El tigre solo retrocede para saltar, reza un proverbio popular, y es con esa visión de empuje que el empresario ayacuchano Carlos Añaños Jerí se ha tomado un par de años sabáticos para pensar en devolverle a su natal Ayacucho la importancia histórica y el lustre que una vez tuvo.
Por Elizabeth Dulanto de Miró Quesada Foto de Christian Oses
Hombre ejecutivo y empresario que tiene a su cargo la empresa Ajeper para el mercado de Asia, luego de explicarle a su familia que necesita ese tiempo para organizar la puesta en valor de su ciudad, Carlos Añaños se metió de lleno en estructurar las bases del cambio, y ha empezado por formar el Patronato de Pikimachay para lograr los objetivos propuestos.
¿Perú, país de oportunidades…?
El sueño de todos debería ser que nos unamos y podamos aportar para hacer un concepto de comercio justo. Si lográramos un mejor equilibrio para toda la sociedad, encontraríamos paz y tranquilidad. Los problemas de inseguridad que vivimos son el reflejo de la inequidad. La mejor manera de evitarla es generando oportunidades de trabajo, oportunidades de desarrollo donde existan buenos empleos, buen tejido empresarial.
Sin duda, el país avanza gracias a la empresa privada y a los empresarios. ¿Cómo va a hacer el Patronato para trabajar teniendo el apoyo del gobierno regional?
El Patronato trabaja por un liderazgo de persuasión, de convencimiento, de filosofía de reflexión, porque es un organismo que no tiene interés político, ni económico. Por ende, el Patronato no pertenece a ninguna entidad del Estado. Es una representación de una sociedad civil ordenada y organizada bajo una estructura legal que permite nuestro marco en el Perú, basado en estas atribuciones que nos da la ley. Lo que intentamos es persuadir a nuestras autoridades para que le den un guiño adicional a Ayacucho, un mimo especial, y que todos se focalicen y sensibilicen sobre las áreas de oportunidad. Si fuéramos honestos y reconociéramos nuestra historia y el gran legado que nos ha dejado la cultura Wari, lo aprovecharíamos para obtener el primer pilar. El Patronato no ha pensado en decir: “Te doy un pescado”, sino “te doy una caña de pescar”, y cada pilar está pensado en que se convierta en un motor económico; no nos interesa darle un dinero a alguien para ayudarlo, no es lo correcto en nuestra visión. Lo correcto es ayudarlos a que fortalezcan su tejido empresarial, industrial, comercial, de servicios y la puesta en valor de todo el centro histórico; y eso decantaría en todo un circuito turístico para conocer Ayacucho: está la selva de San Miguel, la selva alta, el valle del Sondondo… El presidente Martín Vizcarra, que estuvo en nuestra inauguración, decía que por cada cóndor que hay en Arequipa hay diez en Ayacucho, y no miente, yo he estado en el valle del Sondondo, donde he visto encima de mí cinco cóndores de 4,5 metros a diez metros de distancia.
¿Cómo se enfoca el segundo pilar?
El segundo pilar es acercar la artesanía al arte. Sueño con que el artesano no haga un telar: tiene que hacer obras de arte. Una de las mejores artesanías es la de Louis Vuitton; esa marca era una artesanía. Hoy, el mundo está apreciando lo hecho a mano.
Mirando a futuro
Para acercar la artesanía al arte tiene que haber innovación, diseño. ¿Cómo lo piensan lograr?
Tenemos un plan estratégico. Hemos contratado a un instituto de diseño de Italia para convertir la artesanía en arte y que también esta pueda ser pagada como una obra de arte. Si hacemos que nuestros artesanos en lugar de vender un plato de cerámica en tres dólares, lo vendan como una pieza de cerámica de Talavera a 200 o 300 dólares, seríamos los hombres más felices. Investigación, innovación y diseño, necesitan esas tres cosas. Necesitan sus hornos, por ejemplo, eso es empresa privada, eso es robustecimiento del tejido empresarial. ¿Has oído hablar de Máximo Laura? Es un artesano ayacuchano que ha pasado por el proceso de investigación, innovación y diseño. Hace unos quince años vendía unos telares a cinco, siete, diez, quince dólares. ¿Sabes ahora a cuánto los vende? A siete, quince, veinte mil dólares. La diferencia está en convertir al artesano en artista ayacuchano. Este señor ha dejado de vender artesanía en Ayacucho; es un héroe vivo.
¿El Ministerio de la Producción tiene que darles esas herramientas?
Queremos ayudarlos a través de diferentes ministerios, sensibilizándolos de que el camino es este; Ayacucho es muy rico en arte. Yo no les llamo artesanos, para mí el artesano es el que junta bolitas y te vende a cinco soles en el parque. Lo que tenemos en Ayacucho son artistas que por razones diversas están vendiendo cosas que tienen áreas de oportunidad. Hay que ayudarlos, el camino para salir es que hagamos que ellos crezcan y se desarrollen, necesitan investigación, necesitan al mejor diseñador del mundo que los ayude a entender colores, mezclas, volver a sus raíces. Tenemos que ir a ver la cochinilla, nuestros tintes naturales; el valor está ahí, no necesitamos usar productos sintéticos y venderlos con ese valor agregado.
