Caminando con soltura por su despacho, el empresario peruano-israelí de setenta y ocho años, poco dado a conceder entrevistas, adelanta comentarios sobre cuestionados temas de actualidad. Los recuerdos de su salida de Frecuencia Latina (hoy Latina) son la antesala de una agenda personal cargada de temas políticos y anécdotas reveladoras. Aquí una reveladora entrevista con  Baruch Ivcher.

Por Gianmarco Mendoza

A finales de diciembre del año 2000, Baruch Ivcher encabezaba una muchedumbre festiva. Frente a los muros que mandó construir luego del atentado terrorista que sufrió Frecuencia Latina en 1992, el abogado de profesión había terminado oficialmente con su exilio, recobrando el canal de televisión que la dictadura le había arrebatado.

Sobre la avenida San Felipe, en el distrito de Jesús María, el tráfico vehicular se detuvo. Sonrisas. Ruido. Algunos empujones. Una cámara lenta. Tras el punto de quiebre que experimentó el país luego de la caída del régimen de Fujimori y Montesinos, Baruch Ivcher volvía a posicionarse al mando del Canal 2 y de su empresa de colchones, antes de desaparecer –progresivamente– de la mirada pública hasta la repentina venta de Frecuencia Latina, en 2013.

“Hoy me dedico a la fábrica, es mi corazón. Entrar a la televisión fue el peor error de mi vida… el peor. Todos pensaban que buscaba poder cuando nunca lo vi de esa manera. A propósito, yo no le conté a nadie acerca de la venta. Hoy me preguntan: ‘¿Cómo te sientes sin Canal 2?’. Y digo: ‘Muy bien’. Aunque, entre mis amigos, la respuesta es totalmente distinta”.

En 1982, su empresa, Colchones Paraíso, fue auspiciadora del certamen Miss Universo.

Baruch Ivcher Bronstein nació en la ciudad ribereña de Hadera, en el distrito de Haifa, al norte de Israel. Tras realizar el servicio militar en la unidad de Comunicaciones, estudió Derecho en la Universidad Hebrea, para luego establecer un estudio de abogados en su ciudad natal. En 1970 vino al Perú, donde ya residían su padre Haim y su hermano Menahem, para trabajar en Colchones Paraíso, la empresa familiar.

Ivcher tiene cuatro hijas con su esposa Neomy Even: Dafna, Michal, Tal y Hadas. Entre ellas, solo Michal (Miki) se ha dedicado al negocio televisivo: dirige una comercializadora de contenidos con amplio alcance en el mercado internacional. Hadas, por su parte, es directora del área de Desarrollo e Innovación de Colchones Paraíso.

De izquierda a derecha: Hadas, Michal (Miki), Baruch, Dafna y Tal Ivcher.

—La transacción con el Grupo Enfoca (nuevo accionista mayoritario del canal desde 2013) ocurre cuando a Frecuencia Latina no le iba mal en relación con su competencia. ¿Cuál es el escenario actual?

—Yo dejé un canal con opinión, con línea editorial. Con un equipo de prensa y producción extraordinarios. Íbamos en segundo lugar, muy cerca del Canal 4. Hoy, si está como está, es por cómo lo manejan. En su momento, viajé a ferias en Argentina, en Cannes, para aprender de televisión. Llegué a una sola idea: nunca pongas un programa similar a otros que ya tienen éxito en los demás canales. Eso hizo la nueva administración, y ahí perdieron millones de dólares.

—Si bien me cuenta que ya no mantiene relación con los nuevos propietarios, hace unos años comentó que estos le aseguraron que mantendrían la línea editorial que su administración dejaba.

—Sí, me lo aseguraron. Nosotros teníamos credibilidad. Pero sacaron a toda mi gente. Lo peor, y esto me afectó muchísimo, fue que borraron de la página web oficial toda la historia del canal, que ahora empieza cuando ellos ingresaron. ¿Qué intereses tendrían con eso? No lo sé. Sin Canal 2, quizá hoy Montesinos y Fujimori seguirían gobernando… Yo ya no veo el canal. Después de la venta, me quedé un año en el directorio. Mi hija Miki fue prácticamente la vendedora de nuestros programas en el extranjero; luego, salió de licencia por motivo de su embarazo y no la dejaron regresar, fue vergonzoso. Le quitaron los derechos. Yo estaba confiado. Aunque, por un lado, me puso un poco contento, pues pensé que vendría a trabajar conmigo a la fábrica, pero ella está “enferma” con la televisión, ahora está produciendo. Yo también estuve así.

Fotografía: Javier Zea

—¿No le interesó entonces mantenerse en el directorio, quizá en posesión de un paquete accionario menor?

