Tras alcanzar la cúspide de la fama en París durante la década de los noventa, Eva Herzigová se convirtió en un ícono de referencia en la escena internacional del modelaje. Hoy, a los 46 años, vive una nueva etapa en la que el amor por su familia, su experiencia de vida y sus ideas sobre el amor la impulsan a inspirar a las nuevas generaciones de mujeres en el mundo.

Por Rebecca Cope

Eva Herzigová lleva puesta una pijama elegante. A pesar de estar hecha del mejor satén gris con borde de encaje, es su pijama. En sus pies hay un par de calcetines de cachemir y sus zapatillas son de terciopelo verde. Su rostro está completamente libre de maquillaje, pálido por el cansancio, y muestra el semblante de tener un desagradable resfriado. Rara vez he visto a alguien más bella.

Hay un millón de cosas que ella debería estar haciendo –dormir, descansar, cuidar de sus tres hijos–, pero Herzigová, que regresó de un evento de caridad en París a primeras horas de esta mañana, es siempre complaciente. A pesar de que le estalla la cabeza y tiene fiebre, habla cuidadosamente y con una inteligencia sutil. Cuando nuestra entrevista termina –y en ningún momento me hace sentir como si quisiera que desapareciera de su preciosa casa en Chelsea y no volviera nunca más–, espera a que vuelva del baño para poder acompañarme personalmente a la salida.

Eva Herzigová se siente una mujer poderosa, y explica que está criando a sus hijas para convertirlas en feministas.

Sus inicios

Esto uno no lo esperaría de una supermodelo, una de esas brillantes estrellas que aparecían en portadas que cambiaron la escena de la moda a principios de los noventa, y de las cuales se contaban historias de exigencias divinas y rabietas explosivas. Herzigová, considerada una diosa eslava, fue un miembro clave de esa glamorosa galaxia de supermodelos, y el rostro –y el cuerpo– de la campaña “Hello Boys” de la marca de brasieres Wonderbra, aparecida en 1994.

La apodaron “la nueva Marilyn Monroe”, y el aviso publicitario que mostraba una de sus fotografías fue señalado como una de las causas por las cuales los conductores distraídos chocaban.

Su estrellato instantáneo se vio reflejado en su matrimonio con una estrella de rock (el baterista de Bon Jovi, Tico Torres), una separación conflictiva (su matrimonio terminó en divorcio después de solo dos años) y una avalancha de rumores infundados sobre su adicción a las drogas y la anorexia. Pero entre los titulares y el alboroto, Herzigová siguió trabajando, apareciendo en las portadas de casi todas las revistas “Vogue” alrededor del mundo y encabezando campañas de importantes marcas como Guess, Louis Vuitton y Roberto Cavalli, solo por nombrar algunas.

Glamour, belleza y estilo, asociaciones inevitables cuando se habla de Eva Herzigová.

Un cuarto de siglo después, ahora que Eva tiene 46 años, sigue tan solicitada como siempre. Ya es el rostro de la lujosa línea de tratamiento antiedad de Dior, Capture Totale, y, además, lideró la campaña publicitaria inspirada en el rock and roll Fall/Winter 18-19 para la marca parisina de moda Zadig & Voltaire.

También ha aparecido en una brillante y moderna versión de su primera campaña de Wonderbra para la marca italiana de lencería Yamamay, en la que sigue mostrándose despeinada y preciosa, luciendo ropa interior, pero esta vez con un eslogan pertinente al siglo XXI: “Hey Girls!”.

“Es un eslogan para la generación #MeToo”, explica Herzigová. “Porque habla de confianza e inclusión. ‘Hello Boys’ fue muy provocativa. Fue una forma de llamar la atención a través de los ojos del hombre. En ese momento, también fue una declaración muy poderosa y que siempre defendí contra las acusaciones feministas, porque creo que tuvo un efecto muy poderoso y liberador en las mujeres: lo más atractivo que una mujer puede tener es confianza y sentirse cómoda en su propia piel. Lo que las mujeres dicen ahora es: ‘Soy quien soy. Tómalo o déjalo’. Finalmente decimos ‘no’ a ser convertidas en objetos, confiamos en el impacto de ser nosotras mismas”.

Herzigová continúa apareciendo en las portadas de algunas de las revistas más importantes de moda.

A pesar de esa fuerza interior, Eva es también muy reservada. “En esta sociedad donde la gente vende su alma en Facebook y Twitter, yo no salgo a exponerme”, dice Herzigová, quien nunca ha hecho públicas sus duras experiencias en el contexto que generó #MeToo, pero admite que su breve incursión en la actuación se vio frustrada por las actitudes de algunos hombres de Hollywood. “¡Me reunía para hablar de mi carrera de actriz y me sugerían que lo discutiéramos durante la cena! Estoy muy contenta de que este tipo de actitudes ya no se toleren más”, opina.

