Superada la tormenta política de marzo, el presidente de la República Martín Vizcarra eligió a un nuevo Gabinete Ministerial. Su primer ministro, César Villanueva, busca el apoyo del Congreso, que ahora muestra una actitud más tolerante.

Por Débora Dongo-Soria S.

Las críticas no se hicieron esperar en enero, cuando el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski bautizó tardíamente 2018 como el “Año del Diálogo y la Reconciliación Nacional”. Lo habría hecho por dos motivos: darle un sentido nuevo al polémico indulto a Alberto Fujimori en la última semana de 2017 y tratar de aprovechar los buenos vientos que la visita del Papa traería al Perú a inicios de este año.

Pero lejos de que las agitadas aguas políticas se tranquilizaran, lo que vino fue una tormenta perfecta en el Congreso que pocos meses después lo obligó a renunciar al cargo. A pesar de ese mal comienzo, pareciera que finalmente con el estilo que va impulsando Martín Vizcarra en el ejercicio de la presidencia de la República y el de su nuevo primer ministro, César Villanueva, el nombre de este año sí podría terminar pegando.

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El miércoles 2 de mayo, está previsto que Villanueva acuda al Congreso con sus ministros para presentar la política general de gobierno y pedir el voto de confianza, como manda la Constitución. Vizcarra ya adelantó que su administración se enfocará en los sectores salud, agricultura y educación; y que tendrá una política de austeridad. Además, ha dicho que se debe poner “punto final a la política de odio y confrontación”.

Hace mucho que no se notaba tan buen ánimo congresal para recibir a un gabinete. Durante la ronda de reuniones entre Villanueva y las bancadas, hubo voluntad de escucharlo y ninguna se opuso a darle su apoyo. Ni siquiera el incidente con el ahora ex ministro de la Producción, Daniel Córdova –la primera baja en los primeros veintitrés días del nuevo gabinete–, tuvo la repercusión que en otros momentos hubiera tenido sobre la cabeza de un primer ministro. Prevaleció la rápida reacción de Villanueva de pedirle la renuncia. La oposición tampoco aprovechó el dato del crecimiento de la pobreza en algo más de un punto porcentual (375 mil peruanos) para golpear al gobierno. El primer ministro volvió a mostrar buenos reflejos. Dijo que durante su presentación ante el pleno presentará un proyecto “muy serio” para recuperar la economía y reducir la pobreza.

Fernando Zavala fue primer ministro durante el primer año de gobierno de PPK.

La oposición se muestra tolerante con el Ejecutivo porque hoy el escenario es otro. La bataola política producida por la salida de PPK terminó debilitando a toda la clase política. El fujimorismo, por ejemplo, se partió en dos y algunos de sus miembros en ambas facciones tienen acusaciones serias en su contra. El punto final de la crisis política de marzo, que implica la llegada de Vizcarra a la presidencia –hasta ahora con 57% de aprobación, según Ipsos Perú– ha tonificado en algo a todos los poderes del Estado. El Congreso, a pesar de haber subido once puntos porcentuales, continúa con una baja aprobación (25% en abril). La opinión pública le pide un cambio de actitud al Congreso. El 84% cree que debe ser más conciliador y dialogante con el gobierno, según la misma encuestadora.

Otro factor que ayuda al Gabinete Villanueva es que quien busca la confianza del Congreso es también un congresista que, según se dice, es muy apreciado por sus colegas. A diferencia de su antecesora, Mercedes Aráoz, Villanueva no viene del partido de gobierno (es de Alianza para el Progreso) y no ha tenido desgastantes enfrentamientos con la poderosa mayoría naranja que sentía que Peruanos por el Kambio le había “robado” la elección. Hay que recordar, además, que César Villanueva fue uno de los impulsores de la segunda moción de vacancia contra PPK, la cual finalmente se vio truncada por la renuncia propiciada por la difusión de los “mamanivideos”.

Mercedes Aráoz fue la cuarta mujer en asumir el cargo de jefe de gabinete.

A pesar de ello, Vizcarra lo eligió como su primer ministro. En la decisión del presidente habría primado la confianza que le tiene a partir de su relación como gobernadores regionales. Vizcarra lo fue por Moquegua (2011-2014) y Villanueva por San Martín (2007-2013), cargo al que renunció para asumir la presidencia del Consejo de Ministros durante el gobierno de Ollanta Humala. En Villanueva, quien en 2012 fue elegido presidente de la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales, Vizcarra encuentra el soporte que pueda ayudarlo a cumplir su meta de hacer de su gobierno “el gobierno de las regiones del Perú”.

El detalle de haber ejercido antes la presidencia del Consejo de Ministros es algo que lo diferencia de sus antecesores –Mercedes Aráoz y Fernando Zavala–, quienes no habían ocupado ese puesto antes de asumirlo. Villanueva fue primer ministro durante cuatro meses. Renunció al cargo luego de que la entonces primera dama Nadine Heredia y el ministro de Economía, Luis Miguel Castilla, lo desmintieran públicamente por haber dicho que un posible aumento del sueldo mínimo estuviese en conversaciones.

