Un nuevo proyecto busca poner en valor la Ruta del Pisco del Valle de Majes, que ha sido bendecido con un clima perfecto y cuenta con vestigios históricos y arqueológicos sorprendentes. Pero su gran atracción, sin duda, son las bodegas artesanales e industriales que producen nuestra bebida de bandera.

Por Raúl Cachay A., desde Arequipa

Entre el Mar y el Fuego es el nombre del plan de desarrollo turístico que busca poner en valor un itinerario cultural, enológico y gastronómico que, partiendo desde Camaná, en la costa arequipeña, hasta llegar al llamado Valle de los Volcanes, tiene en el Valle de Majes, un auténtico vergel en el que confluyen un clima francamente privilegiado con innumerables atractivos paisajísticos e históricos, a su principal eje conceptual.

Allí, entre bodegas que parecen detenidas en el tiempo, viñedos en los que se respetan métodos y tradiciones que se remontan al siglo XVII –algunos investigadores sostienen, incluso, que mucho antes– y una oferta culinaria que tiene como su emblema más ubicuo al camarón –que desde el 3 de enero hasta el 31 de marzo se encuentra en veda, por supuesto–, todo parece girar en torno al pisco y al vino.

El máximo icono de la tradición pisquera en la región arequipeña son las tinajas. En Majes se conservan algunas que tienen varios cientos de años de antigüedad.

Coctel de atracciones

Una visita al Valle de Majes, a poco menos de cuatro horas por carretera desde la ciudad de Arequipa, no solo consiste en catar piscos y vinos hasta que el cuerpo aguante.

Además de una sólida oferta gastronómica –hay innumerables restaurantes campestres y ‘recreos’ en las proximidades del río–, es imprescindible hacer una visita al inmenso y enigmático yacimiento de petroglifos de Toro Muerto, la más importante muestra de arte rupestre de esta parte del mundo, con sus más de cinco mil piedras volcánicas ilustradas con figuras zoomorfas y antropomorfas que fueron talladas, según cálculos científicos, entre los años 500 y 1300 d.C.

El clima seco y cálido del Valle de Majes resulta perfecto para el cultivo de la uva. Se calcula que en la zona existe más de un centenar de productores activos de vino y pisco, entre industriales y artesanales.

Y eso no es todo: en el anexo de Querulpa, a pocos minutos del complejo arqueológico de Toro Muerto, hay un ‘parque jurásico’ con huellas –reales, de más de 140 millones de años de antigüedad– y reproducciones a escala de dinosaurios en fibra de vidrio.

Y a unos diez kilómetros a las afueras del mismo distrito de Aplao se puede contemplar una curiosa formación rocosa conocida como “El castillo encantado” o “El castillo del faraón”, por sus gigantescas proporciones.

En bodegas como las de Majes Tradición o Cepas del Loro se producen piscos de altísima calidad que siguen los últimos estándares tecnológicos.

Como nunca faltan los intrépidos en todas las delegaciones de viajeros, el río Majes también es propicio para la práctica de deportes extremos, como el canotaje y el rafting.

Y un buen lugar para que se sientan a gusto tanto los amantes de los elíxires que se extraen de la uva como aquellos que sueñan con protagonizar sus propios videojuegos es el Majes River Lodge, de Julio Zúñiga Medina (pisquero, aficionado a los toros y entusiasta difusor de los atractivos turísticos de la provincia de Castilla), uno de los pocos establecimientos de la zona en los que se puede comer y beber bien y que, además, ofrece todas las facilidades e implementos para salir de excursión por los alrededores o lanzarse a los torrentes del río Majes.

El Valle de Majes cuenta con atractivos tan enigmáticos, como el yacimiento de petroglifos de Toro Muerto o la singular formación rocosa conocida como “El castillo encantado”.

Aunque aún falta mucho por hacer para que esta ruta turística esté en condiciones de recibir visitas masivas desde otros rincones del país e incluso el exterior, el Valle de Majes es algo así como el secreto mejor guardado en la inagotable palestra de atracciones que encierra la región arequipeña.

Pero no por mucho tiempo. Un lugar mágico como este, donde comer y beber pueden convertirse en genuinas epifanías, tiene que estar en la bucket list de todos los viajeros peruanos.