La asociación Proyectos de Amor, fundada por Wendy Bedoya, cuenta con una serie de iniciativas sociales. Una de ellas es «Sanar Jugando», que busca mejorar la experiencia de los niños enfermos de cáncer durante sus sesiones de quimioterapia. Claribel Berckemeyer se ha sumado a esta iniciativa con una campaña navideña.
Por Manuel Coral Gonzáles
La muerte de su abuela, cuatro años atrás, llevó a Wendy Bedoya a vivir un periodo de profunda tristeza y reflexión. Fue durante este periodo de duelo que se enteró, a través de un grupo de amigas, del caso de Mario, un adolescente de 14 años que necesitaba apoyo económico con urgencia para poder operarse, ya que había sufrido quemaduras en el rostro y el cuerpo.
“Luego de conseguir el apoyo para Mario, me di cuenta de que, realmente, la agradecida era yo, porque gracias a su caso descubrí que mi verdadera vocación era ayudar”, cuenta Wendy, quien luego de esta experiencia fundó la asociación sin fines de lucro Proyectos de Amor. Este organismo comprende una serie de iniciativas distintas y una meta en común: mejorar la calidad de vida de los pacientes de cáncer y personas necesitadas en general.
¿Qué programas conforman Proyectos de Amor? Figura, por ejemplo, el Voluntariado Hospitalario en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN); Lanas de Amor, a través del cual se donan pelucas a niños con cáncer; Cambiando Vidas, que tiene como fin entregar casas prefabricadas completamente equipadas; y Sanar Jugando, que busca mejorar la experiencia de los niños que reciben quimioterapia, con unos triciclos especialmente modificados para portar suero. De esta manera, andando por los pasillos del hospital, los pequeños se distraen mientras reciben su tratamiento.
Alegría ante el miedo
“Cuando me diagnosticaron cáncer de ovario grado III, en 2012, mi perspectiva de vida cambió por completo”, cuenta la experta en catering Claribel Berckemeyer, amiga de Wendy, quien este verano se sumó a Sanar Jugando. “Sé lo que es pasar por un proceso de quimioterapia: quedarte sola durante largas horas en una sala de hospital, sin tu familia al lado, es angustiante. Cuando me enteré de esta iniciativa, me tocó el alma. Decidí hacer estas casitas navideñas de jengibre y venderlas para apoyar a esta causa”.
Sanar Jugando comenzó su aporte social con dieciséis triciclos donados por personas cercanas al círculo de Bedoya. La primera institución en recibir el donativo fue el INEN, donde, gracias a las pautas médicas de la oncóloga Tatiana Vidaurre todo funcionó con éxito. “Lo más lindo es que ahora estos triciclos no solo se usan para quimioterapias, sino para cualquier niño que necesite algún tratamiento intravenoso”, sostiene Bedoya. Desde su creación, Sanar Jugando ha entregado noventa triciclos en dieciocho hospitales de Lima y provincias.
Hasta la fecha, Proyectos de Amor ha beneficiado a más de veinticuatro mil familias, y se espera que con nuevas iniciativas, como Sanar Jugando, la cifra aumente. “Lo más importante para nosotros es que ahora los niños, de acuerdo con lo que me cuentan los padres de familia, entran más calmados a sus sesiones de quimioterapia… Esto no sucedía antes, ya que siempre se aferraban a sus papis”, cuenta Bedoya. “Que haya un cambio de perspectiva de los niños para mí es todo: ¡me deja el corazón contento!”.