Jaime Royo-Villanova y Payá, nombrado gobernador de Salamanca por el rey Juan Carlos I, tuvo la suerte de visitar por 25 años a los indígenas de la Cordillera del Cóndor. Admirador de su bravura y costumbres, se siente dolido por el abandono al que han sido expuestos durante todo este tiempo.
Por Lucas Cornejo Pásara
Jaime Royo-Villanova y Payá nació en Madrid el 22 de setiembre de 1943. Estudió Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. Fue nombrado por el rey Juan Carlos I gobernador de Salamanca. Además, tiene el título de Gand Officier de l´Ordre National du Lion, otorgado por el Presidente de la República del Senegal, Don Leopoldo Sedar Sengor. Durante su vida profesional fue presidente de las Compañías de Seguros Anaya y SPB y vicepresidente de los Bancos Citibank y First Interstate Bank of California. Llegó a la selva peruana en 1978 recomendado por un amigo jesuita y, desde ahí, no ha dejado de visitar a los pueblos jíbaros de Santa María de Nieva, con quienes mantiene estrecha relación. Ante la crisis del Baguazo en el 2009, el Concejo jíbaro le encargo que escribiese un testimonio de los abusos del gobierno contra los pueblos de la zona. Así, publicó La otra cara del Baguazo (Planeta, 2017) y fue nombrado Pamuk, máxima autoridad para los jíbaros.
¿Qué te trajo al Perú en 1978?
Trabajaba en un banco y la Compañía de Jesús guardaba ahí parte de su dinero. Era vicepresidente del banco y estaba muy nervioso. En broma le digo a un muchacho jesuita que regresaba de London School of Economics con dos doctorados más “¿Oye, tú serás doctor en teología?” Sí sí, me dice. “¿Qué me perdonaría Dios más fácilmente? ¿Que te mate a ti y a tres clientes más o que me suicide? “Pero Jaime, te veo fatal” y yo: “Estoy histérico” y “¿qué vas a hacer este verano?” Le digo “pues lo que tú quieras” y me mandó a Santa María de Nieva (Amazonas, Perú) a una misión. El sacerdote que estaba ahí cometió el error de decirme “esta es tu casa”. Me lo creí y he vuelto casi todos los años.
¿Cuánto tiempo te quedaste esa primera vez? ¿Qué encontraste?
Muy poco: quince días. La primera impresión siempre es fantástica y la segunda siempre más importante. Ya conoces y captas mejor. La primera vez que vi Machu Picchu me fasciné y la segunda me puse a llorar como un niño. En Amazonas me encantaron los aguarunas. El primero que conocí fue un niño llamado Franklin Delano Roosevelt. No me lo creía.
¿Cómo crees que cambió ese primer Perú que encontraste y el de ahora?
Muchísimo. Perú ha ido subiendo lentamente siempre. Creo que no ha tenido picos hacia abajo desde que yo lo conozco, o yo no lo he notado.
¿Esa mejora se corresponde con el Perú de los jíbaros también?
También, pero menos. Es una vergüenza grande. A la selva del Amazonas, desde los moches hasta los incas atacaron a los jíbaros. Pachacútec, Túpac Inca Yupanqui y Huayna Cápac, quienes creo son los forjadores del imperio —superhombres— invadieron cuatro veces el territorio y no lograron conquistarlo. Huayna Cápac salvó su vida por atleta. Corrió más que los jíbaros. Tanto los moches como los incas iban por el oro. ¿A qué íbamos los españoles? A lo mismo. Los españoles hicieron tres expediciones. Las dos primeras las corrieron y la tercera Juan Salinas logró establecerse porque iba como embajador y como capitán. Cuando se jubila y se va a Ecuador, se coloca un nuevo capitán. Los jíbaros se cargan al imperio español y lo desaparecen del territorio jíbaro. Ellos se quejan de que ahora se quieran apropiar de su territorio cuando nunca los conquistaron.
¿Intentaste aprender awajún?
No, es imposible. Lo que hago es apuntar mil palabras. En el libro del Baguazo no está, pero en la edición para España he metido hasta cuarenta páginas de diccionario.
Entiendo que llevaste al jíbaro Santiago, amigo tuyo, ante la reina de España. La reina ofreció ayudarlo y su amigo pidió le solicitase a Alberto Fujimori la creación de una reserva natural como las que había en España. ¿El mensaje se llegó a comunicar al entonces presidente?
