En exclusiva, el intérprete de la Chola Chabuca presenta a su hijo Gael. Junto a su productora, cómplice y mejor amiga, Miluska Jácome, conforman una familia unida por el amor y las ganas de construir el mejor futuro posible para su pequeño. “Nunca he hablado de mi vida privada. Creo que lo más público que he hecho es este momento que estoy teniendo contigo”, confiesa Ernesto.
Por Mariano Olivera La Rosa Fotos de Rafo Iparraguirre
Video de Laura Gil
Alguna vez Gabriel García Márquez escribió que “la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y que gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado”. Lo traigo a colación porque Ernesto Pimentel me dijo algo parecido cuando le pregunté por sus recuerdos del parto: “La memoria no es exactamente lo que pasó; es la foto que quieres tomar de eso”. La imagen del pasado 22 de julio a las diez y veintiocho de la mañana que ha quedado grabada en su memoria es la de la mano de Gael tomando la suya. “Es algo que nos va a conectar para siempre; fue hermoso”, dice. Como suele suceder con los artistas asociados al humor cuando se desenvuelven al margen de sus personajes, Ernesto destila un espíritu más bien serio, contemplativo, sentimental. En contraste con su álter ego, en lugar de huaynos o cumbias, escucha música clásica.
Estamos sentados en un sillón de la sala de su casa, en un barrio de clase media de Surco, rodeados de muebles de la India y pinturas de la escuela cusqueña, mientras su amistosa mascota, una chihuahua de nombre Dumba, se pasea entre los dos y unos maestros ultiman algunas obras en el jardín. “Gael es un hijo buscado, un niño de oro, que va a tener lo mejor de nuestros valores”, agrega el intérprete de la Chola Chabuca.
Esta historia no implica sexo, celos o traiciones, pero no por ello deja de ser una historia de amor. En este caso, entre dos mejores amigos que decidieron llevar su complicidad a un nivel superior, luego de elegirse mutuamente como padres del mismo hijo. Él la eligió desde que tuvo la certeza de que quería ser papá, hace ya una década. Ella se tomó algunos años más, pero llegó un punto en que no tuvo dudas. “Al principio no me veía cargando a un bebé. Tenía proyectos familiares y laborales que cumplir. Vivía corriendo, trabajando en todo lo que podía para cumplir con las promesas que me hice de adolescente”, admite Miluska. “Cuando me sentí más tranquila, grande y con mis propósitos cumplidos, dije: ‘Ya, es el momento. Qué bonito sería tener un hijo con el hombre que conocí hace veintidós años, con quien vivo desde que salí de mi casa hace dos décadas, con mi cómplice de vida’, porque nos sabemos todo. No me detuve a pensar en más; solo quería tener un hijo del hombre a quien admiro y quiero, y que sé que será un gran papá”.
Punto de quiebre
Miluska Jácome lleva ocho años como productora de “El reventonazo de la Chola”, pero trabaja con Ernesto desde que salió del colegio y supo que quería trabajar en la tele. Comenzó como practicante en “Risas y salsa”, donde, “como los dos éramos nuevos, encajamos bien”, una época en la que Ernesto compaginaba su segmento en el programa número uno de la televisión peruana con shows de media hora en múltiples despedidas de soltero. Para entonces, año 97, la Chola Chabuca ya era un éxito y estaba próxima a estrenar su propio programa, pero, bajo sus polleras y sonrisas, se traslucía un pasado (y un futuro) cargado de desafíos.