“Que se meta su diagnóstico al culo”. Fue lo que, literalmente, Anahí escribió en su cuenta de Twitter el 7 de julio del año pasado, un minuto después de utilizar la misma red social –en la que hoy registra más de 800 mil seguidores– para divulgar que padecía de trastorno límite de la personalidad. “Soy borderline y depresiva”, confesó, y de inmediato se convirtió en noticia estelar.

Vestido y zapatos de Mozh Mozh, casaca de Dhosis y correa de Salvatore Ferragamo.

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El “diagnóstico” que despertó su indignación había surgido de un análisis menos profundo que su deseo de introducirlo en aquel lugar improbable. “Parte de su personalidad es la confrontación, y ahora está mostrando la agresión… Es la ‘pituquita’ que está por encima de los demás, la rebelde sin causa”, había dicho sobre ella Tomás Angulo, el doctor (¿?) de sonrisa envenenada que pasea sus opiniones por cuanto programa lo convoque.

–Me fastidió mucho que este personaje diera un diagnóstico de mí sin conocerme, con tanta ligereza. Para colmo, ni siquiera era acertado, ni cercano a quien yo soy. Eso me motivó a hacer público mi verdadero “diagnóstico”, por decirlo así. Pero no pensé que iba a ser la noticia que fue; no me parecía gran cosa –dice Anahí, dieciséis meses después del tuit que hizo las delicias de la prensa–. Soy bastante impulsiva, entonces vi esto, me enfurecí, escribí y lo solté. No medí la magnitud de lo que estaba haciendo, pero luego tuve un apoyo que tampoco pensé tener. Mucha gente con el mismo problema me escribió para pedirme ayuda, consejos… No pensé que iba a ayudar a tantas personas; me siento muy útil pudiendo ayudarlas a sobrellevar sus problemas. Si yo puedo salir adelante, ellas también, ¿no? Todo el mundo puede llevar una vida normal si quiere.

—¿Desde cuándo eres “adulta”?

—(Lo piensa unos segundos) Desde los veintitantos.

Ahora tiene 33. Le pregunto si ha sentido la necesidad de tener hijos… humanos.

—La verdad es que nunca he pensado en tener hijos –responde, convencida–. No ha sido un tema para mí. Quizá no he llegado a ese punto de maternidad en que mi reloj biológico… –Se interrumpe un segundo para calmar al gato que maúlla. “Ya, mi vida”, le dice–. Veo a mis amigas que están teniendo hijos y digo: “Sería bonito, ¿no?”. Pero mi trabajo demanda demasiado; tendría que parar y, para hacerlo, necesitaría tener un colchón grande, la tranquilidad económica para criar a mis hijos sin necesidad de trabajar. Además, creo que los hijos deberían llegar cuando haya una familia que los quiera, ¿no? (A comienzos de 2014, Anahí se casó con un hombre ajeno al show business, Franco Ferrari).

Blusa de H&M, body de Mozh Mozh y mangas de Dhosis.

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—¿Te imaginabas casada o fue algo que se dio en el camino?

—Fue algo que se dio en el camino. Siempre soñé con casarme, pero como algo fantasioso, como todas las niñas sueñan con ser princesas. No lo sentía como “¡se me está pasando el tren, tengo que casarme!”.

—¿Te costó tomar la decisión?

—No –responde, cortante–. La verdad es que prefiero no hablar de mi matrimonio ahorita.

—Sin tener que mencionar a tu esposo, ¿qué fue lo que te llevó a casarte?

—La tranquilidad –contesta muy seria–. La tranquilidad que sentía en ese momento.

LAS APARIENCIAS

—¿A qué se debe el cambio de look?

