Él era el sex symbol de los noventa y digno sucesor del presidente John F. Kennedy; ella, una atractiva publicista e indiscutible ícono de estilo. Hoy se cumplen dos décadas de la fatídica muerte de la última pareja de la “realeza estadounidense”. La efeméride sirve para revivir un idílico romance que irremediablemente llegó a su fin cuando –a la luz de las nuevas revelaciones– atravesaba su peor momento.
Por Angie Yoshida
John Fitzgerald Kennedy Jr. tenía 38 años cuando falleció junto a su esposa Carolyn Bessette, de 33, y su cuñada Lauren, de 34, en un accidente aéreo mientras viajaban de Nueva Jersey a la isla de Martha’s Vineyard, en Massachusetts. Iban en una avioneta piloteada por el propio John, inexperto en el manejo de la nave, rumbo a la boda de una de sus primas.
Solo unos años antes, el hijo menor del exmandatario y la elegante publicista se habían dado el “sí” en una ceremonia privada que, irónicamente, los colocó en el foco mediático. De la mano de Bessette, Kennedy estaba llamado a seguir los pasos de su padre y convertirse en la nueva esperanza política de los demócratas. Pero todo se truncó el 16 de julio de 1999 cuando la avioneta en la que viajaban se precipitó al mar. No se supo más de sus ocupantes hasta que, después de 72 horas y varias exploraciones submarinas, localizaron sus cuerpos. Así, una nueva tragedia protagonizada por la familia Kennedy enlutó a los Estados Unidos.
Reyes de corazones
John John –como lo llamaban cariñosamente en su círculo más íntimo– era el miembro más joven de la dinastía política estadounidense y el más aclamado por la sociedad de los años noventa. Un personaje que no pudo evadir la fama y que, por el contrario, se sirvió magistralmente de ella. Toda su vida fue un espectáculo entre flashes, paparazzi y sonados affaires.
El hijo consentido de Jacqueline Kennedy Onassis creó tras de sí un aura misteriosa que cautivó todas las miradas y flechó corazones alrededor del mundo. No en vano ostentaba el título de galán de la última década del siglo XX. Un galán que probó suerte en el amor como mejor le pareció, y que se vinculó con estrellas de Hollywood, como las actrices Daryl Hannah y Sarah Jessica Parker. Cindy Crawford, top model de la época, fue otro de los tantos intereses románticos de Kennedy, así como la modelo Julie Baker, con quien se comprometió en 1992.
Pero su debilidad siempre fueron las rubias. Por eso, cuatro años más tarde, caería rendido ante una discreta blonda, a la que en un abrir y cerrar de ojos convertiría en su esposa. No obstante, antes de unirse en matrimonio, la prensa llegó a deslizar que John John tuvo una aventura con la princesa Diana de Gales en un hotel de Nueva York y un encuentro fugaz con Madonna, la Reina del Pop. Rumores que jamás se confirmaron pero que, de cualquier forma, acrecentaron su fama.
El 21 de setiembre de 1996, John F. Kennedy Jr. y Carolyn Bessette se casaron en una pequeña capilla de la isla Cumberland, en Georgia, a la que solo se podía acceder por barco. Como una de las parejas más mediáticas de la década, tuvieron que hacer grandes esfuerzos para sortear a los paparazzi y mantener sus planes en absoluta reserva. Esto incluyó medidas drásticas, como invitar a solo 35 personas –todas ellas, familiares cercanos– y celebrar una sencilla recepción a la luz de las velas y bajo el manto de la noche. Allí, frente a un rústico altar de madera, John prometió amor eterno a la bella Carolyn.
Ella había llegado a su vida poco tiempo atrás. Físicamente respondía al canon estético del príncipe de los Kennedy: era alta, hermosa y, por supuesto, rubia. Pero Bessette tenía algo más que la hacía especial frente al resto de mujeres con las que se había vinculado sentimentalmente. Aquel encanto indescifrable que lo cautivó era el mismo que había posicionado a Carolyn, procedente de una familia de clase media de Connecticut, como una de las relacionistas públicas más notables de Calvin Klein en Nueva York.
Aunque no destacaba precisamente en el ámbito académico, a menudo era elegida reina de belleza durante su etapa escolar. Estudió Educación en Boston e ingresó a trabajar como vendedora en una tienda de la firma de moda, hasta que “alguien” la vio y consideró que su belleza y su estilo lucirían mucho mejor en el área de comunicaciones de la marca.
En 1992, Carolyn conoció a John John, el soltero de oro de la alta sociedad neoyorquina y proclamado entonces el hombre más sexy por la revista “People”. Salía con Daryl Hannah –una copia fiel de Bessette–, pero eso no impidió que se aproximaran. Para 1994, empezaron a propalarse las primeras fotos de Kennedy y su nueva conquista en Hyannis Port. La prensa del corazón ya tenía de qué hablar.
Tras mudarse al departamento de Kennedy Jr. en el exclusivo barrio de Tribeca, empezaron a planificar su boda. Carolyn escogió un sencillísimo vestido de Narciso Rodriguez y unas sandalias de Manolo Blahnik. El rostro prácticamente sin maquillaje y unas flores campestres dieron forma a su bouquet. La imagen de los novios derrochando alegría y estilo provenzal dio la vuelta al globo. De los pocos detalles que trascendieron, se sabe que hicieron firmar un contrato de confidencialidad al personal de servicio. El banquete nupcial, entre tanto, estuvo en consonancia con el resto de la ceremonia: se sirvieron camarones, alcachofas, pez espada al horno y helado.
