Expertos opinan sobre la mejor solución para reducir la obesidad: ¿intervención farmacológica o cambios culturales?
Por Redacción COSAS
El mundo se enfrenta actualmente a uno de sus mayores problemas de salud, el porcentaje de obesidad en adultos continúa en aumento. Esto ha generado diversas conversaciones. Las discusiones giran sobre los factores que deben cambiarse para lograr una mejora en la población.
Con el reciente aumento en la popularidad de fármacos que provocan la pérdida de peso, como el Ozempic, ha surgido un nuevo debate: ¿cuál debería ser el camino a seguir? ¿Deberían aplicarse más directrices y regulaciones gubernamentales que controlen la calidad y cantidad de alimentos, con la esperanza de lograr un cambio cultural hacia un estilo de vida más saludable? ¿O deberían trabajar para hacer los fármacos que provocan la pérdida de peso accesibles y asequibles para todos?
Para Robert F. Kennedy Jr., el activista escogido por el presidente electo Donald Trump para liderar el Departamento de Salud y Servicios Humanos, la solución a la obesidad en Estados Unidos es sencilla. “La primera línea de respuesta debe ser el estilo de vida”, dijo a Jim Cramer en una entrevista concedida el 12 de diciembre en CNBC.
Elon Musk, el multimillonario de la industria tecnológica que asesora al presidente electo, ve las cosas de otro modo. “Nada contribuiría más a mejorar la salud, la esperanza de vida y la calidad de vida de los estadounidenses que lograr que los inhibidores de GLP tuvieran un costo superbajo para el público”, escribió en la red social X. “No hay nada que siquiera se acerque a esto”.
Para muchos, los cambios de hábito y de estilo de vida pueden parecer la respuesta más sencilla y obvia. Sin embargo, este tipo de cambios suelen ser muy difíciles para las personas. Esto es especialmente cierto en contextos como el de Estados Unidos. En este país, las empresas alimentarias se han encargado de ofrecer comida barata y sabrosa. Esta comida está disponible a cualquier hora del día.
Este estilo de vida y la dificultad para cambiar hábitos son precisamente de lo que se aprovechan los fabricantes de fármacos contra la obesidad. Kennedy lo dijo a Greg Gutfeld en Fox News antes de las elecciones. «Cuentan con vendérselos a los estadounidenses, porque somos muy estúpidos y muy adictos a los medicamentos».
El ejemplo de la diabetes
En 1996, los Institutos Nacionales de Salud iniciaron un estudio. En él participaron miles de personas con riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. Los investigadores guiaron a estos sujetos a través de un programa intensivo de dieta, asesoramiento y ejercicio. Funcionó tan bien que el estudio finalizó un año antes de lo previsto. La intervención redujo a más de la mitad las probabilidades. Estas eran las de desarrollar diabetes.
Los resultados fueron tan contundentes que la administración de George W. Bush se unió a la investigación. En 2001, anunciaron a todo Estados Unidos que la enfermedad podría vencerse y erradicarse del país. Esto podría lograrse con el simple hábito de caminar media hora todos los días. Sin embargo, la realidad del país es diferente. Los casos de diabetes han aumentado.
«El problema, por supuesto, es que las personas, siendo personas, aparentemente tienen dificultades para mantener esos cambios durante largos períodos», dijo David Nathan, investigador de diabetes en Harvard, en una entrevista reciente.
Así como el estudio de David Nathan sobre la diabetes, existen múltiples estudios que muestran los cambios positivos y relativamente inmediatos que una buena alimentación proporciona. Sin embargo, casi todos los estudios reportan que, luego del período de observación, las personas vuelven a sus hábitos anteriores y todos los beneficios encontrados se desvanecen.
Jeffrey Friedman, investigador de la obesidad en la Universidad Rockefeller de Nueva York, también señaló que mucho de esto se debe a la genética. Algunas personas tienen una tendencia genética a la obesidad, por lo que pequeños ajustes en el tamaño de las raciones o en la publicidad de los alimentos no serán suficientes. Según Jeffrey, si las palomitas se vendieran en una bolsa más pequeña, muchas personas simplemente comerían dos o tres bolsas de palomitas.
La industria alimentaria
Al hablar de los hábitos y de las dietas de la población estadounidense, es imposible no hablar sobre la industria alimentaria, señalada por muchos como la culpable de esta epidemia de obesidad.
Charles Burant, profesor de medicina interna de la Universidad de Míchigan, simpatiza con la opinión de Kennedy acerca de que el problema es el sistema alimentario. Él tuvo la idea de hacer una bebida que tuviera buen sabor y contuviera un aminoácido que, en su opinión, podría saciar el hambre.
Entonces contactó a una empresa alimentaria y preguntó si podía fabricar una bebida así, para que él la probara en un estudio. Después de un tiempo, recibió una respuesta: no estaba en el plan de negocio de la empresa desarrollar productos que redujeran el apetito. No estaba interesada en ayudar. “Su negocio no era vender menos comida”, dijo Burant.
“Si se puede frenar a las empresas o intentar ejercer presión para moderar lo que hacen, me parece estupendo”, añadió. “Pero, mientras tanto, hasta que la población aprenda a comer cosas buenas, tenemos que hacer algo para ayudar a la gente”.
La economía de los fármacos
Como nos muestran los datos de los estudios y las opiniones de los expertos, cambiar los hábitos y dietas de los estadounidenses, si bien sería una solución obvia y eficaz, hasta ahora no ha brindado resultados sostenibles y ha sido sumamente difícil de incorporar. A su vez, la industria de la salud se enfrenta a la industria alimentaria y a su gran oferta de comida barata y de poco valor nutricional. Esta dualidad lleva a los expertos a plantear el segundo camino: lograr que los fármacos que suprimen el apetito sean accesibles y asequibles.
Pero, junto con esa solución, viene su propio conjunto de dificultades. A expertos como Kevin Volpp, de la Universidad de Pensilvania, les preocupa que se fomente el uso generalizado de fármacos contra la obesidad. «No hay dinero suficiente en el sistema para financiar de golpe fármacos para tanta gente», dijo Volpp.
La elevada cantidad de personas que sufren de obesidad en Estados Unidos llevaría a que la demanda de estos fármacos aumentara a decenas de millones. Esto no solo crearía una gran demanda para las aseguradoras médicas, sino que también dificultaría el acceso para aquellas personas que ya padecen enfermedades más graves relacionadas con la obesidad.
Volpp plantea que, si se está revisando la opción de hacer estos fármacos accesibles y asequibles, también se debería evaluar otra cuestión. Se debería considerar si las aseguradoras médicas ayudarán a subvencionar la compra de alimentos saludables. Esto sería para quienes no puedan pagarlos y tengan problemas médicos crónicos relacionados con la dieta, como la diabetes.
Para Peter Lurie, presidente del Centro para la Ciencia en el Interés Público, la situación es lo suficientemente grave. Considera que es necesario intentarlo todo a la vez. Lo mismo opina el cardiólogo Robert Califf, quien ha sido comisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) durante la presidencia de Joe Biden.
«Aunque estoy totalmente a favor de ayudar a los estadounidenses a tener una mejor dieta, estos fármacos son muy eficaces» para las personas con obesidad, dijo Califf. «No solo para perder peso», sino también para evitar muertes por enfermedades cardíacas.
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