En el año 2011, el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, retó públicamente a Barack Obama a presentar pruebas que demostraran que el desempeño académico del multimillonario fue mediocre. Las pruebas nunca aparecieron. Sin embargo, en las primeras semanas del mes de marzo, Michael Cohen –su exabogado personal y vocero– denunció ante el Congreso una serie de maniobras para desaparecer estos documentos.
El alumno Trump
Donald Trump pasó cinco años en la Academia Militar de Nueva York; desde el otoño de 1959, luego de que su padre, Fred Trump, lo matriculara con el fin de que obtuviera más disciplina en su vida. Aunque no sobresalía académicamente, Donald era reconocido como un destacado jugador de béisbol.
Sin embargo, ya convertido en personaje público, cada vez que la prensa le preguntaba sobre su paso por la academia, él se jactaba de haber recibido “más entrenamiento militar que muchos de los tipos que ingresan en el ejército” y que sus padres lo matricularon allí porque “era un hombre sabio y ellos querían que tuviera más orden”.
En 2011, cuando Trump comenzaba a perfilar su candidatura a la Casa Blanca, retó públicamente al entonces presidente Barack Obama a que presentara pruebas que demostraran que era un “estudiante terrible”.
Luego de pocos días de su ofensiva contra Obama, la Academia Militar de Nueva York, que en esos momentos se hallaba bajo la dirección de Evan Jones, recibió una orden estricta y directa por parte del superintendente Jeffrey Coverdale: ocultar todo registro académico de Trump.
Jones ha manifestado que Coverdale fue a verlo preocupado y lleno de pánico: “Me dijo que varios exalumnos adinerados, incluido un amigo cercano del señor Trump, estaban presionando mucho a la administración para que pusiera el registro bajo su custodia”.
Ante estas declaraciones, Coverdale admitió que miembros del consejo de administración del instituto se comunicaron con él para que accediera a esta petición, aunque se negó a revelar dónde escondió los registros o a identificar a las personas que le dieron la orden.
“Trasladé los registros a otro lugar del campus donde no podían ser liberados. Es la única vez que moví los registros de un exalumno”, manifestó el exsuperintendente a “The Washington Post”.
El factor Cohen
A fines de febrero de este año, Michael Cohen, exabogado personal y vocero de Trump, denunció ante el Comité de Supervisión y Reforma de la Cámara Baja que Trump “es un racista, un estafador y un fraude” y que, durante diez años, se encargó de encubrir numerosas mentiras y crímenes para proteger a su patrocinado.
Además, admitió que parte de su trabajo era “atacar a los críticos y defender su reputación” ante los constantes cuestionamientos que recibía a diario.
En su intervención ante el parlamento estadounidense, Cohen admitió que en 2011 Trump le ordenó “amenazar a su colegio, a sus universidades y juntas directivas para que nunca se hiciera público su rendimiento académico”. Todo esto a través de cartas y llamadas telefónicas.
Ya a inicios de marzo, un portavoz de la Universidad de Fordham, donde Trump pasó dos años estudiando Administración de Empresas, confirmó lo denunciado por Cohen, respondiendo que “la universidad estaba obligada por la ley federal a no revelar ningún expediente estudiantil sin su permiso”.
Por su parte, la Universidad de Pensilvania, donde el actual mandatario estadounidense continuó sus estudios, prefirió no emitir comentarios. Ante estas denuncias, fiel a su estilo, Trump utilizó su cuenta de Twitter para defenderse y catalogar a su exabogado como “mentiroso y estafador condenado”.