Sí, pero evidentemente Fujimori no hizo la reserva porque se lo pidió la reina. Solo dio un empujoncito. Fue muy curioso porque yo le dije “Santiago, tienes que llamarle Majestad, ¿te molesta?” y él “no no”. En un momento determinado, la reina estaba viendo los libros de fotos y Santiago se acercó y le dio un abrazo. Cuando ella le pregunta si quiere algo, él dijo que no. Insiste en que va a ver a Fujimori y le puede decir algo. Entonces, Santiago le dijo “Majestad, yo veo que tú tienes una reserva para proteger al osito panda. ¿Son bonitos mis hijitos?”, dijo señalando la foto de sus catorce hijos y la reina: “sí sí”. “Yo quiero que hagas una reserva para defenderme a mí y a mis hijitos”. La reina aceptó.
De esa reserva viene todo el problema del Baguazo. Verás, la constitución peruana se puede cambiar, pero esa reserva no se puede modificar. No puedes meter mineras, petroleras y madereras ahí. Sin embargo, se hace y no se les escucha. Lógicamente, se amargaron. Nunca vas a ver ni una palabra escrita o dicha por un dirigente aguaruna o huambisa en contra de que se extraiga riqueza de la selva. Lo que exigen —y hacen bien— es que la extraigas con inteligencia y con limpieza. Tengo fotos de miles de árboles cortados con cables y tirados en el río. Es interminable. Eso no es extraer riqueza, eso es asesinar la selva. Con el minero pasa lo mismo y con el petrolero lo mismo. No les importa que los niños se envenenen con cianuro y mercurio.
Parece que ahora esa empresa es el nuevo enemigo de estos pueblos… o ¿cuál cree que es el mayor enemigo de los jíbaros hoy día?
El mayor enemigo y amigo es el progreso. Santiago tiene un hijo ingeniero agrónomo por la Universidad EARTH (Costa Rica), que es la número uno de agronomía selvática. Tiene otro hijo ingeniero industrial, otro abogado, otro economista, dos maestros. Él te lo decía: “La cultura no es estática. ¿Tú quieres que tu hijo mejore? Yo también”. Tiene toda la razón, pero una cosa es querer que sus hijos capten toda la cultura occidental nuestra y otra es que olviden la suya. Tienen la conciencia de que, si terminan olvidándose de la selva y la desconocen, morirán y la cultura occidental aplastará la suya, y terminarán de mendigos. Protegidos por la selva, saben que Perú no tiene fuerza económica ni Ejército para sacarlos de la ahí.
Si bien se mantienen ciertas costumbres, hay un interés por el mundo occidental y por la mixtura. No rechazan la noción occidental de progreso…
No, no la rechazan, todo lo contrario. Los niños están en los colegios estudiando y van a las universidades.
Actualmente, ¿tienes algún proyecto para asegurar la existencia de los pueblos jíbaros?
Yo lo que no tengo es dinero. Si me tocaran los Euromillones, claro que lo haría. Es una gente sabia, buena y difícil, pero los madrileños también somos difíciles y los limeños también. Quieren compartir su sabiduría. Bicut, su gran filósofo, es contemporáneo de Jesús. Este tiene las ideas de compartir para ordenar su sociedad. Si tú vas a compartir, te lo facilitan, pero si vas a mandar te dicen que no y si sigues a la tercera te cogen y te matan. Es difícil, pero es distinto. Las leyes no están escritas, pero hay que conocerlas y cumplirlas. Cuando hago mis expediciones, necesito guías jíbaros para no equivocarme. Han estado varias veces a punto de matarme, pero es porque no conozco las leyes
Son una gran gente. A mí me dolió mucho cómo los maltrató Alan García. Escribí el libro porque me lo pidieron los aguarunas. Al terminarlo, se lo leí al concejo en pleno y me nombraron Pamuk, que es el máximo nombramiento. Resulta que soy el único hombre blanco con ese título. Cuando les pregunté qué es ser Pamuk, me respondieron que es el jefe espiritual, el único que puede declarar la guerra.
Yo creo que un jefe de estado tiene la obligación primera de conocer a su pueblo. En este país tienes pueblos variadísimos. Tendrían que conocerlos a todos o no aceptar el trabajo. Se les ha tratado muy mal. Históricamente, solo se ha ido a extraer riqueza y sin ninguna consideración. Claro, están amargados y dolidos. No confían. Yo no sé si Alan García leyó a Lope de Vega, pero para ellos “perro” es un insulto y eso debió saberlo.
¿Crees que tengan esperanza de sobrevivir?
No, lamentablemente, a la larga no tienen ninguna posibilidad. Nuestra cultura es poderosísima. La maquina es brutal y no para. Los propios muchachos están encantados con nuestra vida. Van vestidos como yo porque es más barato ir comprarse una chaqueta y un pantalón que fabricarla. ¿A quién no le gusta una bebida fresca? Lo veo mal porque son muy poquitos, serán menos de doscientos mil. Los vamos a terminar absorbiendo. Yo creo que están perdidos. Es una pena tremenda porque es una cultura maravillosa con más de dieciséis mil años.
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