, dar señales de solidez institucional en los organismos del Estado es fundamental para que los ciudadanos puedan tomar decisiones acertadas.
Si el Estado aspira a desarrollar políticas públicas que propaguen la atracción de inversión privada —el único motor real de la economía— y potencien el bienestar de la población, salvaguardar un mediano grado de estabilidad es vital.
Desafortunadamente, el gobierno del presidente Pedro Castillo ha sido antagónico a este concepto. En el tiempo que ha estado al mando del país —el cual suma un poco más de un año—, el Perú ha sido testigo de setenta cambios ministeriales. Esto es burdamente inaceptable y tiene un impacto sustancial en la gobernabilidad del país. Un sector especialmente sensible a la conflictividad social y que requiere un mayor nivel de perdurabilidad como Energía y Minas, por ejemplo, ha tenido cinco cambios de ministros. Más aún, si se observa carteras críticas como la del Interior —la cual ha tenido siete reajustes ministeriales—, la negligencia institucional es aún más evidente. ¿Qué política pública con un impacto significativo se puede desarrollar con siete ministros en un año?
Pobre idoneidad de ministros
Más allá de la constancia en los cambios, la incapacidad que han mostrado la mayoría de ministros para ejercer adecuadamente las carteras que ocupan ha sido otra cualidad intrínseca de esta administración desde el inicio. En esta línea, figuras como la ministra Bettsy Chávez —la cual fue censurada por el Congreso de la República cuando dirigía el MTPE para luego ser reciclada al mando de una institución particularmente especializada como el Ministerio de Cultura—, o el polémico parlamentario Héctor Valer como presidente del Consejo de Ministros han mostrado que el presidente Castillo desconoce flagrantemente la importancia de la idoneidad profesional y la continuidad para el éxito de la políticas publicas que su gobierno pretende impulsar.
Con relación al manejo de Torre Tagle —quizá una de las instituciones gubernamentales con mayor prestigio histórico—, la situación ha sido particularmente lamentable. Desde julio de 2021, han sido cuatro los ministros que han estado al mando de la Cancillería, cada uno con una visión radicalmente distinta sobre la naturaleza de la política exterior del país. Esto ha sido especialmente evidente en torno a cuestiones como la conveniencia de la firma del Acuerdo de Escazú, la suscripción a la Convención del Mar o el controversial reconocimiento de la soberanía de la República Árabe Saharaui Democrática, el cual tiene un impacto complejo en las relaciones bilaterales del Perú con Marruecos. En este sentido, queda claro que el Ejecutivo no tiene objetivos firmes con relación a la senda que debe trazar el país acerca de su política exterior.
Resulta urgente que el gobierno del presidente Castillo corrija este infausto historial de reciclajes permanentes de figuras poco competentes para ocupar altos cargos en el Estado. La falta de un plan articulado en los diversos ministerios tiene un alto impacto, no solo en el desarrollo de objetivos sectoriales sino en la confianza que tiene la ciudadanía en el aparato público en su conjunto. Ojalá que el Ejecutivo enfrente con responsabilidad este reto, aunque todo apunta a que la ingobernabilidad ministerial será recurrente hasta el final de este caótico gobierno.
*El autor es actualmente asesor parlamentario en el Congreso de la República.
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