Isabel Maguiña recibe a COSAS Novias con una amplia sonrisa en una fría mañana de invierno. La garúa de la madrugada y la humedad del aire llenan de vida cada arbusto, árbol y flor que habita en el jardín de su casa. Las pajareras desocupadas se despliegan por los rincones de la terraza, mientras Isabel admira las begonias rojas que están a punto de brotar a los pies de un enorme árbol. “Pienso usarlas en un bouquet de novia”, dice la diseñadora, acostumbrada a cortar sus propias flores para los toques finales de un arreglo.
“Las novias vienen a nuestro showroom y escogen su mantelería”, dice Isabel sobre las novias que la visitan: mujeres que saben lo que quieren, que cargan en su iPad imágenes bajadas de las redes sociales Pinterest e Instagram. Pero es Isabel quien las guía y enseña a diferenciar aquello que es mero efecto visual, “se puede hacer tanto con Photoshop, pero, cuando analizas, no hay nada especial, es solo retoque de iluminación”, y les señala lo que puede salir, aún mejor, si se hace en el Perú, “si vemos que han usado tal detalle en una decoración, les hacemos notar que con las flores que encontramos aquí se vería mucho mejor”.
Isabel realiza un servicio de decoración de mesas con el concepto de boutique: su trabajo es personalizado y, en casos de recepciones con un gran número de invitados, prefiere que sea un servicio de catering el que realice la instalación de las mesas, a quienes ella alquila la mantelería. “También me buscan cuando desean piezas especiales: un candelabro Art Nouveau, un florero que combine con el vestido de las sillas, o para dar un toque vintage a las fuentes de la tabla de quesos o postres”, dice.
La diseñadora disfruta al ver las fotografías de bodas de las celebridades, sin mayor interés en los personajes que las protagonizan, su mirada escudriña las nuevas tendencias en colores, telas y flores. El arquitecto Ludwig Mies van der Rohe dijo alguna vez: “Dios está en los detalles”, e Isabel Maguiña lo comprende a plenitud. ¿Su boda favorita hasta el momento? “Me fascinó cuando se casó la princesa Victoria de Suecia, todo era de una exquisitez absoluta, las flores, la mesa: sobriedad, elegancia y perfección”.
Por Caroline Mercado
Fotos de Javier Zea
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