Inspirado por la indivisible relación de sus raíces con el mar, la casa de Eduardo Wong atesora muchos trofeos fruto de su pasión por las competencias de regatas. El empresario y deportista no dudó en confesar el porqué de su devoción por este deporte, a la par de desnudar mucho de su sentir como miembro honorable de la comunidad china en el Perú.

Texto Gonzalo Hurtado
Fotografías Omar Lucas

El hogar de Eduardo Wong no podría emular mejor a un museo oriental. Ya desde la entrada, dos leones chinos de piedra que fungen de celosos guardianes son el recordatorio del valioso legado de esta cultura. Y la advertencia no puede resultar más certera, ya que el interior de la casa rebosa de jarrones, tapetes y esculturas que dan fe de ello. Don Eduardo, siempre con una sonrisa pícara a flor de labios, se adelanta a cualquier conclusión que pudiéramos sacar al respecto. “Mi señora es ‘chinófila’. Toda la decoración de la casa tiene esa inspiración”, nos dice entre risas, pero no son los únicos motivos que predominan, ya que también saltan a la vista numerosos globos terráqueos, compases, brújulas y muchos otros instrumentos de faena marina que, junto a su galería de trofeos, son la prueba viviente de su pasión por el mar, algo que le viene directamente de sus raíces. “Esto me nace de sangre, porque mi padre era pescador de cordel”, nos confiesa nostálgico, rememorando su niñez, cuando el premio que se disputaba junto a sus hermanos por portarse bien era irse de pesca con su progenitor en Paracas, algo que desde los quince años fue derivando hacia el gusto por la pesca submarina y a estrechar esa naciente relación con el mar.

La casa de Eduardo Wong conjuga lo que más lo define: las raíces milenarias, por China, la tierra de sus ancestros, y su pasión por el mar, traducida en los muchos trofeos que ha ganado en competencias nacionales e internacionales de regatas, además de numerosos instrumentos náuticos que dan cuenta de su amor por la navegación.

Años más tarde, y ya siendo un empresario exitoso dentro del negocio familiar de supermercados Wong, dio un salto mayor al convertirse en aficionado a las embarcaciones marinas. Lo que comenzó como una curiosidad incipiente, derivó luego en una obsesión por hacerse de veleros y naves abandonadas, a las que prodigó cuidados y mantenimiento especializado para salir a navegar y a compartir las aguas junto a deportistas consagrados, aunque como aficionado. “Yo navegaba junto a muchos competidores, pero jamás les tapaba el viento. Esa es una norma elemental de cortesía”. Por supuesto, la idea de empezar a competir no tardó en aparecer a la vista del mar de oportunidades que le ofrecía el océano. Así, pasó a participar en regatas nacionales –y con buenos resultados– a bordo de un velero francés de la marca Beneteau, para luego hacerse de un modelo con mayor velocidad al que bautizó como “Pisco Puro”. Pero ya la idea de la competitividad a mayor nivel lo había seducido, y eso dio forma en 2010 a uno de sus más grandes proyectos: la construcción del velero Kuan Kun en astilleros argentinos, una sofisticada nave dimensionada para ser la mejor equipada de nuestro país. “Tú puedes competir por competir, aparecerte sin entrenar en la regata y listo. Desgraciadamente, el deporte no es así, y tienes que entrenar si quieres superarte”. Esa reflexión lo llevó a contar con tripulantes profesionales argentinos y con integrantes peruanos con experiencia naval para dar el salto apropiado. “Comenzamos a competir en Perú a un ritmo de un campeonato al mes. Las regatas por lo general se disputan los sábados; entonces, la tripulación argentina llegaba el día jueves en la noche, entrenábamos junto con los integrantes peruanos el viernes todo lo que podíamos, el sábado corríamos y el domingo volvíamos a entrenar los doce miembros de la tripulación”. Los resultados no tardaron en saltar a la vista, y en 2011, el triunfo con la Cinta Azul en la IX Copa Regata Galápagos, en Ecuador, fue el primer indicador de lo tan en serio que Wong se estaba tomando las competencias. 

Un real encuentro

No pasaría demasiado tiempo antes de confirmar lo acertado de su visión, ya que en 2013, Wong obtuvo uno de sus más resonantes éxitos en la Antigua Sailing Week, donde se alzó con el triunfo en la categoría CSA 1, desplazando al segundo lugar nada menos que a Harald V, rey de Noruega, y a su famoso velero Whisper. “Después de la última regata, que fue disputada proa a proa, la tripulación noruega quedó segunda y comenzaron a dar gritos de ¡Hurra!, lo que nos extrañó mucho, porque lo que estaban haciendo –y encabezados por su rey– era felicitarnos. Eso fue un real gesto de caballeros y deportistas. Eso es algo de lo que deberíamos aprender. Hay que tener en cuenta que Noruega es un país de navegantes y que su rey no era cualquier competidor, ya que venía de ser campeón olímpico”.

Eduardo Wong con la gorrita marinera que lo acompaña en todas sus travesías y que se ha convertido en una suerte de amuleto del que le cuesta desprenderse.

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