La búsqueda del oasis es lo que anima a atravesar el desierto. De esa manera, los veraneantes avanzan en medio del calor con el afán de encontrar un paraíso de fin de semana. Pero ese paraíso está, muchas veces, más cerca de lo que se piensa. A menos de 50 kilómetros de Lima, por ejemplo, en la renovada Punta Hermosa, un nuevo condominio se inaugura esta temporada. Se trata de Kaia, proyecto en conjunto del arquitecto Josip Vuskovic y Diego León de Peralta.
El proyecto apuesta por la exclusividad: en ocho hectáreas, solo hay veintidós casas, todas con lugar privilegiado y diseñadas de acuerdo con las particularidades de sus habitantes. Para Vuskovic, el reto era considerable. “Al comienzo se tenía pensado construir treinta y dos casas. Íbamos a levantarlas en la parte de abajo, en la orilla, en el fragmento que se le había ganado al mar”, relata el arquitecto. “Pero vimos que iba a resultar excesivo, y que esta distribución, arriba, hace al condominio más especial”.
Pero ese no fue el único cambio que se decidió en el camino. En un primer momento, se trabajaría con ocho tipos de casas, que se replicarían. Sin embargo, una vez iniciado el proyecto, Vuskovic entendió que la personalización de cada vivienda le aportaría más al plan: “Ahora cada una de las casas tiene algo especial que la distingue de las demás. E, incluso, aunque se repitan ciertos elementos, cada casa tiene una posición distinta en el acantilado, lo cual cambia completamente la experiencia del espacio”, afirma.
Pero, como todo condominio, guarda una clara unidad. “La continuidad está en la arquitectura fuerte”, dice Vuskovic, quien se considera “un arquitecto de líneas muy geométricas y espacios consolidados”. En el caso de Kaia y su frente hacia el mar, lo que se quería conseguir era enmarcar el paisaje: en las terrazas se genera una forma rectangular que encuadra lo que se tiene al frente. El resultado es un contraste entre el conjunto de construcciones geométricas que se acomodan a la irregularidad de la piedra que las soporta. “Teníamos que tratar que todas las casas tuvieran una vista espectacular hacia el mar, basándonos en el recorrido serpentinesco de la pista que conduce a la playa”, continúa explicando Vuskovic. “Había que adecuarse al terreno para que todas las casas se vieran beneficiadas con una buena vista. Y para no perder la esencia del acantilado”. Por eso también se decidió que todas las casas compartirían la misma base de piedra talamoye, para que la construcción emergiera de una manera más natural, desde el cerro.
Las casas oscilan entre los 220 y los 420 metros cuadrados, pero tienen el mismo programa. Se ingresa por un primer nivel de entrada. Abajo, recubiertas por la piedra talamoye, están las habitaciones de huéspedes. En medio se encuentra el área social; y arriba, la habitación principal, con su terraza propia. En el nivel medio, de ingreso, Vuskovic recurre a las plataformas voladas para ganar terreno a la roca. También para intensificar la experiencia de la altura: algunas terrazas vuelan sobre el mar, otras sobre la arena, proyectándose hacia el horizonte, hacia el cielo. Como si el paraíso estuviese, realmente, más cerca de lo que se piensa.
Por Rebeca Vaisman / Fotos: Gonzalo Cáceres Dancuart
Publicado originalmente en CASAS 206