“Aftersun”, el emotivo debut de Charlotte Wells. Noah Baumbach y su agridulce “White Noise”. Colombia y Laura Mora pisan fuerte con “Los Reyes del Mundo”. Ben Stiller produce “Severance”, entre las mejores series de los últimos años.
Por Jaro Adrianzén Rodríguez
Una niña se va de vacaciones con su papá. Registran sus risas en una cámara de imagen granulada, para una posteridad insospechada. Ella le pregunta qué soñaba con lograr a los treinta cuando tenía once años. Él está a punto de cumplir treinta y uno, y su mirada se ensombrece a solas. Nadan en la piscina. Se van a bucear. Juegan billar con desconocidos y ajedrez durante la noche. Disfrutan del arte de no hacer nada. Se pelean. Se amistan. Cenan en restaurantes. Van a ver alfombras. Pasean. Conversan. Ríen. Cantan. Bailan. Viven.
“Aftersun”, la ópera prima de Charlotte Wells, es una sucesión de eventos e imágenes cotidianas durante las vacaciones de Sophie (Frankie Corio) y Calum (Paul Mescal), registrados con una sensibilidad que prioriza los gestos de sus protagonistas en los encuadres y no acelera la extensión de sus escenas. Bajo la luminosidad de cada toma se tejen, gracias a la sutileza de su guionista y realizadora, la dudas e inseguridades de ella, que no termina de encontrarse entre los hombres mayores o de su edad; y la tristeza de él, develada en una caminata hacia el mar oscuro o un llanto desconsolado.
“Aftersun”, disponible en Mubi, es una obra sin estridencias ni aspavientos. Está trazada por la fuerza emotiva de los recuerdos gratos, de la cercanía en el trato familiar y de la complejidad del amor de un padre hacia una hija, y viceversa.
White Noise
La más reciente película de Noah Baumbach es una fiel adaptación cinematográfica de la novela de Don DeLillo (1985). Al igual que sus protagonistas -a cargo de Adam Driver y Greta Gerwig-, “White Noise” (Netflix) apunta en varias direcciones y sigue una sucesión frenética de hechos que dan cuenta del vasto oficio y registro del director. Las primeras escenas son a la vez un homenaje e ironía de las comedias estadounidenses: la familia reunida en el caos de la cocina, conversando todos a la par sobre infinidad de temas, el padre leyendo el periódico, la madre tratando de poner orden mientras oculta un secreto al resto.
Driver, que no deja de entregarnos interpretaciones robustas, encarna a un profesor especializado en Hitler, atormentado junto a su esposa por el miedo a la muerte, y responsable de guiar y proteger a su familia durante la emergencia desatada a raíz de un agente tóxico que asola al pueblo. Este evento ocupa el segundo acto del largometraje, acaso el mejor logrado. Explora, también, la variante paranormal del género fantástico, con escenas -como la del embotellamiento en la carretera- que rememoran al Spielberg de antaño.
“White Noise” alcanza picos gracias a un buen trabajo de guion/adaptación, dirección y actuación, como la secuencia en la que Driver y Don Cheadle intercalan ponencias sobre Hitler y Elvis. Una vez superado el frenesí de la emergencia toxicológica, el tercer acto se presenta más pausado y analítico, centrado en el misterio alrededor del personaje de Gerwig. Además de resultar un tanto extendido, deja la sensación de que algunos parajes del libro funcionan mejor en su formato escrito antes que cinematográfico. Con todo y eso, sin embargo, se trata de una película que enriquece la filmografía de Baumbach y lo ratifica como un cineasta de nuestro tiempo.
Los Reyes del Mundo
La ley del machete y la impronta del achoramiento se impone en las calles de Medellín, allí donde se forjó la banda de cinco muchachos protagonistas de “Los Reyes del Mundo”, disponible en Netflix. Con cámara al hombro, Laura Mora los sigue en una travesía que recorre Colombia -y la belleza de sus virtudes y el repudio de sus demonios- en búsqueda de la tierra que uno de ellos ha heredado.
Encarnados por actores no profesionales, los cinco personajes juegan, ríen, se cuidan y hasta pelean con soltura. Tienen la picardía y química refrescantes de ese primer viaje en camión o de la competencia para destruir focos en la calle. Ortega contrasta estos momentos con pausas para la reflexión, captadas en primeros planos sostenidos de sus rostros, tan duros como inocentes: no hace falta decirlo para saber que son huérfanos de sangre y en buena cuenta invisibles a su patria.
El guión aborda con acierto temáticas intrínsecas a Colombia y Latinoamérica -desde las secuelas de la guerrilla hasta la marginalidad juvenil-, un sello distintivo de buena parte del cine en esta parte del globo. Sin embargo, pierde la agudeza al subrayar con demasiado énfasis el descontento social de los sectores relegados por el Estado (la escena del bloqueo de una carretera, por ejemplo) y la problemática de la minería ilegal. A pesar de eso, “Los Reyes del Mundo” es un relato crudo y potente, lejano a la dulzura de los finales felices y fortalecido con el acercamiento de sus personajes al mundo de los muertos y la fantasía, presentada en visiones de la pureza convertida en animal.
Severance
La empresa Lumon, de fines nunca del todo precisados, ha desarrollado un proceso para separar en dos la mente de algunos de sus trabajadores, creando dos versiones de una sola persona, cada una con sus propios recuerdos: el que trabaja al interior de la oficina y el que vive en el exterior. Mark (Adam Scott), por ejemplo, se sometió a la intervención para olvidar por ocho horas diarias la muerte de su esposa. Pero pasará del convencimiento de su decisión al escepticismo cuando un colega -cuya existencia no conocía, claro- logre revertir el proceso y advertirle, en el mundo exterior, del riesgo de seguir trabajando en esa compañía.
Los nueve episodios de “Severance”, en Apple TV, cuentan una historia de duelo, olvido, misterio y represión bajo las formas de la ciencia ficción. Los escenarios de la oficina evocan una mente alterada: largos, blancos e inacabables pasillos, rincones que no se quieren visitar (llámese el ‘área de descanso’) y espacios inesperados (el episodio de la aparición de las ovejas es fascinante), además de pasajes como el de la sesión de baile en el episodio siete, que evoca a la “Ex-Machina” (2015) de Alex Garland. Acompaña, además, la pericia de la cámara y el uso del dolly, que permiten jugar con el fondo y las dimensiones del rostro de los protagonistas cuando estos ingresan a través del ascensor, cambiando de su versión exterior a la interior.
Sumada a personajes llenos de matices como Milchick (Tramell Tillman) o Burt (Christopher Walken), la trama se enriquece cuando, luego de presentar las normas de convivencia de la lógica planteada, Mark y sus colegas las desafían preguntándose cómo será su vida en el exterior. Ben Stiller, que es productor, dirige seis de los nueve episodios, siendo los tres finales lo mejor que nos ha dado el streaming en los últimos años. Deja todo listo para una auspiciosa segunda temporada.
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