Mujeres fuertes y poderosas

La amistad es importante para Herzigová, quien todavía se mantiene cerca de sus compañeras supermodelos como Helena Christensen, Naomi Campbell y Gail Elliott. “Cada vez que nos vemos, nos saludamos diciendo: ‘Hey girls!’. Es nuestra manera de reconocer nuestra historia compartida y el verdadero poder que nuestras carreras encapsulan”. Tiene razón: si alguna vez hubo un grupo de mujeres fuertes y poderosas, estuvo conformado por ellas.

Desde la perspectiva de Eva, eran modelos a seguir: “A lo largo de toda mi carrera, a las modelos de diferentes edades, figuras, etnias y géneros se les ha dado una plataforma para que se expresen. Ahora estoy trabajando más duro que antes para que esto se mantenga. Estoy orgullosa de mi edad y cada día me siento más cómoda con lo que soy. Espero poder ser una inspiración para las mujeres que andan por los 40 años”, dice.

En 2017, junto al australiano Jarrod Scott, protagonizó la campaña del diseñador Roberto Cavalli.

Es cierto que no todas las mujeres de 40 años se parecen mucho a Herzigová, pero ella se apresura en señalar que eso se debe a la genética. “Mi figura es un accidente de la naturaleza, nada más que eso. Claro, me importa mi apariencia. No pongo mi piel al sol y soy muy cuidadosa con lo que como.

Sobre todo porque estoy más obsesionada con los alimentos de alta calidad que tienen beneficios para la salud que con la idea de mantenerme delgada. En el hogar en el que crecí, a la belleza superficial no se le dio valor. Crecí creyendo que lo que eres y no lo que pareces es lo que importa en la vida”.

Cambios

Herzigová creció en Litvínov, una pequeña ciudad cerca de la montaña en lo que entonces era Checoslovaquia, durante los días grises del comunismo. La hija mediana de Jirí –su padre, quien era técnico de minas de carbón– y Eva –su madre, quien fue secretaria– era una niña delgada y deportista. Además, era competitiva, trabajadora, decidida y una estudiante ejemplar.

Fue la niña de los ojos de su padre, un hombre estricto y con mucha disciplina –era parte de la selección de natación de su país– que rechazó los beneficios brindados por el Estado antes que doblegarse al régimen comunista.

Sin embargo, a Eva y sus hermanos nunca les faltó nada. “Nos hacía patinar, esquiar y practicar windsurf”, recuerda. “Si el sofá necesitaba ser retapizado, lo hacía él mismo. Siempre estaba aprendiendo, era bastante curioso. Me enseñó el valor de pararme sobre mis propios pies y trabajar duro para conseguir lo que quería. A él no le preocupaba cómo te veías. Los valores que se nos inculcaron fueron ser responsables de nuestras palabras, trabajar duro en la escuela y ser siempre lo mejor que pudiéramos ser”, recuerda la modelo.

La modelo nació en la antigua Checoslovaquia.

Pero su apariencia no pasaba desapercibida. Apodada ‘The Cigarrete’ por sus amigos de la escuela –debido a que era muy alta y delgada–, Herzigová, de 16 años, se unió a una amiga que esperaba poder participar en un concurso de belleza en Praga. Y allí, dice Eva, se sintió “sorprendida y horrorizada” cuando el propietario de Metropolitan Models, la agencia francesa que patrocinó el evento, la persiguió por un pasillo y la convenció de que participara.

Ganó el concurso y tuvo que armarse de valor para decirles a sus padres que le habían ofrecido la oportunidad de ir a París para trabajar como modelo. “Mi madre dijo: ‘No, definitivamente no.’ Pero mi padre fue inflexible: ‘Por supuesto que debe ir. Esta es su oportunidad de salir. Se va a ir y luego va a volver’. Y eso fue todo. No hubo más conversación. Su palabra fue definitiva”, recuerda.

Apenas dos meses después de dejar Checoslovaquia para comenzar una nueva vida en París, Herzigová observó con deleite cómo la Revolución de Terciopelo provocó el colapso del comunismo en su país natal. Pero, a pesar de esta situación, nunca perdió la noción de que se le había dado una oportunidad enorme de salir de su país, algo con lo que otros adolescentes checos solo podían soñar.

“Fue una gran responsabilidad que me tomé muy en serio. Trabajé muy duro, forjando mi camino en París, donde tenía que hacer hasta doce castings al día, y a los cuales me aseguraba de llegar siempre a tiempo”, revela. Con su primer gran cheque de pago, llevó a su familia –que nunca había salido del país en el que había nacido– de vacaciones en un hotel de Saint-Tropez, en la Costa Azul de Francia.