El talento, el material y la dedicación están, hay muchas expresiones artísticas… ¿Por dónde empezar?
Por hacer un Centro de Artes en Ayacucho. Soñamos con capacitación, con que las metodologías se implanten en el Perú como un plan de trabajo, para que una vez que las aprendamos podamos replicarlas en las diferentes artes en Ayacucho, y que esto permita ese gran dinamismo. Creo que hay mucho talento, y ese es el segundo pilar. Por ejemplo, al que hace ceras le podríamos enseñar que haga velas de canela, velas maravillosas. ¿Cuánto vale una vela en Europa? Ese es el sueño del Patronato, ayudarlos a que hagan una marca, a que pongan en valor a su producto, a que puedan desarrollarse empresarialmente. El tercer pilar es lo que llamo ‘smart city’ o ciudad inteligente, porque creo que las personas tenemos que llenarnos de ilusión, pensar en el futuro y estar a la vanguardia. En el modelo smart city el menú es muy amplio.
¿Cómo enlazar este otro pilar?
Hemos escogido dos partes del menú que son fundamentales; la digitalización del centro histórico, que nos va a servir como una herramienta de base, como un inventario de todo el centro histórico. Con esa ayuda vamos a ponerlo bello como Cartagena de Indias; será una ciudad segura y amigable, con proyectos de movilidad para personas con discapacidad, y entre otros desarrollos técnicos conectará a la ciudadanía con las autoridades. Esto nos permitirá hacer una navegación desde cualquier parte del planeta y recorrer la ciudad de Ayacucho en forma virtual.
El Patronato mira hacia el futuro, pero ¿cómo hacer con la seguridad ciudadana?
Hoy, somos la cuarta ciudad en apreciación de seguridad. Ese es el tercer pilar: en ese concepto de ciudad inteligente, hemos creado un aplicativo que se llama Tucuy Ricuy, que significa “el que todo lo sabe y todo lo ve”, para poder tener monitoreada a la ciudad y a la ciudadanía. Es un aplicativo a través del cual en tres pasos, desde cualquier smartphone, puedes denunciar cualquier acto de criminalidad. Hemos logrado que en menos de un minuto tengas la respuesta de la policía, el serenazgo, defensa civil y bomberos. Hemos transversalizado todo lo que es concepto de seguridad ciudadana. En el fondo, puedes sentirte protegido y eso es fundamental.
Para terminar, ¿cuál sería ese cuarto pilar?
Es construir una marca Ayacucho. ¿Qué es Louis Vuitton, Prada, Cusco, Machu Picchu…? Una marca. ¿Qué es Ayacucho? Tendría que ser una marca, y la marca tiene que proteger sus productos de denominación de origen. Mi sueño es ‘descomoditizar’ las categorías. Por ejemplo, si pides una porción de arroz, ¿cuánto te cuesta? ¿Y cuánto te cuesta si pides un arroz basmati de la India? Eso es descomoditizar la categoría y ese es el valor de marca. En ese proceso, queremos ayudar a nuestros agricultores a que pongan en valor la lúcuma, el pacay, las papas andinas –tenemos cepas de hace ocho mil años–, la misma tuna. Pocos saben qué es el barbecho; no es otra cosa que el descanso del terreno. Siembras una papa andina y durante cuatro o seis años no puedes volver a sembrar en la misma tierra. Pero si vas al mercado y preguntas cuánto vale la papa criolla y cuánto la andina, no hay más diferencia que de un sol entre ambas. La papa costeña está llena de hormonas, de insecticidas, de productos químicos, para que crezca más en el menor tiempo posible.
Poner en valor esas papas andinas es luchar por su denominación de origen.
Ese es el cuarto pilar. Espero y sueño que, de los cuatro pilares que te he comentado, antes de diciembre de 2018 podamos cerrar por lo menos con tres terminados. Y el cuarto, referido a la nominación como patrimonio mundial, que es un proceso burocrático que tarda varios años hasta cumplir los requisitos exigidos por la Unesco, tendrá que esperar, pero estamos lanzando pronto la marca; mi sueño es hacerlo antes del 9 de diciembre, y la digitalización de Tukuy Rikuy ya la hemos lanzado. La modernización de Ayacucho ya comenzó, y el plan de recuperación del centro también; mis padres, Eduardo y Mirtha Añaños, están regalando la remodelación de la primera cuadra de Asamblea. Queremos que el ciudadano se sienta orgulloso de estar en una ciudad preciosa: que nos sintamos dignos descendientes de Piquimachay, de veinte mil años de historia