César Nakazaki es una figura polémica. Se le ha llamado el abogado de los corruptos, pero también ha sido un héroe para los deudos de Utopía. Ha defendido a tres expresidentes, nada menos. Es quizá el abogado más famoso, y su astucia es conocida, aunque sus últimos juicios los ha perdido. Él compara su labor con la de un médico o la de un arquero ante el penal, y habla sobre la judicialización de la política. Lee un extracto de la entrevista completa, ya disponible en la última edición impresa de COSAS en tiendas y quioscos.
Por Carlos Hidalgo Fotos Omar Lucas
Pocos deben saber que mucho antes de pararse frente a un tribunal, César Nakazaki se colocó debajo de los tres palos de un arco de fútbol, defendiendo los colores de su colegio, el Manuel Pardo de Chiclayo. Allí, entre súbitas tapadas, achiques de área y estiradas felinas para evitar el gol, empezó a forjar cierta personalidad dada a la defensa entregada de las causas que abrazaba.
“Era penalero”, cuenta sentado en la sala de su casa, la vista perdida entre el recuerdo infantil y las pinturas que adornan las paredes, creadas con notable técnica por Jumie, su esposa. “Cuando todos fallaban, yo era la última alternativa, pero era un arquero muy ágil. Tengo mucho reflejo, creo que eso explica por qué tantos años manteniéndome, ¿no?”.
Desde que adquiriera notoriedad a mitad de la primera década de este siglo, principalmente como abogado del expresidente Alberto Fujimori, César Augusto Nakazaki Servigón se ha mantenido como una de las voces recurrentes en el debate público. No solo por las causas que encabeza –tiene entre sus clientes a tres expresidentes del Perú, a personajes vinculados con la corrupción como Nicolás Hermoza Ríos, Ernesto Schütz, Carlos Boloña y el exjefe del SIN, Julio Salazar Monroe, además de asumir, en su momento, la defensa de los deudos de Utopía y de Mesa Redonda–, sino también por ostentar esa personalidad que, en su explicación didáctica de lo que es el derecho, termina siendo respetada por tirios y troyanos. (…)
Recuerdo una frase recurrente en usted por esa época: “Una cosa es el juicio jurídico y otro el mediático”.
Siempre sostuve que Alberto Fujimori tenía cuatro juicios: el jurídico, el mediático, el político y el histórico. Quizá en el histórico sea el único en el que le hagan justicia, porque el jurídico depende mucho del mediático. El gran problema del sistema de justicia no es la corrupción, ni todos son corruptos, ni todos tienen para corromper. Lo que sí es generalizado es la falta de independencia e imparcialidad judicial. En el caso Fujimori, la sociedad no estaba preparada para un juicio imparcial.
Pero eso del juicio mediático puede parecer una justificación cuando el resultado no le conviene a uno.
En esa época, ¿quiénes eran el fujimorismo? El ‘Panda’ Raffo, el doctor Delgado Aparicio, Keiko y su familia. No eran más. Entonces, cuando vienen, yo me doy cuenta de que el fujimorista es votante pero no militante. Por eso es que yo defendí al hombre y no al político, y esa defensa no les gustaba a veces. Les decía: ¿cómo me van a ayudar? ¿Pueden traer cien asháninkas esclavos de terrorismo? “No, no podemos”. ¿Pueden traerme cincuenta militares lisiados víctimas de terrorismo? “No, no podemos”. Entonces, ¿cómo me van a ayudar? Te vamos a acompañar en el juicio. Entonces, obviamente no tenía mucha ayuda.
Resulta paradójico que el expresidente Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, le hayan pedido que los defendiera.
Es la mejor demostración de que no soy un político y que los políticos, cuando son procesados, entienden que necesitan un médico, ¿no?
¿El político afronta esos momentos como todo ser humano?
Son dramas muy profundos. Es como que te caigas de un cerro. Nunca voy a olvidar la cara de Pedro Pablo Kuczynski el día del allanamiento a su casa. Un ejército de fiscales y él en medio, sin saber a qué se enfrentaba. Yo en un momento me abstraigo de la diligencia y me digo: “Quien ayer fue presidente hoy aparece vejado, penetrado, quebrado en lo más sagrado, que es su casa”. Ese tipo de dramas los he vivido cuando el expresidente Fujimori fue detenido en Chile. Mientras más alto estás en el poder, la caída es más grande.
A eso le podrían responder que se lo merecen, que robaron, que son corruptos.
Entiendo, pero una cosa es el juicio de la opinión pública, al que tienen que someterse, ya que mientras más importante la autoridad, mayor debe ser su tolerancia. Pero ese juicio nunca puede confundirse con el juicio jurídico.