Lo que ha atravesado Alejandro Osterling en los últimos dos años ejemplifica claramente cómo las adversidades más complejas pueden transformarse en oportunidades de éxito. Luego de sobrevivir a un cáncer que ya había derivado en metástasis, no solo ha mejorado su estilo de vida, sino que además se ha convertido en un próspero empresario en el rubro de la alimentación saludable. A continuación, su valiente testimonio.
Por Borja Goyenechea / Foto por Raquel Foinquinos
—¿Cuándo te detectaron el cáncer?
—En febrero del 2017. Me detectaron cáncer colorrectal grado IV.
—¿Cómo te enteraste?
—Empezó con dolores muy fuertes al ir al baño. Al comienzo, pensé que se debía simplemente a una falta de fibra en mi alimentación. Agregué más fibra a mi dieta, pero el malestar no se iba. Fue entonces cuando mi madre [Kathy Grimberg de Osterling] me insistió en hacerme una colonoscopía. Con los resultados de este procedimiento nos enteramos de que la causa del dolor se debía a un tumor cancerígeno.
—¿Atribuyes la aparición del cáncer a tu estilo de vida?
No, pero sí el desarrollo y la progresión. Desde mi punto de vista, el factor “mala suerte” fue protagonista. Como dato, en cada cuerpo aparecen alrededor de siete células cancerígenas diariamente y normalmente el sistema inmunológico se encarga de tratar estas células como agentes externos y las destruye antes de que proliferen.
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Lamentablemente, mi sistema inmunológico, deficiente y debilitado, no fue capaz de erradicarlas. Y ahí es donde mi estilo de vida me jugó en contra. No tenía consciencia sobre una alimentación sana, le daba más importancia a comer en función de mis objetivos físicos. Mi dieta se basaba en una excesiva suplementación deportiva a base de proteína animal.
Iba al gimnasio a hacer deporte anaeróbico y, luego de cada entrenamiento, me suplementaba con proteína de suero de leche, llena de ingredientes artificiales.
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Tomaba leche en el desayuno y comía carnes rojas casi todos los días, también embutidos y muchos snacks cargados de azúcar y químicos. Lo que pensaba, y lo que probablemente piense la gran mayoría, es que si hacemos deporte y nos vemos físicamente bien, estamos internamente bien.
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Falso.
—¿Qué más nos puedes contar acerca de los disparadores de la enfermedad?
—Uno es el estado emocional, relacionado al exceso de estrés, frustración y/o rabia, sin saber cómo canalizarlos. Hace aproximadamente nueve años fui cofundador en un emprendimiento de retail cuyo crecimiento fue descontroladamente acelerado. Con más de 75 personas en planilla, catorce puntos de venta físicos y canal de ventas por televisión, el compromiso personal con el negocio era bastante elevado y se cometieron errores por la inexperiencia −a mis veinte y pico años− que me costaron años corregir.
Si bien el retorno en aprendizaje que logré desarrollar fue altísimo, descuidé mi cuerpo, lo que desencadenó un quiebre en mi sistema inmunológico. Soy un fiel creyente de que la parte biológica está sumamente ligada a las emociones. Durante los últimos años prácticamente actuaba en piloto automático, sin conciencia sobre mis límites o mi salud; podía trabajar quince horas al día, sin dormir, sin comer, y no me importaba.
Entiendo lo que implica emprender, la presión y la carga de trabajo, y siempre voy a motivar el emprendimiento, pero con conciencia sobre uno mismo y de todo lo que nos rodea. Hay que dar prioridad a nuestra salud y a nuestra paz mental. Aprendamos a conocernos, a entender nuestros niveles de tolerancia a la presión y el estrés, a desarrollarnos emocionalmente para poder canalizar armónicamente las situaciones que enfrentamos. Siempre en búsqueda de un balance y serenidad.
—¿Qué hiciste cuando te enteraste de que tenías cáncer?
—Apoyado por mi familia, nos fuimos directo a un hospital en Nueva York, enfocado en tratamientos contra el cáncer. Te detallo los hechos cronológicamente: operación para extraer los nódulos del hígado, cirugía de ileostomía −corte en el intestino−, intervención para colocar un puerto de acceso, varias quimioterapias, varias radioterapias, operación principal para extraer el tumor principal y operación para revertir la ileostomía.
Este fue el tramo uno, en el cual se pudo extraer exitosamente el tumor madre. Definitivamente fue la etapa más difícil, pero siempre la enfrenté con una mentalidad ganadora, gracias al apoyo incondicional de mis padres, mi hermano, que hizo decenas de viajes de Boston a Nueva York para estar a mi lado, mis primos, abuelos, tíos, enamorada y amigos, se hizo más fácil. De pronto, ellos abrieron una ventana de luz que me dio la cuota extra de fuerza para seguir avanzando.