Desde 2007, Ingrid Yrivarren viene estrechando los lazos entre nuestro país y México. Y Carlos es un mexicano ‘techie’, fundador de empresas y amante de navegar en la Riviera Maya. La ex Miss Perú y el empresario encontraron la pasión sumergidos en arte y poesía. La boda en Lima duró tres días, y la luna de miel será en Sudáfrica. A veces, como dice la frase, el amor tarda pero llega. ¿Cómo surgió entre ellos?
Por Gabriel Gargurevich Pazos Fotos de Jason Sullivan y Verónica Pflucker
Realización audiovisual por Laura Gil
Se conocieron en junio… “¡De 2018!”, precisa Carlos, “no soy tan irresponsable”, dice. Porque, claro, si se casaron el primer fin de semana de octubre de 2019, si se hubiesen conocido en junio de este mismo año, ¡hubiese sido demasiado! ¿No es así, Carlos? “Sí que lo hubiese sido”, responde Carlos, en el salón de reuniones de la suite presidencial del hotel Belmond. Es alto, flaco, un güero mexicano de ojos vibrantes detrás de los anteojos, y una sonrisa eléctrica que te hace sentir que en cualquier momento soltará alguna frase aguda. Pero no llega a la corrosión, su corazón bondadoso lo envuelve como un aura inevitable; no podría ser malo aunque lo quisiera, y el saco azul, la camisa celeste, y el jean, le dan un aire campechano. Cuando llega su diva, todo se paraliza, alta como él, ah, Ingrid, con ese conjunto de una tela fabulosa, gris, decorada con hojitas cayendo, ojos almendrados y una sonrisa tan sensual que uno piensa en una Monroe latina. “¿Hacemos una linda pareja, no?”, pregunta ella, juguetona, y se sienta a mi lado; Carlos enseña todos sus dientes sentado frente a mí en la mesa alargada, de directorio, con pastelitos matutinos. ¡Pero qué altos son!
Cuando nace el amor
En la mañana de junio de 2018, en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México se exponía la obra de Leonora Carrington, y ese día hubo una visita guiada para un grupo de veinte o veinticinco personas. Y ahí estaban ellos: Ingrid Yrivarren, en la práctica, una embajadora del Perú en México, aunque sin rango oficial (lo mejor del Perú se ha expuesto en México y lo mejor de México se ha expuesto en el Perú gracias a ella, en el marco de los eventos Viva Perú y Viva México, desde 2007); y Carlos Salazar Albornoz, empresario, dueño de agencias de marketing interactivo, con intereses en el sector de seguros y algo en el inmobiliario.
“Yo siempre he sido techie”, dice él, con una media sonrisa de nerd seductor, que podría recordarnos a una avezada versión de Bill Gates. Y así, flotando en el surrealismo de Carrington, una amiga en común hace de Cupido: “Ingrid, él es Carlos; Carlos, ella es Ingrid”. Las sonrisas de los susodichos se estiraron como un efecto lisérgico y, como dice Carlos, “obviamente, le mencioné la posibilidad de reencontrarnos en algún otro momento”. ¡Era Ingrid Yrivarren! Los primeros años en México, Ingrid trabajó en Televisa, conduciendo noticieros y haciendo entrevistas. Luego se dedicó a sus propios negocios, y en 2007 creó Viva Perú; ah, y en 1992 fue Miss Perú Mundo.
–¿Cuándo es que se volvieron a ver, entonces? –pregunto.
–Ella me habló de un evento que había esa noche en el Museo del Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México… ¡Y quién le va a negar una invitación a Ingrid Yrivarren! Tiene un encanto, un don de gentes difícil de imitar, ¿no? La inteligencia es sexy, tanto como el cuerpo…
–Él me había hablado de un cuadro de Leonora Carrington desde una perspectiva arquitectónica, y lo vi muy interesante, altote, guapetón… ¡Ay, qué interesante!