Todos respondemos distinto ante tiempos de crisis. Incluso dentro de una pareja. ¿Pero qué pasa cuando tienes que convivir con el estrés, la preocupación o el desinterés de tu pareja sin poder «escapar»? ¿Qué pasa cuando la convivencia se convierte en una cuarentena forzada? ¿Cómo se resuelven las diferencias dentro del matrimonio, en tiempos del coronavirus?
Por Jennifer Senior* Fotos Martin Parr
Hace una semana, bajé las escaleras, con la laptop en la mano, para mostrarle a mi esposo un hilo de Twitter terrible de un médico italiano. Había sido traducido al inglés y rápidamente se estaba volviendo viral. Lo miró, me dirigió una mirada inquisidora y me devolvió la computadora.
«¿Por qué me estás mostrando esto?», me preguntó.
No fue porque él había estado en negación toda la semana. Fue porque este hombre -que ha tenido más caos en su vida que yo y que se ha enfrentado a muchas más pérdidas-, estaba más tranquilo ante la adversidad que yo. Pero lo estaba empezando a cansar incluso de él, y no me había dado cuenta.
El coronavirus puede llegar a ser la prueba de estrés definitiva para las parejas. En 2002, por ejemplo, The Journal of Family Psychology publicó un documento que analizó a las parejas después de una tormenta de 1989, el huracán Hugo, comparando a los que habían vivido en los condados afectados de Carolina del Sur con los que no. ¿Los resultados? Más personas en los condados devastados se divorciaron al año siguiente. Pero más personas también se casaron. Y hubo un aumento en los nacimientos. El huracán provocó una gran cantidad de movimiento emocional, en todas las direcciones.
Ahora estamos frente a una crisis de una magnitud mucho mayor. La pandemia de coronavirus nos obliga a todos a lidiar no solo con las tensiones habituales de un desastre, que son financieras y logísticas, sino también con una sensación de temor. Todos tenemos que tolerar una dolorosa incertidumbre, ya que estamos esperando ver cuántos casos hay, cuán abrumados se encontrarán los hospitales y cuán grave será la situación económica.
Las parejas, incluso aquellas en relaciones largas, tienen distintas maneras de enfrentarse a la adversidad. La psicóloga Esther Perel, conductora del podcast “Where Should We Begin”, ha descrito diferentes estilos que pueden ser relevantes ahora mismo. Entre ellos:
Cómo las parejas afrontan la información en tiempos de crisis. Uno puede empezar a consumirlo todo; el otro tiene una noción más clara de «ya es suficiente» y se desconecta.
Cómo las parejas se ponen ante una emergencia. Uno puede estar preocupado por los riesgos; el otro se enfoca en seguir el ritmo de una «vida normal».
Cómo las parejas se mueven en un mundo donde ha habido un desastre. Uno toma una postura más estructurada y proactiva; el otro es más pasivo y fatalista.
Todos nosotros nos encontramos en este espectro en lo que a actitud y comportamiento se refiere, obviamente. Pero si fuera a generalizar, diría que yo me «entrego» a la crisis, en maneras tanto positivas como negativas. Me llenan de preocupación pero también de energía. Verbalizo mi inquietud, pero luego escribo acerca de ella.
Mi esposo, una esponja de información mucho más grande que yo, es más medido. Sabe cuándo dejar de leer los titulares, ir a cenar y prepararse un trago. No hace visible su estrés. Es como un termo: no puedes discernir su temperatura interior.
Para mí, él no reacciona. Para él, yo exagero. Y ahora, en estos tiempos de coronavirus y cuarentena, tomamos de nuevo cada uno nuestros roles habituales.
“Si tú polarizas y piensas que solo hay una manera de hacer las cosas, la tuya es una certeza falsa», recomienda Perel. «El punto es que lo vas a descubrir en el transcurso de la situación».
Eso significa que cuando las parejas chocan por sus estrategias para resistir ante una crisis, es importante recordar que ambas partes —dentro de lo razonable, claro está — tienen razón. O potencialmente la tienen. Cada uno merece ser escuchado porque realmente no puedes saber.
En la mayoría de los tiempos de crisis, podemos recurrir a otros para obtener ayuda y consuelo. En esta crisis en particular, se nos recomienda encarecidamente, si no se nos obliga, a auto aislarnos. Eso supone una enorme carga para nuestras parejas. Incluso en las mejores circunstancias, podemos cansarlos con una banda sonora familiar de historias, observaciones y ansiedades.
Para mantener nuestras relaciones sanas, todos tendremos que recurrir a comunidades virtuales de extraños, ya sea a través del trabajo o FaceTime o cenas virtuales.
Y también debemos recordar que las diferencias son útiles. Enfrentar esta crisis requerirá una gran variedad de fortalezas. «Lo llamamos resilencia colectiva».
*Senior es autora y crítica literaria. Esta columna apareció, en su versión en inglés, el 16 de marzo en el NYTimes.