La elección de Jorge Mario Bergoglio como sumo pontífice tomó por sorpresa al mundo entero el 2013. Proveniente de Argentina, su pontificado marcó un antes y un después en la historia reciente de la Iglesia, acercándola a los márgenes, a los más necesitados y promoviendo un estilo pastoral sencillo, cercano y comprometido.

Por Mons. Paolo Rocco Gualtieri, Nuncio Apostólico en el Perú

Francisco fue una sorpresa desde el comienzo de su Pontificado, tanto por sus gestos como por sus palabras. Desde su primera aparición en la Logia de las Bendiciones, apenas elegido para la Sede de Pedro, sorprendió a todos presentándose al “santo Pueblo fiel de Dios” como un creyente más, que llegado “casi desde el fin del mundo”, había madurado su fe en las periferias, lejos de los centros teológicos europeos.

Posteriormente aprendimos a conocer y amar a este Papa jesuita y argentino también por sus decisiones de gobierno, unas veces cuestionadas por audaces y anti institucionales, y otras, discutidas como erráticas, ambiguas e incluso como inmisericordes e injustas.

El estilo de Francisco

En el rezo de su primer Ángelus, ante la multitud en la Plaza de San Pedro, sorprendió de nuevo al compartir con todos los que le escuchaban cuál era en aquellos días su libro preferido. Se trataba de un ensayo del Cardenal Walter Kasper sobre la misericordia. El Papa afirmó, con un lenguaje cercano y fácilmente comprensible, que su estilo estaría marcado por el amor misericordioso de Dios.

Encuentro del Papa Francisco con los pueblos de la Amazonia en el Coliseo Regional Madre de Dios.

Con una frase sencilla, “la misericordia lo cambia todo”, el creyente Francisco no proponía una nueva síntesis magisterial. Como buen maestro del espíritu, exhortaba de modo claro y directo a adoptar el mismo estilo misericordioso de Jesucristo, a experimentarse reconciliados y reconciliadores en Él, a situarse en estado de conversión continua, para evitar, particularmente entre los pastores, “el neo pelagianismo autorreferencial… de los que se sienten superiores a los otros porque observan determinadas normas… por su presunta seguridad doctrinal o disciplinar, por su elitismo narcisista y autoritario” (Evangelii Gaudium 94).

Como enseña en la Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia”, ante un Pueblo de Dios cada vez más complejo y heterogéneo, la guía pastoral sólo es eficaz si acompaña y aprende a respetar pacientemente los procesos de fe y los “tiempos de Dios” con los mismos sentimientos de Jesús.

Francisco sorprende siempre por sus conversaciones francas, espontáneas y llanas. Escucha con profunda atención y empatía, acompañando pacientemente con una gradualidad pastoral que en él es regla de vida. Haciendo un juego de palabras fácil, se diría que el Sumo Pontífice, en lugar de “pontificar”, apela a la inteligencia del corazón del interlocutor.

Solidez de la vida interior

Es necesario ir más allá del estereotipo periodístico de un Papa de carácter fuerte, austero, sencillo, empático con el sufrimiento de los pobres, refractario a los poderosos, libre ante los convencionalismos sociales. La faceta menos conocida de Francisco es la solidez y profundidad de su vida interior, forjada en la búsqueda constante de la voluntad de Dios desde la conciencia del propio pecado y de la fragilidad personal. Si se rastrea sus innumerables homilías, se puede hallar la prioridad que concede a la búsqueda ignaciana de la “mayor gloria de Dios” en su vida, que le hace abrir su corazón a los fieles con una espontaneidad que desarma.

La faceta menos conocida de Francisco es la solidez y profundidad de su vida interior, forjada en la búsqueda constante de la voluntad de Dios desde la conciencia del propio pecado y de la fragilidad personal.

