Solo dos años en la escena de la música urbana le han bastado a Malucci —conocida anteriormente como Malú Vuitton— para dejar su huella con desparpajo y vehemencia, siempre dispuesta a demostrar que en esta nueva camada no todo son sonsonetes repetitivos ni expresiones guturales. A la mediática vida de esta limeña del colegio San Silvestre, pronto se sumará una insospechada faceta, al sellar su compromiso con el cantante urbano El Dominio.
Por Gonzalo ‘Sayo’ Hurtado
¿Se puede ser rubia, voluptuosa y políticamente incorrecta en el universo de la música urbana y ser tomada en serio? La primera impresión que Malucci deja a quien desea quedarse solo con sus fotos puede ser engañosa. Pero como todo artista es un combo de imagen y discurso, basta escucharla unos minutos para comprobar cuán a pecho se ha tomado esta faceta que le nace con una asombrosa (y brutal) espontaneidad.
Ella no utiliza un disfraz para la ocasión ni es un invento más de la industria. Y, conforme crece la conversación con ella, nos convencemos de que su yo interior y su yo exterior son un todo indivisible que ya venían haciendo ebullición desde su adolescencia. “Cuando tenía 10 u 11 años, pensaba en todo esto como un sueño y que terminaría dedicándome a otra cosa. A los 22, pensé que podía ser parte del mundo de la música (o intentarlo al menos). Hice un remake de un tema y lo colgué en mis redes sociales. A la gente le gustó bastante, aproveché el momento e hice un video. A las semanas, una compañía se fijó en mí, comencé a trabajar con ellos y a sacar más música”, cuenta.
Esa secuencia se dio cuando ella ya tenía dos años estudiando Fashion Styling en Los Ángeles. Su plan original era ingresar al mundo de la moda. Cuando tomó esa decisión, de la música solo quedaban los recuerdos de sus incursiones en el coro del colegio parroquial, donde estudió. Pero los hechos hablaron por sí solos al dejarse llevar por los cantos de sirena que la tentaban a jugársela en otro terreno.
En ese momento era Martha Lucía Ledesma, pero su look ya comenzaba a delatar al álter ego que poco a poco se apoderaba de ella. “Yo desde que estudiaba moda estaba muy pendiente de qué ponerme y qué no. No tuve que construir una imagen, porque yo siento que ya la traía conmigo antes de empezar a hacer música.
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Eso fue superorgánico y salió de mí”. El entorno familiar no le pudo ser más favorable al contar con el total respaldo de su madre en su nuevo quehacer.
Así, su nueva identidad como artista cambió a Malú Vuitton, pero, ante la protesta por la oficina legal de la marca Louis Vuitton por usar un seudónimo asociado a ellos, terminó convirtiéndose en Malucci, que era uno de los tantos apelativos por el que era reconocida en sus años escolares.
Dentro del fenómeno
Sus letras son desfachatadas y viscerales. Malucci habla de infidelidad, materialismo y deseo, y no adorna ni esconde la necesidad de encender la pradera con ellas, aunque también es evidente que no le gana el facilismo de otros intérpretes que hacen de sus temas meras maquetas redundantes y monótonas.
“Hay veces que tengo que sentarme dos días y pensar qué quiero decir en una canción, pero en otras no, como me pasó con ‘Dicen por ahí’, que me salió en un par de horas. La mayor parte del tiempo me gusta que mis canciones tengan sentido y no sean solo repetir algo como ¡almohada, almohada, almohada! Quiero que mis temas tengan una historia y, si no la tienen, al menos una lírica con unos buenos punchlines que las chicas puedan usar en sus captions. Yo puedo hacer dancehall, reguetón, perreo o latin pop. No me quiero poner en un cubo, yo siento que puedo hacer lo que sea”, nos dice llevada por el entusiasmo de convivir en un ecosistema en el que ella empieza, pero del que ya se siente parte como si fuera su tribu habitual.