—No. Lo digo siempre: fue el más grave error de mi vida meterme en los medios de comunicación. Yo ahora casi no doy entrevistas. Tampoco he escrito libros. Hasta he tenido ofertas (“muy importantes”, recalca) para hacer películas sobre mi caso, y he dicho no. La razón es que lo más importante que uno tiene es su vida privada, la de mi familia y la mía. A mí solo me gustaron las primeras tres o cuatro semanas en que aparecía en diarios y televisión. Yo lo acepté, y entonces perdí mi privacidad.

Coyuntura política

Desde que se oficializó la venta del canal (semanas después de adquirir el paquete accionario de sus exsocios, los hermanos Winter, en octubre de 2012), Ivcher asegura estar desconectado del negocio televisivo. Con frases cortas y algo de desgano. Ciertamente, mostrando poco interés por el devenir de la que fuera su empresa desde mediados de los años ochenta, cuando una adversa coyuntura financiera llevaría a los catorce socios accionistas de la antigua Frecuencia Latina a considerar su participación.

Tres momentos: el 5 de junio de 1992 Frecuencia Latina fue víctima de un atentado terrorista de Sendero Luminoso.

Actualmente –sugiere– su consumo de televisión local se concentra en espacios informativos, y no escatima referencias a los programas y personalidades de su antiguo canal. “¿Tú ves Canal N? ¿Qué te parece? ¿Y lo que han dicho sobre el fiscal Chávarry? El programa que me gusta, y sigue la línea histórica de ‘Contrapunto’ (Frecuencia Latina, 1990-2000) es ‘Panorama’. Rosana Cueva, por ejemplo. Ella inició la caída del régimen al presentar las falsas declaraciones juradas de Montesinos. Actualmente, siento que hay canales que están todo el día, todo el tiempo, atacando. Todo de un solo lado. Mi pregunta es: ¿por qué no hacen con Sánchez y Hamilton (fiscales del caso Odebrecht) lo mismo que con Chávarry? En mi época, Frecuencia Latina (‘que en paz descanse’, apunta, con una media sonrisa), daba la verdad, pero sin atacar de la manera que vemos hoy”.

—Me comentaba que no está de acuerdo con la cobertura que se hace sobre las presuntas reuniones organizadas por Antonio Camayo del fiscal Pedro Chávarry y algunos periodistas. ¿Cuál es el motivo?

—A mí me molestaba que en el canal me buscaran generales de brigada para que los ayudara a ascender, algunos jueces… Todos están buscando lo mismo. Buscan por todos lados. Pero yo recibí a todos. Y Chávarry no dijo la verdad al principio, que es lo único que Sheput dice en su contra. Entiendo yo que el fiscal anterior también pagó dieciocho mil o veinte mil soles por un almuerzo con periodistas. Todos lo hacen.

Cinco años después, durante el segundo gobierno de Alberto Fujimori, la ciudadanía de Baruch Ivcher fue revocada, y la administración de su canal fue entregada a los hermanos Winter.

—Usted tuvo un rol durante el periodo final del régimen fujimorista. ¿Encuentra similitudes entre las revelaciones de los llamados ‘vladivideos’ y el impacto de las escuchas telefónicas o capturas de conversaciones vía chat en la coyuntura actual?

—No se puede comparar. Hay audios que son vergonzosos, pero muchos otros no dicen nada, no cambian nada o no demuestran ninguna maldad.

—Parece que son evidencia de cómo realmente se hacen las cosas en el país.

—Este es un lindo país, un lindo pueblo. Pero, lamentablemente, la política lo está destrozando, los politiqueros. Quizá el que entra en política tiene las manos limpias, pero luego, prácticamente, le están enseñando qué hacer…

—En su experiencia (Ivcher llega al Perú en 1970 para ocupar la gerencia de Paraíso), ¿esto siempre fue así?

—(Respira) Desde que estoy en el país, sí.

Junto a su esposa Neomy Even, sus hijas, nietas, yernos y su madre Malka Bronstein.

En este punto, Baruch se permite una digresión para ilustrar su experiencia. “Te cuento”, dice antes de ser interrumpido por su secretaria. Abandona la sala con pasos largos, para responder a su consulta. “No me puedes llamar ahorita, me están grabando. No puedes”, dice antes de retomar su relato. “Al término del gobierno de Morales Bermúdez, un ministro… un general –corrige–, no importa qué ministro o de qué institución, vino a mi oficina para cerrar una compra de colchones, de poco más de un millón de soles. Terminamos y él seguía sentado”.

“Me dijo: ‘Hemos quedado el precio. ¿Y lo mío? No te preocupes, la venta está hecha’. Me levanté de la silla. Él, como buen militar, hizo lo mismo. Me acompañó a la puerta. Le dije: ‘Lárgate’ (…). Y no recibimos la venta”, concluye. Después reafirma su desprecio por cualquier tipo de negociado (“los detesto”) con una frase que acostumbra repetir: “Cuando Baruch nació, la corrupción estaba de vacaciones”.