—Estaba con el pelo blanco, grabando “Aj Zombies” –microcomedia peruana que se emitió en YouTube en 2014, y que tendrá nuevos capítulos gracias a la app francesa Studio+, del conglomerado Vivendi, la primera en ofrecer series para smartphones. Vivendi ha fichado la serie para lanzarla a nivel internacional a través de esta tecnología. En el Perú, los nuevos episodios podrían verse desde enero de 2017 mediante un operador telefónico que aún mantienen en reserva–. Y me descuidé –continúa–. En la serie usaba peluca; llegaba a mi casa, me la quitaba, me lavaba el pelo y me iba a dormir, pero, cuando tienes el pelo decolorado, debes cuidarlo mucho. A mí se me puso feísimo, muy seco. Además, a la hora de pegarme la peluca el primer día, se me pegó el pelo, no pude sacarme la goma y me quedé con huecos al costado de la cabeza. Entonces me rapé esa parte y, luego de dejarlo crecer por un mes, dije: “En verdad, este corte de pelo no me gusta”, y me rapé la cabeza.

Top de Mozh Mozh, pantalón de Dhosis y anillos de Ilaria.

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—En redes sociales, recibiste una dosis de bullying por eso.

—Sí… de todo, ¿no? Algunos me decían que parecía hombre; y, cuando me pinté el pelo de blanco, que parecía travesti… De hecho, me “bulearon” un poco por mi pelo, pero nada fuera de lo común. Ya estoy acostumbrada al bullying en redes sociales.

—¿Te gustas? ¿Estas satisfecha con este look?

—Ahorita estoy feliz con mi pelo, me encanta, es supercómodo. Y justo en la obra que estoy haciendo –“Tito”, en concurso en el Icpna del 26 al 28 de octubre– me quieren con el pelo así. Se sitúa en los setenta, en un país cualquiera de Latinoamérica, y yo soy la líder de un partido político de izquierda vinculado con grupos terroristas. Es el reto más grande que he tenido en mi carrera, y el que más estoy disfrutando.

—En cuanto a estilos de vida, existe la percepción de que eres recontra juerguera.

—Siempre me ha gustado salir de fiesta con mis amigas. Habré ido a tonos electrónicos en algún momento, pero no soy de… Sí juergueo con mis amigas, me cago de la risa, pero ya no soy de ir a discotecas. Antes iba mucho más; de hecho, cuando no era figura pública, salía mucho más con mis amigas, porque también era más chibola. Ahora voy a una discoteca y me siento una mamama –sonríe, mientras sus gatos se impacientan y afuera comienza a oscurecer–. Hace un tiempo fui a Dalí y realmente me sentí como una anciana; todas allí eran chibolas, enormes, preciosas, y yo me sentía como: “¡Putamadre, vámonos a dormir, ya son las dos de la mañana, tengo sueño, debo levantarme temprano, tengo ensayo!”. No es que me haya vuelto más aburrida, sino que ahora escojo mis fiestas de manera más picky. Y tengo una responsabilidad muy grande sobre mi trabajo y sobre mantenerme bien y estable. La juerga no contribuye a eso; la juerga desestabiliza. Entonces, trato de no quedarme en un sitio hasta las cinco de la mañana.

Top de Dhosis, pantalón de Carolina Herrera y anillos de Ilaria.

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—¿Tienes una idea a largo plazo de lo que quieres hacer con tu vida?

No pienso mucho en el futuro. Trato de vivir mi presente al máximo. No sé qué va a pasar mañana; no sé si mañana nos vamos a morir todos.

—A lo mejor, nos comen los zombies.

—Tal vez… o tal vez llega el fin del mundo, quién sabe. Por eso, prefiero vivir bien mi día, tranquilo, completo, y disfrutar mucho lo que hago. Me encanta mi trabajo; creo que no podría hacer otra cosa. Es lo que me motiva a salir de la cama por la mañana. Mi trabajo es mi vida, y el futuro es totalmente incierto… ¿Para qué nos vamos a preocupar por lo incierto?

Entrevista: Mariano Olivera La Rosa
Fotografía: Jorge Anaya
Estilismo: Agoney González
Producción: Joaquín Jerí
Maquillaje y peinado: Olga Soncco
Asistente de estilismo: Alexandra Carcausto y María Fernanda Salazar
Agradecimiento especial a Hotel Mykonos, Máncora

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