César Villanueva empieza su gestión con 31% de aprobación, según Ipsos Perú, el mismo porcentaje que Aráoz (octubre de 2017) y Zavala (julio de 2016) cuando recién asumieron la presidencia del Consejo de Ministros.

La ceremonia de juramentación del Gabinete Villanueva se realizó el pasado 2 de abril en el Patio de Honor de Palacio de Gobierno.

El 48% aprueba al nuevo Gabinete Ministerial, aunque lo considera desconocido y de perfil bajo. La mayoría tiene experiencia en gestión pública y algunos han sido viceministros, como el canciller Néstor Popolizio; la ministra de la Mujer, Ana María Mendieta; la titular de Cultura, Patricia Balbuena; y el ministro del Interior, Mauro Medina. “Pero lo importante es cómo se comporten en la práctica”, precisa Allan Wagner, ex ministro y actual presidente de la Asociación Civil Transparencia.

Los nuevos ministros tienen el perfil que, según algunos analistas, es el adecuado para el actual momento. No es un gabinete “de lujo”, pero está compuesto por profesionales con experiencia en la administración pública. Además, no se caracterizan por sus habilidades frente a los micrófonos y las cámaras. Por ahora la atención no está sobre ellos, y esa puede ser una ventaja.

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La confianza que muy probablemente obtenga el gabinete en el Congreso no es un cheque en blanco ni durará para siempre. Dependerá mucho de las agendas que los propios partidos políticos desarrollen con miras a las elecciones regionales de octubre de este año y del derrotero que puedan señalar hacia el 2021. En este afán es muy probable que las demandas populares embalsadas desde hace un buen tiempo tiendan a manifestarse de una manera mucho más activa, y que, como a río revuelto ganancia de pescadores, las fuerzas políticas intenten llevar agua para su molino. Al margen de cualquier capacidad técnica del primer ministro y de su gabinete, lo que primará, como siempre, será la política.

“Entonces, nadie puede garantizar que este gobierno va a ser exitoso ni que va llegar necesariamente bien al 2021, pero nadie puede decir tampoco que va a fracasar”, opina Fernando Tuesta, politólogo de la PUCP. El mazo está barajado y las cartas están repartidas. Habrá que ver cómo administra cada quien la mano que le ha tocado para hacer un buen juego.

Los retos del Gabinete Villanueva

César Villanueva fue primer ministro del gobierno de Ollanta Humala durante cuatro meses.

El principal reto del gabinete es dar resultados inmediatos, considera Tuesta. La dupla Vizcarra-Villanueva no tiene cinco años para lograr sus propósitos, sino apenas 39 meses. Eso significa que los resultados en sectores claves, como salud, educación, seguridad y la reconstrucción del norte, deben ser una prioridad. Para eso tendrá que mejorar la economía. El MEF proyectaba un crecimiento de 4% para este año, pero redujo su estimado a 3,6%.

Según Luis Falen, analista senior de estrategia y estudios económicos de Inteligo SAB, el crecimiento de la economía tenderá a acelerarse gradualmente en los próximos meses, principalmente por la recuperación de la inversión pública en obras vinculadas con la reconstrucción y los Juegos Panamericanos, y la recuperación en la inversión minera. Sin embargo, un nuevo deterioro del entorno político o un mayor endurecimiento de las condiciones para el financiamiento privado de proyectos de construcción podrían afectar la recuperación de la inversión privada. De hecho, la incertidumbre política tiene un efecto de dos puntos sobre la inversión privada.

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A eso hay que sumarle el reto de la corrupción, que ha comprometido a toda la clase política. Vizcarra ya ha dicho que será su prioridad. Por lo pronto, a través de un Decreto Supremo ha propuesto la presentación de la declaración jurada de intereses y la difusión de códigos de conducta, pero sin que sean de carácter obligatorio. En la VIII Cumbre de las Américas, los jefes de Estado de la región reunidos en Lima firmaron un compromiso de lucha contra la corrupción, el cual será difícil de cumplir, ya que muchos de los gobiernos firmantes están acusados de corrupción.

Wagner sostiene que el Ejecutivo debería tener una actitud más proativa que el anterior. De cara a 2021, está pendiente continuar con la reforma electoral, impedir el ingreso de dinero ilícito a la política, contar con sanciones políticas en caso de comprobarse la existencia de contribuciones ilegales a partidos y empoderar a los organismos electorales, así como mejorar la administración de justicia.

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En el Perú, el rol del jefe de gabinete es el de un coordinador de ministros y portavoz del gobierno. El protagonismo que alcance depende de “sus características, liderazgo y voluntad de querer tener esa preponderancia”, dice Tuesta. Pero también es un fusible que al primer cortocircuito se quema. Por eso tiene que ser una de las piezas claves en recuperar la estabilidad política y generar confianza.

El apellido del primer ministro suena a cambio. Sin embargo, su nombre evoca reminiscencias romanas no tan gratas. Esperemos que la labor de César Villanueva sea de un diálogo que traiga la reconciliación nacional y no dé pie a la aparición de algún moderno Bruto.