Cumpleaños, aniversarios, nacimientos. Matrimonios y separaciones. La aprobación de pretendientes o amigos. La consolidación social. Durante la primera mitad del siglo pasado, “El Libro de Oro” fue el registro de la alta sociedad limeña. Una suerte de páginas amarillas que no faltaba en los hogares de quienes se preciaban de pertenecer a la crema y nata limeña. ¿Quiénes aparecían en su interior? Un repaso por este álbum de nuestra historia.

Por Redacción COSAS

Antes de Facebook, antes de que las páginas de sociales se volvieran una sección fija en los medios, mucho antes de eso, a las personas ya les interesaba responder y ubicarse ante una pregunta: ¿quién es quién? Esa búsqueda de reconocimiento se daba, probablemente, a distintos niveles, como sucede hoy. Pero en la Lima de los años veinte, de casi doscientos mil habitantes, de los cuales el 18% pertenecía a la clase alta, fue una publicación comercial la que hizo las veces de guía y agenda del sector más poderoso.

Segunda edición de “El Libro de Oro”.

La Casa Welsch, que ocupaba la esquina de las calles de Mercaderes y Plateros de San Agustín, y vendía objetos suntuosos importados de Europa, editaba un álbum de sociedad que desde 1912 se llamó “El Libro de Oro”. En sus páginas se reunían los nombres y datos personales de todo aquel considerado parte de la clase alta limeña.

La república aristocrática

Esa Lima de comienzos del siglo XX se inspiraba en el desarrollo cultural europeo. Este ideal se lucía en espacios como el Jardín de Estrasburgo, el Portal de Escribanos o el Restaurante de la Exposición, en el antiguo zoológico del parque que lleva el mismo nombre. La expansión promovida por el presidente Leguía determinaba hacia dónde debía crecer la ciudad en términos económicos: la clase alta y la clase media se distribuían hacia el sur, a través del corredor de la Av. Leguía –hoy Av. Arequipa–: por Santa Beatriz, San Isidro, Miraflores y Orrantia.

La Casa Welsch en el Centro de Lima, el núcleo de la vida comercial.

En ese contexto de bonanza y boom importador, la Casa Welsch empezó a publicar “El Libro de Oro” con una premisa comercial, para publicitar sus productos, y ganar clientes y suscriptores, indica el historiador Juan Luis Orrego, especialista de los siglos XIX y XX de Lima. “Pero luego se convirtió en una tarjeta de presentación”, agrega. Por supuesto, hubo muchas familias incluidas en el libro que no eran conscientes del ascenso social, pues ocupaban un determinado lugar en la comunidad y lo tomaban de manera natural.

“Otras, las más conscientes de formar parte de ese grupo, posiblemente eran las más inseguras sobre sus orígenes y conexiones”, explica el historiador Paul Rizo Patrón, miembro de una tradicional familia limeña. “Por lo tanto, se sentían satisfechas o reconfortadas de haber escalado a una posición de preeminencia y que esta quedara registrada para vista y lectura de sus pares y otros, como hoy sucede –en cierto modo– con las páginas sociales”, asegura.

El suntuoso interior de la Casa Welsch.

Memoria de la época

En la Biblioteca Nacional del Perú se conserva la segunda edición de esta publicación anual, el libro de 1913-1914. Su contenido en aquella primera época incluía los nombres y cumpleaños de los soberanos y jefes de Estado de todos los países del mundo; la nomenclatura de las condecoraciones de cada Gobierno extranjero; los aniversarios oficiales; los nombres que conformaban el cuerpo diplomático extranjero en el Perú, y los que conformaban el cuerpo consular extranjero en Lima y Callao.

Luego de esas primeras páginas de información práctica, venía el grueso del documento: la nomenclatura por orden alfabético de los residentes de Lima, Callao, Chorrillos, Barranco, Miraflores y Magdalena. La lista incluía nombres completos, los de las esposas y los hijos, fechas de cumpleaños, teléfonos y direcciones. Esta estructura principal se mantuvo a lo largo de las décadas hasta sus últimos años de publicación en la década de los sesenta.

“Todos los años llamaban a la casa para actualizar los datos: preguntaban si había nacido alguien, si alguien se había mudado. La gente se molestaba si no estaba en ‘El Libro de Oro’”, cuenta el arquitecto Carlos Cánepa, cuya familia formó parte del libro desde sus primeros números.

El libro funcionaba principalmente como guía, y pronto fue adquiriendo distintos usos prácticos. Marita Sousa, por ejemplo, recuerda que su familia lo usó para preparar las invitaciones de su matrimonio. Hoy en día se asombra de que una publicación como esa no pusiese en peligro a todos los que salían nombrados. “Hoy sería impensable”, apunta.

Usos y costumbres

Carlos Cánepa recuerda otros usos. “En esa época la gente iba de visita sin avisar. En casa de mi abuela, el martes había almuerzo. En casa de los Graña, los miércoles a las cinco de la tarde, la casa se abría para el té, y quien quisiera visitar a Ketty de Graña sabía que podía ir”.

Julia María Urteaga, por su lado, guarda en su casa un tomo de finales de los años cuarenta en el que se incluye el día de recibo de visitas por cumpleaños. Era una práctica regular hasta esa década, según explica Rizo Patrón. “Ahora la gente joven ni siquiera se presenta con su apellido, pero antes las familias de Lima se conocían perfectamente”, asegura Julia María.

“El uso que se le daba a ‘El Libro de Oro’ era variado, pero principalmente de tipo social. Pocos empresarios serios basarían sus negocios en la mera figuración social, aunque el saber de las conexiones familiares y sociales de posibles socios o inversionistas siempre ha resultado útil”, opina Rizo Patrón. “En tal sentido, igualmente se tomaban en cuenta cuáles eran estas conexiones a la hora de considerar a uno u otro novio o pretendiente de las hijas, o el origen de las enamoradas y novias de los hijos, pero por lo general este recurso pudo ser menos definitivo de lo que se asume”, agrega.

COLOFÓN

“‘El Libro de Oro’, por su propio prestigio y por la consideración que le merecen los suscriptores, ha hecho todo lo posible para que las familias que figuran en esta obra estén en relación con la honorabilidad que nuestra Sociedad exige”. Eso se leía en la Nota Editorial de la edición de 1962-1963. Y con “s” mayúscula. Para Rizo Patrón, “El Libro de Oro” resulta hoy un documento interesante para el estudio socioeconómico de parte de la colectividad limeña (y en algunos números, también de Arequipa y Trujillo), en particular de su élite, a lo largo de buena parte del siglo XX. Juan Luis Orrego explica que el apogeo del sistema oligárquico en el Perú se dio entre 1890 y 1930. Aunque criticado, el modelo oligárquico continuó hasta los años sesenta.

Familia Miró Quesada Garland, en la casa El Muelle, 1928.

Familia Miró Quesada Garland, en la casa El Muelle, 1928.

“Ese orden en el Perú sobrevive hasta el año 1968, cuando se da un punto de quiebre en la historia del país”, dice Orrego, al referirse al golpe de Estado de Juan Velasco Alvarado, la reforma agraria y la nacionalización de la economía.

Después de 1968, el Perú fue otro. “Por eso nosotros podemos encontrar publicaciones como ‘El Libro de Oro’ solo hasta la década de los sesenta. De hecho, después de eso, un libro como este hasta podría haber sido considerado subversivo”, finaliza, cerrando la tapa roja de un capítulo de la historia de Lima.