La presidenta del Consejo Superior del Centro de Arbitraje de la Cámara de Comercio de Lima explica la evolución de los procedimientos de arbitraje en el Perú y su importancia en la resolución de litigios.
Por Manuel Ferreyros
Rosa Bueno de Lercari es una abogada que se destaca en un espacio en el que han predominado siempre los señores eminentes. Fue socia fundadora del estudio de abogados Fernández-Dávila & Bueno Asociados, y hoy preside el Consejo Superior del Centro de Arbitraje de la CCL, la cual organiza y administra gran parte de los litigios de mayor envergadura en nuestro país, y que recientemente ha celebrado su aniversario 25.
Como marco de referencia, es importante explicar que el arbitraje es una alternativa a las cortes judiciales tradicionales, pues permite que las partes elijan las reglas por las cuales resolverán su disputa y los árbitros que decidirán sobre esta.
Hace un cuarto de siglo, el arbitraje era casi una curiosidad para los abogados. Hoy ha pasado a ser el sistema por el cual se dirimen casi todos los litigios sobre las inversiones y transacciones más importantes en el país. Pero, al mismo tiempo –sobre todo a la luz de los recientes escándalos de corrupción que han remecido el Perú–, también hemos aprendido que el arbitraje no está exento de debilidades y no es inmune al abuso.
¿Cómo ha cambiado el sistema de arbitraje peruano desde que se fundó el Centro de Arbitraje de la CCL?
En el Perú, el arbitraje toma mucha fuerza a partir de la creación del Centro de Arbitraje. En ese entonces, el arbitraje era incipiente, y en estos 25 años el Centro ha acompañado el crecimiento del arbitraje y del Perú. Podemos analizar estadísticas: la curva de crecimiento del arbitraje, el crecimiento económico y de la captación de inversión extranjera van en el mismo camino.
¿Qué rol ha tenido el Centro de Arbitraje en contribuir a este desarrollo del arbitraje?
El principal aporte del Centro de Arbitraje ha sido la institucionalidad. Una contribución importante que hace la Cámara es su lista de árbitros: tiene una selección de 400 árbitros nacionales que están sistematizados o separados por especialización y por experiencia. Años atrás, hemos acompañado una lista de árbitros extranjeros, que son alrededor de cien. Y hemos sido pioneros en permitir que árbitros extranjeros arbitren en disputas domésticas. Ello sin duda ha mejorado los estándares del arbitraje en el Perú.
¿Qué desaciertos del arbitraje en el Perú se han presentado en los últimos 25 años?
Un tema no resuelto, porque no es de fácil solución, es la confidencialidad, que es entendida como un elemento fundamental del arbitraje versus la transparencia que se requiere en el mundo moderno. Si se entiende la confidencialidad como algo intocable, hay información importante para el mercado, para las partes y para tomar decisiones en el arbitraje que no se hubiera transparentado. No es solamente un problema que ha ocurrido en el Perú, sino en el mundo. Se ha discutido mucho, y la tendencia es que debe haber transparencia en el arbitraje hasta respetar los límites de la confidencialidad.
¿Cuál es la mayor ventaja del arbitraje como una alternativa de resolución de controversias?
Una es la especialidad. Cuando uno acude a juzgados civiles, estos no cuentan con suficiente especialización por parte de los jueces. En cambio, en el arbitraje hay árbitros expertos en contratos con el Estado, en concesiones, en telecomunicaciones, en seguros, en infraestructura, etc. Ello es una ventaja importante. También está la celeridad. Hemos digitalizado toda la información del Centro de Arbitraje de la CCL desde el 2012, y hemos encontrado algunas estadísticas que te puedo compartir: de 2012 a 2018, de todos los arbitrajes que han sido administrados por el Centro de Arbitraje, el 60% ha terminado con un laudo antes del año. El 28%, aproximadamente, ha terminado con laudo antes de los 18 meses. Entonces, casi el 90% de los arbitrajes que administramos termina con un laudo (decisión final en un arbitraje) antes del año y medio. Considerando que un laudo no puede ser apelado en una segunda instancia, los tiempos en que se obtiene una solución son muchísimo más rápidos y eficientes. Ello permite a los empresarios tomar decisiones respecto a la controversia y el conflicto.