“Mi figura es un accidente de la naturaleza, nada más que eso”, afirma.

Aunque no se arrepiente, Herzigová a veces se permite preguntarse qué camino habría tomado su vida si hubiera terminado su educación. “Tengo sentimientos muy confusos al respecto”, admite. “Por un lado, el modelaje me ha enseñado tanto que nunca habría aprendido en la escuela: hablo cinco idiomas con fluidez (checo, inglés, italiano, francés y ruso), he viajado por el mundo y he construido una enorme biblioteca visual de conocimientos a través de mi trabajo. Pero una pequeña parte de mí se pregunta qué podría haber hecho si hubiera trabajado con mi mente y no solo con mi cuerpo”.

Su familia

Hoy con sus tres hijos, que ahora tienen 11, 8 y 6 años, Eva Herzigová siente que está saliendo de la maternidad práctica hacia una fase en la que podría “explorar otras posibilidades, otros aspectos de mí misma”. Mientras tanto, le encanta la idea de enseñar a toda una nueva generación de niñas la importancia de sentirse cómodas en su propia piel y de enseñar a sus hijos la importancia de valorar a una mujer por mucho más que por su aspecto físico. “Estoy criándolos para que sean feministas”, revela.

La razón de la absoluta confianza de Herzigová en quién es y qué tiene para ofrecer es su socio y esposo, el empresario italiano Gregorio Marsiaj. “Me hace sentir muy bien, porque con él puedo ser como soy”, dice sobre el padre de sus tres hijos. “Como todos, tengo momentos en los que no me siento bien, pero él siempre me levanta los ánimos. Es una persona muy positiva y un padre maravilloso. Él llena mi vida de alegría”. Ambos tienen una historia romántica.

El 11 de setiembre de 2001, el día de los atentados en Estados Unidos, el avión de Eva fue obligado a aterrizar en Italia. Durante esos días fue a la playa con una amiga estilista varios años mayor que ella. Mientras estaban sentadas mirando al mar, pensando en la vida, le presentaron a un hombre, el hijo del amigo de su amiga. Y se enamoró al instante. “No podía hablar”, recuerda feliz. “No sabía qué hacer conmigo misma. En la segunda pregunta que me hizo, tuve que disculparme porque apenas podía respirar”.

Veinte años después de su debut en las pasarelas, sigue siendo un ícono de la belleza.

El amor llevó a Herzigová a Londres, donde ella y Marsiaj han vivido felices durante los últimos catorce años. Es la mayor cantidad de tiempo que la supermodelo ha vivido en una ciudad y, por ello, lo considera su hogar. “Para mí, Londres es la única ciudad proveedora de servicios en Europa que no se siente provincial”, dice. “Es un centro cosmopolita. Por ahora…”.

Como todo el mundo en su posición, Herzigová –cuyos hijos hablan checo, inglés e italiano con fluidez– está muy preocupada por las posibles implicaciones del Brexit en el futuro de la ciudad. “Estoy muy convencida de que nadie sabe ahora, como no lo sabían cuando votaron por primera vez, lo que el Brexit significa realmente”, opina.

Estaba decidida a no volver a casarse hasta que conoció a Marsiaj. “No soy fanática del matrimonio”, dijo en una entrevista en 2005. “Una relación debe evolucionar, y el matrimonio detiene la progresión del amor”. Había sido marcada por las malas experiencias en su pasado romántico. “Antes de conocer a Gregorio, mis relaciones siempre habían ido de lo maravilloso a un estado de persistente cuesta abajo”, dice.

Herzigová dice ser una obsesiva de la alimentación saludable.

Pero el año pasado, cuando cumplió 45 años, Gregorio llevó flores a su estudio y ambos se propusieron matrimonio simultáneamente. “Sentimos ese impulso mutuo y fue realmente hermoso”, dice Eva entusiasmada, aunque admite que la semilla puede haber sido plantada por sus dos hijos mayores que, desde que vieron la boda del príncipe William con Kate Middleton en 2011, habían estado presionando a sus padres para que se casaran.

A pesar de la presión intensificada por las nupcias de Harry y Meghan, la pareja todavía no está cerca de fijar una fecha. “Encuentro que las bodas tradicionales son un cliché”, dice Herzigová con un gesto de dolor. “Son tan impersonales y siempre iguales. El vestido blanco, las damas de honor, la gran fiesta donde todos se emborrachan… ¡y te gastas una fortuna! El matrimonio es algo tan íntimo, pero hoy se ha convertido en una costumbre sin alma”. Con un vestido blanco de por medio o no, el futuro de Eva Herzigová parece brillante.