Desde Sonoma, California, conversamos con la empresaria peruana que, desde hace más de una década, viene ensalzando la alpaca alrededor del mundo.
Por Vania Dale Alvarado
Un pensamiento paradójico asaltaba a Sandra Jordan cuando, de pequeña, oía a sus profesoras referirse a la alpaca como “el oro de los andes”. ¿Por qué la idea que ella y el resto de peruanos de la época tenía de la alpaca era que se trataba de un material más simplón, que picaba o que, incluso, no olía bien? Era una interrogante que la acompañó durante mucho tiempo, y que se intensificó cuando vivió en la India. Ahí se dio cuenta de que el cashmere –que es, de manera indiscutible, una de las fibras las preciadas del mundo–, recibía halagos similares a los de la alpaca. ¿Cómo es que estos dos tipos de fibra parecían ser iguales en calidad?
No fue sino hasta medio siglo después que dio con la respuesta, cuando se topó con un artículo llamado “Secretos de las momias de alpaca”. Este ponía de manifiesto los hallazgos de la arqueóloga Jane Wheeler. Ella, con la ayuda de pruebas de ADN, logró comprobar que el pelo de estos animales momificados –encontrados en la pequeña aldea precolombina de El Yara– era una fibra incluso más fina que el propio cashmere.
“Las fibras antiguas del vellón de las alpacas eran tan suaves como el cabello de un bebé, en comparación con el producido por las alpacas que se encuentran en todas partes en el Perú moderno”, se lee en el texto.
“Jane Wheeler se da cuenta de que el 80 u 85% de fibras supuestamente de alpaca de hoy en día son, en realidad, una mezcla entre alpaca y llama”, comenta Sandra. Después de esta reveladora lectura, Jordan supo que la alpaca realmente pura sí tenía las virtudes de las que tanto le habían hablado desde pequeña. Empezaba a gestarse una fascinación que daría paso a algo más grande.
La alpaca más allá de la moda
Pero antes de enamorarse del mundo de las alpacas, se enamoró del mundo vinícola, mientras se desempeñó como Directora Creativa de la marca de vinos de su esposo, Jordan Winery. “Tanto la vid como la fibra tienen que ser de origen fino, puro; el terreno donde crece la vid, así como aquel donde crecen las alpacas, deben tener determinadas condiciones; y para ambos es muy importante los sistemas y la tecnología que se emplean. O sea que realmente hay muchas analogías y procesos parecidos entre ambos”, acota Sandra.
Fue cuando empezó a pensar en una alternativa para tapizar las bodegas de vino que la alpaca le volvió a la mente. Ella nunca había visto que la alpaca se usara para tales fines. Pero, sin embargo, pensó: “Si el cashmere se utiliza en el tapizado de mobiliario y de paredes, ¿por qué no la alpaca?”.
Así, los conocimientos que adquirió al cursar una maestría en productos de lujo se pusieron al servicio de esta idea. El resultado excedió sus expectativas y marcó los inicios de su marca homónima. Desde 2006 se dedica a elaborar y comercializar telas de la fibra de alpaca más fina bajo la denominación de “Prima Alpaca”. Sandra Jordan registró este nombre, que hace referencia al primer corte de la alpaca de mejor calidad, para su uso exclusivo.
Como son utilizadas, principalmente, en el interiorismo, las telas de Sandra Jordan se distribuyen en todo Estados Unidos y en el mundo –en lugares como Francia, Canadá, Dubai, Londres, Australia, Ginebra y Rusia– a través de showrooms y representantes, quienes las venden a los diseñadores.
“Nunca me interesó hacer moda”, confiesa. “Trabajar con telas te da un horizonte más amplio; no tengo que seguir la moda. Puedo, de esa manera, apoyar a que algo sea para siempre”. La suya es la expresión del gusto de la fibra por la fibra, independiente de su aplicación.
Tejiendo Futuro
Sandra Jordan es educadora de profesión, y esa es una faceta que la acompaña siempre, de una u otra manera (ya sea capacitando a sus representantes de ventas alrededor del mundo o difundiendo y ayudando a revalorizar la fibra de alpaca y su cultura ancestral inherente). Pero, además, a ella le interesa contribuir a la preservación de estos saberes. Por eso, desde hace un tiempo, viene planeando junto a su sobrino, el arquitecto peruano Franco Ferrero, la construcción de una casa taller para bordadoras en Ayacucho.
“Lo que le preocupa a Sandra es esta pérdida de cultura”, refiere su sobrino Franco. Él nos cuenta que cada vez más jóvenes ayacuchanos optan por llevar cursos de estilismo o diseño web –alineados a las exigencias actuales–, y no se sienten tan atraídos por el arte tradicional de sus comunidades.
“Ahí es donde aparece Gladys Palomino, una artista que es una eminencia en lo que a textil ayacuchano se refiere. Ella recibe en su casa a madres de su barrio. Les enseña a tejer, las ayuda a organizarse, las educa financieramente. Luego, va a ferias a vender los productos”, explica.
Sandra decidió sumarse a esta iniciativa construyendo un espacio apropiado y totalmente acondicionado para estas actividades. Para este fin, eligieron un terreno de propiedad de Gladys en el barrio Pilacucho. Aunque la coyuntura actual ha frenado el curso natural del proceso, Franco, quien se ha encargado del diseño del proyecto, nos dice que este se encuentra en su etapa final: a la espera de poder tramitar los permisos necesarios para, así, arrancar con la construcción.
“La idea plasmada en el diseño del espacio es que las mentorías que realiza Gladys no pierdan su carácter doméstico y que los ambientes tengan relación con las tradiciones andinas y la importancia del contacto con el exterior que estas manifiestan”, acota Franco.
Junto a Gladys, además, Sandra se encuentra diseñando una línea de cojines de alpaca bordados con diseños típicos ayacuchanos. Asimismo, trabaja muy de cerca con Pacomarca. Este programa se dedica a mejorar las condiciones de las familias alpaqueras, velar por la supervivencia de las especies que crían, así como a mejorarlas genéticamente para conseguir la fibra más fina posible. No es de extrañar su acercamiento con este tipo de iniciativas. Sandra bien sabe que “la fibra de alpaca es más fuerte y más lagra que el cashmere; simplemente es mucho mejor”, es solo que no ha tenido buen marketing.
Y aunque reconoce que la crisis del Covid no ha afectado directamente su negocio –más allá del hecho de tener que mandar muestras de tela a diez casas diferentes de diseñadores en vez de a un solo estudio–, es consciente de los impactos que está teniendo en el país. Quizá ahora más que nunca son necesarias las acciones que viene ayudando a impulsar. Su aporte, finalmente, traspasa lo coyuntural. Como la fibra de la alpaca con la que trabaja, un insumo atemporal y que va más allá de las modas.