También el carisma extraordinario que Dios concedió a la Iglesia en San Francisco, la pobreza, fue sincera pasión para el Papa que eligió el mismo nombre del pobrecillo de Asís. Abrazar la pobreza en el seguimiento de Cristo como manera de proceder de la Iglesia y de su misión fue su sueño de una “Iglesia pobre para los pobres” (EvG 198) como lo repitió a menudo.

La Eclesiología de Papa Francisco

El tema más tratado por el Papa Francisco es su eclesiología, es decir su concepción de Iglesia que tendrá que ser clara y necesariamente evangélica; se evangeliza para evangelizar y así evangeliza por atracción, compartiendo la vida de su pueblo, a manera de hospital de campaña que cura las heridas de la gente, vertiendo aceite y vino. Por eso no es autorreferencial, siempre está en salida, al encuentro del otro en las periferias, que son geográficas, pero sobre todo son existenciales, es decir, las personas necesitadas. Así mismo, como lo subrayó con fuerza el Santo Padre durante la JMJ del 2023 en Lisboa, Portugal, la Iglesia tiene que estar abierta a todos y a todas.

Junto a la misericordia y la vida en el espíritu, Francisco recupera la fortaleza de una Iglesia sinodal, en primer lugar, unida a Jesucristo; en esta primera y fundamental Sinodalidad que es la unión con Jesucristo, el cuerpo vivo que es la Iglesia compromete a todos con la evangelización.

En una Audiencia el Santo Padre decía:

“Una Iglesia que se evangeliza para evangelizar es una Iglesia que, guiada por el Espíritu Santo, está llamada a recorrer un camino exigente, un camino de conversión, de renovación. Esto conlleva también la capacidad de cambiar los modos de comprender y vivir su presencia evangelizadora en la historia, evitando refugiarse en las cómodas zonas de la lógica del “siempre se ha hecho así”. Son refugios que enferman la Iglesia. La Iglesia debe ir adelante, debe crecer continuamente, así permanecerá joven. Esta Iglesia está completamente dirigida a Dios, por tanto, es partícipe de su proyecto de salvación para la humanidad, y, al mismo tiempo, enteramente dirigida hacia la humanidad.

 

Durante su visita al Perú el 2018, el Papa Francisco ofició una multitudinaria misa en Las Palmas, ante más de un millón de personas.

El Sumo Pontífice recibe de las Madres Nazarenas Carmelitas Descalzas la réplica del muro original del Señor de los Milagros durante su visita al Santuario de las Nazarenas.

La Iglesia debe ser una Iglesia que encuentra dialógicamente el mundo contemporáneo, que teje relaciones fraternas, que genera espacios de encuentro, aplicando buenas prácticas de hospitalidad, de acogida, de reconocimiento e integración del otro y de la alteridad, y que cuida de la casa común que es la creación. Es decir, una Iglesia que encuentra dialógicamente el mundo contemporáneo, dialoga con el mundo contemporáneo, pero que encuentra cada día al Señor y dialoga con el Señor (tenemos que ser ante todo como dice el Santo Padre hombres y mujeres del Tabernáculo) y deja entrar al Espíritu Santo que es el protagonista de la evangelización. Sin el Espíritu Santo nosotros podremos solamente hacer publicidad de la Iglesia, no evangelizar. Es el Espíritu Santo en nosotros, lo que nos impulsa hacia la evangelización y esta es la verdadera libertad de los hijos de Dios”.

La Doctrina Social de la Iglesia

Entre los temas tratados por el Papa está la Doctrina Social de la Iglesia, expresada sobre todo en la Encíclica “Fratelli Tutti”, “Hermanos Todos”, que representa la «suma» o síntesis del pensamiento social de su Pontificado, que completa una trilogía con las Encíclicas “Laudato Si’” sobre la ecología integral y con la Declaración de Abu Dabi sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común.