En el 2000, Baruch recuperó la presidencia del canal.

“Me pregunto –continúa Ivcher, refiriéndose nuevamente al clima político de los últimos meses–: ¿Cómo puede aceptar el presidente de la República toda esta ola antidemocrática? Hay formas de hacer las cosas. Se están poniendo en riesgo las inversiones, la labor de cualquier empresario que quiere seguir trabajando aquí. Sabemos que los fiscales viajaron a Brasil para traer más documentos; los tradujeron. Como dijo Tulio Loza: ‘¿Ons tan?’. Eso no le hace bien al Perú (…) ¿Quién no sabía que el Poder Judicial del Callao era lo más corrupto que existe? ¡Todos lo sabían!… ¡Todos! ¿Y qué hicieron las autoridades? Nada. Los responsables: Humala, luego PPK; ahora, Vizcarra”.

—Usted se mostró a favor de las candidaturas de García y PPK en las elecciones de 2015.

—Apoyé muchísimo a Kuczynski, confiaba en él. La verdad es que no sabía que es como es. Él estuvo aquí, vino con muchos que fueron sus ministros y congresistas. Puedo decir abiertamente: él está afuera con razón (…). Pero ¿qué pasa con el actual primer ministro (César Villanueva), una voz que exigía la salida de Kuczynski?; el actual presidente (Vizcarra) llamó desde Canadá hablando de eso. Y dijo que nunca habló con Keiko, pero estaba en su derecho de hablar. Para no meterme más, mi opinión es que temo que la pobreza extrema, que está desapareciendo, vuelva a crecer.

Con su madre, luego de romperse la pierna durante un partido de fútbol, en Israel.

—¿Le sorprendió lo ocurrido con Alejandro Toledo?

—(Ríe) Alejandro Toledo sin Baruch Ivcher no era presidente. No me sorprendió. En 1994, que fue la única vez que me invitó a almorzar, antes de las elecciones, me dijo: (parodiando su forma de hablar) “Hermano, he decidido presentarme a las elecciones. Quiero ser presidente”. Casi me ahogué de la risa. Decidí apoyarlo porque el otro candidato era Ricardo Belmont. Llegó a tener 14%. En el 2000, los periódicos chicha prácticamente le dejaron una alfombra roja: eliminaron a Andrade, a Lucho Castañeda, y quedó Toledo.

Un sinfín de enemigos

Ministros, presidentes, empresarios, inversionistas extranjeros, directores de los canales de la competencia, actores, periodistas, funcionarios públicos… Tal es la gama de personajes con los que Ivcher recuerda haberse reunido y, en algunos casos, sobre quienes dice manejar una apabullante cantidad de información en su archivo personal: entre artículos periodísticos, expedientes judiciales, documentos de inteligencia (con rótulos de “incinerar luego de explotar”), abundante información de sus propios procesos legales (y las conspiraciones en su contra), y folios que llevan el nombre y apellido de más de cinco decenas de personalidades de toda índole, “La Historia del Perú”, como la llama Ivcher, está alojada en un sótano debajo de su oficina, en vitrinas minuciosamente organizadas alrededor de una mesa de reuniones en la que destaca una camiseta autografiada por jugadores del Real Madrid.

—¿Diría que la televisión le dejó amigos?

—Sí. Directores de televisión, periodistas, artistas… Personas con las que existe mucho respeto mutuo. Muchas de las cuales hoy vienen a preguntarme por qué dejé el canal. Y dentro del fujimorismo, Santiago Fujimori. Un gran conversador.

En el 2009, condenaron a siete años a Montesinos por despojar de nacionalidad a Baruch Ivcher. Fotografía: Agencia Andina. 

—¿Enemigos?

—También. Un sinfín… Ni sé quiénes son.

Han pasado casi veinte años desde la tarde en que Baruch regresó al que en ese entonces era su canal. Frente a la puerta de acceso principal de la televisora se erige un busto con su nombre, en la diminuta alameda que separa las dos vías de la avenida San Felipe. Tras los muros de la antigua Frecuencia Latina, en el hall principal (compartiendo espacio con los logotipos de programas de la actual gestión), la placa de mármol, con un retrato del expropietario, se ha convertido en una vista de rutina para el personal técnico, de seguridad y ocasionales visitantes, algunos de los cuales a menudo olvidan que se encuentra allí.

“En reconocimiento y agradecimiento por su liderazgo, tenacidad y pasión”, inicia el escueto texto fechado el 19 de setiembre de 2013. El tiempo, después de todo, es un animal extraño que se alimenta de nuestras memorias.