La bióloga trabaja desde 2007 por la conservación de las especies vulnerables del mar peruano. Como parte de un proyecto universitario, decidió investigar acerca de la mortalidad de las tortugas marinas. Ese primer acercamiento a las comunidades del norte sería el inicio de una gratificante travesía –centrada, hoy en día, en preservar a la mantarraya gigante– que acaba de volver a ser reconocida, esta vez, con el Premio Whitley a la Conservación.
Por Vania Dale Alvarado (@_parasitoparaiso_) / Foto de Sanyin Wu
Kerstin Forsberg llevaba más de un año y medio esperando la respuesta del gobierno a su petición de proteger oficialmente a la mantarraya gigante, hasta que, en 2015, la captura de un ejemplar de esta especie en Tumbes por uno de los pescadores locales atrajo gran atención mediática. “Entonces, aprovechamos para salir a decir que habíamos mandado la propuesta al gobierno hace tiempo y que aún no teníamos respuesta. Al día siguiente ya me estaban llamando para ver el tema”, recuerda la bióloga peruana.
Después de un proceso en el que trabajó conjuntamente con las autoridades pertinentes, se pudo sacar a flote un decreto ministerial para proteger a esta especie vulnerable. “Eso es lo lindo de la conservación, que cada uno puede apropiarse del proyecto desde su área. No tienes que ser biólogo; puedes ser un empresario o un ama de casa y aportar desde tu propia trinchera. Con el gobierno, ya estamos trabajando en un próximo decreto y todo el instrumento legal que este requiere para proteger al pez sierra, que es otra especie en peligro de extinción”.
En efecto, la labor de Kerstin no se limita a intentar salvar una sola especie. “Las mantarrayas, para mí, son como un paraguas, un emblema: las adoro, son fabulosas, pero mi preocupación es que la gente empiece a cuidar más el mar”, confiesa. De hecho, ella empezó trabajando por la conservación de las tortugas marinas, cuando apenas tenía veintidós años. “Mi primer acercamiento con las comunidades del norte fue gracias a una investigación acerca de la mortalidad de tortugas marinas. En el primer mes, ya tenía cien voluntarios locales, entre jóvenes que patrullaban las playas para evaluar los varamientos de las tortugas marinas y pescadores artesanales que empezaban a liberarlas cuando caían en sus redes, además de reportar el hecho. Es a raíz de esa plataforma comunitaria que se formó que yo fundo Planeta Océano”.
Planeta Óceano
Es a través de esta ONG que Kerstin busca empoderar a las comunidades, involucrándolas activamente en la problemática del mar peruano y de las especies que en él habitan. Con Planeta Océano gana el mar, pero también gana la comunidad.
No solo trabajan con los pescadores, a quienes han ayudado a formar una asociación dedicada al ecoturismo con mantarrayas y fauna marina, y a los que capacitan constantemente para tal propósito; sino que con las instituciones educativas locales –más de cincuenta colegios– que miran a la playa, cuyos estudiantes son, en su mayoría, futuros pescadores. Con ellas ha formado la llamada Red de Educadores Marinos Costeros, que trabaja con los docentes y promueve el emprendimiento de jóvenes que, a su vez, trabajan por la concientización del alumnado y la conservación de las mantarrayas en su zona.
Reconocimiento internacional
Por su gran aporte a la preservación de nuestro mar, la bióloga ha recibido más de una distinción. La más reciente es la que le ha otorgado The World Economic Forum, que la ha reconocido como uno de sus jóvenes líderes a nivel mundial (Young Global Leaders). Es la única peruana en la lista y la única mujer latinoamericana.
Dos años atrás, en 2016, los prestigiosos Premios Rolex a la Iniciativa recayeron sobre la peruana. Con el dinero otorgado, Planeta Océano pudo formar la asociación de pescadores e implementar otras iniciativas pendientes.
Pero quizás el premio que mayor impacto mediático ha tenido hasta el momento es el que le entregó la Whitley Fund For Nature –de la mano de la princesa Anne de Inglaterra– el mes pasado, conocido como el ‘Oscar Verde’, por su relevancia en el ámbito de la conservación. Las 40 mil libras de premio servirán para continuar con la investigación acerca del comportamiento de las mantarrayas, además de trabajar con los pescadores para evitar las interacciones con ellas, que pueden resultar perjudiciales para ambos; y, por otro lado, para conectar a los colegios involucrados en la Red de Educadores Marinos Costeros con instituciones educativas de Ecuador.