La Doctrina Social de la Iglesia se ha ampliado y ha crecido con el modo y el contenido de esta Encíclica. A principios del siglo XX, León XIII fue el primer Pontífice que habló de temas sociales, de la persona humana a la luz de la revelación y del derecho natural. Con Pío XI y Pío XII se pasa de la reflexión sobre la persona y sus derechos, a las sociedades existentes, capitalista y comunista; de las ideologías habían pasado a ser regímenes socialista y capitalista. Ambos Papas insistieron en la tercera vía, la vía cristiana o católica, intermedia entre el comunismo y el capitalismo.

Con Juan XXIII y el Concilio Vaticano II se da un desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia que toma en cuenta los tiempos en que crecen los procesos de globalización y se acentúa la brecha de pobreza y desigualdad entre los hemisferios Sur y el Norte que se ve necesario superar.

Finalmente, con Juan Pablo II y Benedicto XVI, la cuestión social se convierte en una cuestión antropológica: se cuestiona la naturaleza, el problema de la vida, el problema de la familia, y se amplía la perspectiva hacia los problemas de la nueva humanidad, del nuevo humanismo.

El Papa Francisco amplía los horizontes a todo el cosmos, nos lleva a abrazar el cosmos; dice que no sólo debemos dialogar entre nosotros, no sólo las Naciones y los distintos pueblos deben encontrar su armonía, sino que debemos, dice el Papa, hablar también de la naturaleza, dialogar con la naturaleza.

La Doctrina Social de la Iglesia, ampliada de la persona a la sociedad, al mundo concebido como casa común que debemos custodiar, adquiere en la encíclica «Fratelli Tutti» un nuevo sentido que lleva a pasar de la globalización de la indiferencia a la solidaridad, a la globalización de la fraternidad y de la amistad social. El desafío del mundo de hoy, para el Papa Francisco, ya no es la lucha contra la ideología socialista, ni la relación entre socialismo y capitalismo, no es la relación entre Norte y Sur, sino cómo pasar de la indiferencia a la globalización de la solidaridad y de la fraternidad.

Un día antes de su muerte, el Sumo Pontífice, aún convaleciente, apareció en el balcón de la logia central de la basílica de San Pedro para la bendición Urbi et Orbi.

Sueño y realidad

El Papa Francisco tenía un sueño y nos enseñó a soñar. No se trataba de una de una utopía irrealizable, sino de un sueño hecho realidad. Soñar que nazcan buenos samaritanos, actualizados a los procesos de hoy, es posible. No se trata de realizaciones espectaculares sino de seguir el modelo de servicio y aproximación al necesitado.

El sueño hecho realidad, en nuestro país, es el trabajo que realizó la Iglesia durante la pandemia, son los comedores parroquiales, el servicio que hace la Iglesia a través de CEAS en las cárceles. Esta es la Iglesia que se hace servidora, este es el paso de la cultura de la indiferencia a la compasión y el servicio. No es utopía, es un sueño que si se realiza en unión se convierte en realidad, incluso a nivel de las relaciones entre los pueblos: pasar de la hermandad y la solidaridad, a la fraternidad de los hijos de un mismo Padre que nos hace a todos hermanos.

El Papa Francisco tenía un sueño y nos enseñó a soñar. No se trataba de una de una utopía irrealizable, sino de un sueño hecho realidad. Soñar que nazcan buenos samaritanos, actualizados a los procesos de hoy, es posible.

La amistad social

Las perspectivas del Papa Francisco orientan a un nuevo estilo de vida que él llama amistad social, perspectiva que lleva en definitiva a compartir valores y bienes. Teniendo en cuenta el modelo del Buen Samaritano, su Magisterio marca los caminos del diálogo y de una política mejor.

Todos afirmamos la necesidad de dialogar, de hablar con todos, encontrarnos para conocernos mejor. Esta es una visión reductora del diálogo. Para Francisco, dialogar es caminar juntos, vivir unidos respetando las diferencias para trabajar juntos, para construir juntos un mundo mejor. No seguir este camino acaba en violencia.