Drama marital
Fue el principio del fin. La fascinación que ejercía la it girl era incontrolable. Todos sus pasos eran minuciosamente escrutados y publicados en diarios y revistas. Harta del asedio mediático, Carolyn decidió dejar de trabajar y desaparecer por un tiempo del mapa. Pero aquello le jugó en contra y empezaron a circular rumores sobre una presunta infidelidad, el abuso de sustancias ilícitas y su profunda infelicidad.
En la otra orilla, su esposo parecía vivir su mejor momento. Su tío Ted Kennedy trataba de convencerlo de que incursionara en política. El senador demócrata, fallecido en agosto de 2009, estaba seguro de que su sobrino era el único que podía lograr que la familia retornase a la Casa Blanca. Era guapo, carismático y, más importante aún, poseía un historial político cautivador. Su mayor activo era una foto tomada el 25 de noviembre de 1963 en el funeral de su padre. En la imagen se le veía, exactamente en el día en que cumplía 3 años, saludando el paso del ataúd de su padre, asesinado tres días antes. A su lado estaba su hermana Caroline y, detrás, su tío Robert, quien moriría acribillado en 1968.
Años después, en 1995, John lanzó al mercado la revista política “George”. El hecho de que su director fuera un Kennedy y que sus portadas fueran tan provocadoras –basta revisar la que protagonizó Cindy Crawford disfrazada de George Washington– hicieron que la publicación fuera un éxito, al menos al inicio. Con todo esto, a los ojos de su tío Ted, el joven aristócrata se perfilaba como el futuro gobernador de Nueva York.
Lamentablemente, sus planes se truncaron con la muerte de John John. Siete meses después de su fallecimiento, “George” colgaría su última edición en los quioscos. El número de colección estuvo dedicado a su fundador, un hombre que, si bien deslumbró por su físico, no siempre destacó por su intelecto. Y es que, a pesar de haber estudiado en la Universidad de Brown, Kennedy Jr. nunca pudo aprobar el examen que lo facultaba para ejercer como abogado.
Durante sus últimos meses, el matrimonio tampoco fue tan ideal como aparentaba. Las cosas entre Kennedy y Bessette iban de mal en peor. En abril de 1999, él había dejado el domicilio familiar para irse a vivir a un hotel. La relación pendía de un hilo y el cardenal de Nueva York, John O’Connor, tuvo que actuar como mediador por orden de Ted, quien en aquel momento temía que la situación afectara su proyecto político. Un libro publicado el mes pasado, escrito por el periodista J. Randy Taraborrelli y titulado “The Kennedy Heirs” (“Los herederos de Kennedy”), revela detalles íntimos de la pareja que no pudo celebrar su tercer aniversario de bodas. “John y Carolyn se amaban, pero sus problemas fueron más reales de lo que todos creen”, explicó el autor a la revista “People”.
El texto retrata una relación intensa desde el primer momento, cuando se conocieron. John quería que ella viera más allá de la imagen que todos tenían de él –el hijo del presidente asesinado en Dallas–, mientras que Bessette tuvo que luchar mucho para encajar en aquella familia tan poderosa, que a fuerza de sucesivas tragedias devino en patrimonio nacional. Según el periodista, los primeros encuentros de Carolyn y los Kennedy fueron complicados. Tenía que rendir una suerte de examen de conocimientos y actualidad cada vez que los veía, algo que la aturdía y ante lo que no sabía cómo reaccionar.
Su esposo nunca comprendió lo difícil que le resultaba estar en la mira de su familia y de la prensa. Una situación que él manejaba sin problemas porque la conocía desde que tenía uso de razón, pero de la que no podía desentenderse, por mucho que a veces lo intentara. Para John John, los fotógrafos formaban parte del paisaje cotidiano. Para Carolyn, sin embargo, llegaron a ser una tortura. El libro también relata que en 1998 Bessette volvió a ver a un viejo amigo, alguien en quien podía confiar.
Según Taraborrelli, ella lo visitó una noche en su departamento. Ambos estaban conversando, cuando de pronto se besaron. Carolyn reaccionó de inmediato, le dijo que no entendía lo que había hecho y se marchó. Le contó el incidente a su esposo y dos días más tarde el timbre de la puerta de aquel amigo sonó a las dos de la madrugada. Era Kennedy Jr. completamente fuera de sí, quien le propinó un puñetazo y le advirtió: “Aléjate de mi esposa”.
Meses después, en medio de una enésima reconciliación, llegó el parte de boda de la prima de John, la documentalista Rory Kennedy, hija menor de Bobby y Ethel Kennedy. Aunque al principio Carolyn se negaba a asistir, cambió de opinión tras entender lo importante que era para su esposo ese compromiso. Incluso, invitó a su hermana para que los acompañara en aquel vuelo que terminó en una nueva tragedia para los Kennedy.
Así, de manera ciertamente irónica, el abrupto final de la pareja evitó que más temprano que tarde la sociedad que los idolatraba presenciara su inminente ruptura. Luego del accidente, se hizo público que Kennedy Jr. y Bessette habían acudido a un consejero matrimonial, y que todo lo que relucía entre ellos no era oro.