¿Cuán eficiente es el Centro de Arbitraje de la Cámara de Comercio de Lima frente a otras alternativas?
Creemos que tenemos como mayor ventaja la institucionalidad. Es un centro que tiene 25 años de experiencia. El año pasado, hemos administrado 700 procedimientos. Y lo más importante son las personas que conforman el Centro de Arbitraje. Tenemos un Consejo Superior de Arbitraje que es una “corte” especializada que supervisa el procedimiento y que hace el test de ética y de integridad no solamente de los árbitros sino de todos los que participan en el proceso arbitral.
¿Qué tecnologías están cambiando la forma como funciona el arbitraje?
Todos los procedimientos se pueden llevar en este momento en línea. Tenemos una mesa de partes virtual, que tiene todas las medidas de seguridad para la protección de data de las partes. Pero todavía hay un poco de reticencia en aceptar este tipo de arbitraje, sobre todo cuando una de las partes es el Estado. Este avance de la tecnología, que va muy rápido, no necesariamente se acomoda a su forma de trabajar. Sin embargo, en los procesos entre privados, esto cada vez se está usando más.
Hoy en día, cada vez hay mayor representación femenina entre las abogadas y árbitras más destacadas. Sin embargo, esto no siempre ha sido así. ¿Cuál considera que ha sido el factor más determinante para producir este cambio?
Han sido varios factores. Ha habido un cambio de mentalidad. La equidad ya no se discute, está en el ADN de todos los profesionales, y eso ha permitido que las mujeres sigan avanzando en el desarrollo de sus metas profesionales. Sin embargo, todavía queda un trabajo grande por hacer. Es verdad que hay muchas profesionales mujeres destacadas. Pero, por ejemplo, en nuestra lista de árbitros, solo 18% son mujeres. Entonces, creo que todavía falta un poco de visibilidad de las mujeres, y nosotras no podemos quedarnos sentadas esperando a que nos llamen. Tenemos las condiciones y debemos creer en lo que somos capaces.
En los últimos años, varios escándalos de corrupción han remecido el país, pero han afectado en particular al sistema arbitral. Entre ellos está el caso Lava Jato, y, antes de ese, el caso Orellana. ¿Cuál ha sido el punto débil del sistema arbitral que la corrupción ha logrado explotar?
Creo que hay que trabajar en las personas que operan el sistema. Por ejemplo, el caso Orellana fue simplemente una organización criminal que no solamente falseaba arbitrajes. Cuando allanaron las oficinas de este señor, encontraron sellos de notaría, sellos de jueces. Esto era una estructura criminal para apoderarse de propiedades y hacer cuantas fechorías se les ocurriera. Yo no creo que eso haya sido arbitraje. El caso Lava Jato ha sido un poco más… sofisticado. No hay campos libres de corrupción, y el arbitraje no es la excepción. Lo que se hacía eran nombramientos frecuentes de un mismo árbitro. Toda la legislación internacional trata este tema y evita que se den nombramientos demasiado frecuentes porque, claro, si alguien me llama constantemente para ser su árbitro, todos los seres humanos tenemos un sesgo, y eso hará que tratemos de llevar el arbitraje a su favor. De allí a recibir una dádiva o una coima es una línea muy delgada. Creo que tiene que quedar claro: no es que la ley esté mal, son los operadores. Cuando algo no camina en este país, tenemos la costumbre de ir a modificar la norma. No, señores, tenemos que modificar nuestra mentalidad.
¿Cuáles son los retos que deberá afrontar el sistema arbitral hacia el futuro?
Los retos están en la autorregulación. Es importante que, de todas las crisis, se saquen lecciones. Sería un desperdicio que después de una crisis –porque no podemos dejar de reconocer que se generó aquí un problema– no se saquen lecciones y uno no tome las medidas para autorregularse y enfrentar el futuro para evitar este tipo de conductas. Prefiero la autorregulación que la regulación apresurada, tomada de manera política y no pensada de manera tranquila y académica. Es muy fácil hablar para las tribunas.