La segunda vía es una política mejor, no sólo una buena política. Una política con alma, es decir con un ideal; una espiritualidad de la política implica vivirla como una vocación. Cuando no es la forma más elevada de la política, se cae en su forma más baja; vivir la política solamente como una profesión … es la perdición de la política. La política es la forma más elevada de caridad. La mejor política es la que puede resolver problemas, pasando de la indiferencia a la solidaridad y de la solidaridad a la amistad social (FT, 5).

Juan Pablo II hacía referencia a la unidad de los políticos católicos. Francisco habló, más bien, de la mejor política, que no consiste en hacer partidos católicos, lo cual, siendo legítimo, no es solución. El mundo necesita una política mejor, que lleve consigo “a la vez una tensión ética ideal y profesional”.

La mejor política es en definitiva la del buen samaritano, basada en el diálogo, en la amistad social abierta a todos. De ahí la invitación a los cristianos para comprometerse en una política mejor, ya que la promoción humana es un elemento esencial de la evangelización. Evangelizar no es vivir en el paraíso, sino en la tierra, y la política es la forma más alta de caridad para resolver los problemas. Los cristianos, al ser portadores de una política mejor, propondrán el diálogo como camino común para construir un mundo mejor, siendo profesionalmente competentes y espiritualmente entusiastas del ideal de servicio. Estos son los nuevos samaritanos que se necesita. En esto consiste el fuerte radicalismo evangélico planteado por el Papa Francisco.

Compromiso en la escena internacional

La ventana del Papa, a causa de la tercera guerra mundial a pedazos que vive la humanidad, se había convertido en una oración por la paz… Qué cosa no ha hecho el Santo Padre para poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania, entre Israel y Palestina. El último Mensaje Pascual, “Urbi et Orbi” el día antes de morir fue dedicado a la población de Gaza y al Oriente Medio.

Además del compromiso por la paz, el Pontífice estuvo comprometido en la escena internacional también en otros temas, como la difusión de la cultura del encuentro; el tema de la educación con la propuesta del pacto educativo mundial; el tema de la economía, con la invitación a interrogarnos sobre los modelos económicos que hoy dominan y que crean graves desigualdades entre Continentes y entre Países.

Qué cosa no ha hecho el Santo Padre para poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania, entre Israel y Palestina. El último Mensaje Pascual, “Urbi et Orbi” el día antes de morir fue dedicado a la población de Gaza y al Oriente Medio.

Otros temas cercanos al Papa Francisco en la Encíclica «Laudato sí» son el cuidado del ambiente natural, de la casa común; y en ella, el cuidado de las personas, de nosotros mismos y el cuidado de los demás. Cuidar la relación entre Dios, los seres humanos y la tierra, invita a la fraternidad y solidaridad universales.

Así mismo el diálogo entre las Religiones ha sido propuesto con fuerza por él como requerimiento imprescindible del acercamiento en fraternidad.

Su cercanía hacia el Perú

Quiero también subrayar un aspecto del Papa Francisco: su afecto y cercanía hacia nuestro país. Estaba siempre atento a los acontecimientos del Perú. Durante la crisis político-social intervino dos veces, haciendo un llamamiento a no recurrir a la violencia para las soluciones de los problemas. En la plegaria del Angelus del 22 de enero pasado, viendo que en la Plaza de San Pedro había un grupo de peruanos, dijo:

Los invito a rezar también para que cesen los actos de violencia en Perú. La violencia apaga la esperanza de una solución justa de los problemas. Animo a todas las partes involucradas a emprender el camino del diálogo entre hermanos de una misma nación, en el pleno respeto de los derechos humanos y del Estado de derecho. Me uno a los obispos peruanos para decir: ¡No a la violencia, venga de donde venga! ¡No más muertes!”.

El magisterio que nos deja el Papa Francisco es amplio, marcado por la misericordia en sus más amplias manifestaciones, pero que no puede ser entendido si no es desde el encuentro personal con Cristo, origen, medio y fin de una Iglesia que hace un camino sinodal hacia el Reino de Dios.

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