Ese sentido de pertenencia le hace mirar con respeto a gurúes habituales de esa escena como Maluma, Bad Bunny o J Balvin. “Los respeto demasiado, porque para llegar a esos niveles han tenido un muy buen plan de trabajo. Yo creo que J Balvin estuvo bastante tiempo intentándolo antes de explotar con una canción, y eso me parece respetable. No te puedes aburrir en el proceso porque este es tu sueño y tienes que pelear hasta el cansancio, y eso es lo que esas personas han hecho”.
Y así como Malucci reconoce a los referentes del medio internacional, también tiene una impresión loable de artistas locales como Leslie Shaw. “Ella está más enfocada al latin pop y hace muy bien su trabajo. Es una persona en la que puedes ver fácilmente su superación, porque empezó en el rock y ha ido encontrando su camino sin darse por vencida.
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Creo que vamos a tener un proyecto juntas, no diré cuándo, pero sí hemos hablado algo”, confiesa jugando al misterio.
Políticamente incorrecta
Las brechas generacionales son imposibles de esquivar cuando de reguetón, trap o hip hop se trata. La eterna discusión entre rockeros de viejo cuño y jóvenes decantados por los nuevos ritmos de la música urbana no ha de tener fin. Malucci no se hace problemas con esas discusiones bizantinas y es donde saca a relucir su carácter dominante cuando se tacha al género de vulgar.
“Al que no le guste, que no lo escuche. Obviamente esta escena ha sido vulgar desde el día uno. Cada cosa que ha salido a la luz en la música ha sido vulgar para alguien en algún momento. Cuando Elvis Presley apareció con sus movimientos de caderas, las personas mayores y no adolescentes lo llamaban obsceno. ¡Y llegó a convertirse en una de las mayores estrellas mundiales! Lo mismo podrías decir de Michael Jackson. Cualquier otro género que tú escuches tiene cosas misóginas, hasta el mismo rock, solamente que el reguetón es más straightforward con esto y a mí me gusta eso. Si a alguien no le agrada, pues puede agarrar sus audífonos y escuchar lo que le guste”.
Sin embargo, esa natural rebeldía que emana de ella no es una cualidad que Malucci ve en todos. “Hay muchos artistas que se han dejado llevar y han sido marionetas de la disquera o de la persona que los estaba manejando como quería que fueran. No diré nombres, pero a esas personas yo no les diría rebeldes, porque no lo son. Yo soy una artista independiente. No tengo una disquera atrás que me ayude a posicionarme. Eso lo hago yo sola con la ayuda de mis fanáticos”, nos responde muy segura de sí misma.
El dueño de su corazón
La escena musical no solo le ha dado el propósito que su vida reclamaba. En ella también se topó repentinamente con un artista al que admiraba y con quien ahora tiene serios planes: el reguetonero puertorriqueño Luis Abner Mojica, más conocido como El Dominio.
“Nos conocimos cuando él estuvo en Lima a finales de 2018, porque tenía varios shows acá. Nos comunicamos, hablamos y salimos a comer. La pasamos súper y estuvimos juntos la mayoría de días que él estuvo aquí.
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De ahí empezamos a viajar y lo acompañé las siguientes dos semanas a los shows que dio en Chile. Después de eso, no nos dimos el level de enamorados o novios, pero sabíamos que estábamos juntos y nos hemos comprometido ya hace una semana. Tenemos como un año y, a pesar de que es una relación a distancia, hay la confianza necesaria para estar los dos tranquilos a pesar de los kilómetros que nos mantienen lejanos, ya que hablamos todo el tiempo por FaceTime”.
Pero, aunque el compromiso está sellado, la idea del matrimonio todavía no es cercana. “Creo que es temprano aún para hablar sobre cuándo sería el matrimonio, ya que nos acabamos de comprometer. Todavía no lo hemos pensado”.
Nos despedimos de Malucci, quien, a pesar de su iconoclasta imagen, no trata de ser necesariamente una voz de empoderamiento femenino: “Odio esa palabra. Al final del día, yo solo trato de hacer una canción con las cosas que pienso y, de repente, eso puede hacer sentir bien a muchas mujeres”.
Créditos foto abridora: Junior Tokumaru