El concertista y compositor peruano Javier Echecopar revela la riqueza de un legado musical que fusiona lo europeo, lo indígena y lo afrodescendiente. Con una trayectoria internacional, más de veinte discos y publicaciones, defiende que la guitarra encarna la síntesis cultural del Perú y que el barroco colonial sigue vivo en nuestra identidad contemporánea. 

Por: María Jesús Sarca Antonio Fotos: Víctor Ruíz

Al entrar en la casa de Javier Echecopar, noto muchas señales explícitas de música en cada rincón. Pinturas de Herman Braun-Vega donde aparece junto a su guitarra, partituras cuidadosamente ordenadas, un cuadro con notas de la iglesia de San Julián el Pobre en París y su libro “La música del Perú” me confirman su presencia. Entre los objetos más singulares destaca un retablo huamanguino incrustado dentro del cuerpo de una guitarra. 

Obra de Herman Braun-Vega con Javier como figura central dentro de un collage barroco.

Con humildad recuerda el inicio de todo: a los siete años recibió de una tía abuela su primera guitarra y descubrió un talento innato. Décadas de estudio, investigación y giras consolidaron su figura como concertista, profesor y referente en la recuperación del barroco colonial. Uno de sus mayores tesoros es una guitarra romántica mestiza, con silueta de inspiración italiana, de más de 160 años. Sus cuerdas dulces responden al instante cuando los dedos de Javier las acarician. “Esta maravilla estaba en el Cusco completamente rota y la pude reparar en Francia. Después me di cuenta de su edad (desde 1863) y supe que es la más antigua de toda América”, recuerda, mientras deja escapar unas notas al aire, guiado solo por el oído, sin necesidad de mirar. 

—¿Qué te inspiró a comenzar a explorar el barroco colonial peruano desde la guitarra? 

La guitarra tiene sus orígenes en el movimiento musical español de fines del siglo XV. El mundo árabe había introducido el laúd, que se propagó por toda Europa, y como respuesta los españoles —en pleno proceso de recuperar su territorio— crearon la vihuela. Este instrumento, considerado extraordinario, funcionó como un escudo frente a la expansión del laúd. Hoy solo queda una vihuela íntegra en una iglesia jesuita en Ecuador, mientras que otra en Francia se conserva muy deteriorada. 

Con el tiempo surgió la guitarra de transición, de 11 cuerdas, y más tarde la guitarra romántica. Aunque fue relegada por el auge de los instrumentos de cuerda franceses e ingleses —violines, violas y violonchelos—, la guitarra continuó desarrollando su propio camino. Así como hay un Raúl García Zárate, hay Jimmy Hendrix y Paul McCartney. La guitarra es un instrumento muy democrático, porque es como una pequeña orquesta que se pasea por diferentes capas sociales. 

Javier Echecopar y Cynthia Sturner de Echecopar

Javier Echecopar y su esposa Cynthia Sturner.

—¿Qué lugar ocupa la música en la historia del Perú antes y después de la llegada española? 

El Perú pre-colombiano tuvo muy presente a la música y la danza en el corazón de la vida social, ya sea en lo ritual o festivo, desde la Amazonía hasta la costa. Una teoría sugiere que la fuerza telúrica y poética de la cordillera de los Andes inspiró esta riqueza, convirtiendo al Perú en un territorio musicalmente privilegiado. 

Por el lado español, con su llegada en 1535, permitió un crisol extraordinario, nutrido de conocimientos de Bélgica, Austria y Roma. Esa música se encontró con una tradición milenaria, una tierra fértil, que dio origen a más de 700 géneros musicales, sin contar la Amazonía. Cientos de partituras llegaron al Perú virreinal, especialmente a las catedrales de Lima y del Cusco. Hoy, dos de los principales repositorios se conservan en la Catedral y en San Antonio Abad del Cusco. Una pavana italiana llegó en 1600 y a los 30 años se había convertido en chonguinada o tunantada. Un minué se transformó en vals criollo con un toque muy especial. La música peruana puede contar la historia de nuestro país

“El Perú, en el continente latinoamericano, es el territorio que más ha bebido de Europa sin ser europeo”.

—¿Qué caracteriza al barroco que se desarrolló en el Perú? 

Aquí el barroco no fue una copia, fue un barroco mestizo que comenzó a mezclarse con nuestras raíces precolombinas y afrodescendientes. De ese encuentro surgió una música nueva, única en el mundo. España marcó el inicio, pero el Perú enriqueció, transformó y resignificó ese barroco. Fue un intercambio de doble vía. Un ejemplo es la marinera, que se nutrió de las jácaras, luego del fandango y también de la samacueca. El barroco es como una sala de espejos y cada espejo refleja una identidad distinta. Los peruanos vivimos en esa multiplicidad: lo indígena, lo europeo, lo africano. La tarea es mirarnos en cada espejo, reconocerlos y darles el mismo valor. El Perú, en el continente latinoamericano, es el territorio que más ha bebido de Europa sin ser europeo. Esa es nuestra riqueza.   

El criollismo heredó de esa tradición sus caprichos y giros inesperados, elementos que terminaron convirtiéndose en rasgos esenciales de nuestra identidad sonora. La riqueza musical del Perú precolombino permitió que lo europeo encontrara aquí un equilibrio particular: la sensualidad y elegancia traídas de España se fusionaron con la dulzura, la profundidad y la ternura del mundo andino, dando origen a un lenguaje musical propio. 

El disco reúne 18 obras que recorren la riqueza del repertorio peruano, desde lieder y huaynos hasta un yaraví del siglo XVIII.

“El barroco colonial peruano deja un legado inmenso para la música universal, si se sigue el camino adecuado”, afirma Javier y concuerdo con él: la música del Perú puede convertirse en un nuevo sol cultural para el país, del mismo modo que lo logró la gastronomía. 

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