La agricultura siempre ha sido la actividad primordial para nuestro sustento alimenticio. Sin embargo, esto ha generado la pérdida de tierras agrícolas, la toxicidad de la vegetación y el agotamiento de agua dulce, lo cual viene afectando, paulatinamente, el medio ambiente. Ante este panorama, el ingeniero eléctrico Enrique Lulli apuesta por la hidrocultura como método de cultivo alternativo en los techos de los edificios en lugar de malgastar el suelo agrícola.
Por Manuel Coral González
En el pequeño huerto que tiene en su casa, ubicada en La Molina, Enrique Lulli cultiva acelgas, albahacas y lechugas sobre una simple estructura de madera que posee gruesos tubos interconectados entre sí, los cuales recirculan soluciones nutritivas necesarias –entre las que se encuentran elementos químicos como el nitrógeno, el fósforo y el potasio– para el crecimiento óptimo de los vegetales.
“Este mismo sistema se puede replicar en los techos de Lima”, dice el ingeniero, mientras señala el techo de su casa, donde se aprecia la misma estructura de madera que sujeta grandes cantidades de espinacas. “Una casa que tenga un techo de 100 metros cuadrados produciría, aproximadamente, más de cuatro mil quinientas plantas. Ese es uno de los grandes beneficios de la hidrocultura”.
¿Qué es la hidrocultura? En términos simples, se podría resumir de la siguiente manera: es el cultivo de plantas a partir de soluciones minerales, sin la necesidad de poseer un suelo agrícola. “El problema que existe con la agricultura tradicional es que hace que la tierra se desgaste y pierda sus minerales. ¡Se está depredando la tierra! Hoy la agricultura se lleva el 70% de agua potable; un 20% es utilizada por las industrias y solo el 10% llega a las ciudades”, comenta Lulli, quien este año fundó, junto con algunos familiares, Hidropónika, una empresa que busca contribuir a la disminución “de la huella de carbono” a través del cultivo de plantas en los techos de la ciudad de Lima. “En el futuro, la hidrocultura sostendrá la alimentación de la humanidad”, afirma.
Del techo a la mesa
Uno de los beneficios más impactantes y significativos de la hidrocultura reside en la reducción considerable del uso de agua en comparación con la agricultura, pues alcanza una disminución del 90%; y, además, reduce la utilización de fertilizantes y pesticidas en un 80%. Incluso, el tiempo de cultivo se reduce significativamente.
“Por ejemplo, la lechuga sembrada en el campo demora, entre siembra y cosecha, alrededor de noventa días. Sin embargo, utilizando la hidrocultura, el tiempo se reduce solo a sesenta días. Para tener una idea más clara, podemos decir que una hectárea de lechuga hidropónica equivale a diez hectáreas de lechugas cultivadas en el campo”, explica Lulli.
Consciente de los beneficios que la hidrocultura puede brindar a la sociedad, Hidropónika plantea hacer de los techos de la ciudad de Lima un gran campo urbano de cultivo. “En los techos, el aire corre libre y las plantas pueden absorber los rayos del sol con facilidad. Con una inversión mínima y pasión por el cultivo, esto es factible. Otro de los beneficios sociales más importantes de este método es que las personas pueden formar comunidades de intercambio alimenticio y tener una ciudad autoabastecida. Además, existe garantía de que los alimentos que uno cosecha están completamente limpios, pues van del techo a la mesa”.
Hidropónika busca que este concepto alternativo de cultivo sea conocido por la mayor cantidad de personas en Lima, de modo que estas puedan comprender la importancia y los beneficios a largo plazo que la hidrocultura aporta. Así, es factible que nuestra calidad de vida mejore y, al mismo tiempo, se puedan preservar con mayor eficiencia los recursos naturales del planeta.