Escuchar una canción de Denisse Bullard por primera vez puede ser todo un riesgo. Uno puede, digamos, comenzar a escuchar uno de sus temas en la oficina y dejarse llevar por el sonido dulce de la música. Entonces, para apreciar mejor la ternura de la composición, que siempre comienza con un texto muy romántico, sube el volumen de sus parlantes. Y de pronto, inesperadamente, de entre esos acordes simples y esa melodía de canción de nido, aparece una referencia explícita a una felación. Nosotros (sin contarle nuestra anécdota laboral) fuimos a visitarla para que nos explique el origen de este proyecto.
¿De dónde nacen las canciones que haces?
Creo que la música que hago son experiencias nada más. Todo empezó como un juego en el que contaba experiencias, como un collage, porque ninguna canción habla de nada en específico. Sólo trato de contar cosas.
¿Y qué grupos o cantantes han influenciado en este estilo tan particular que tienes?
Yo en verdad no sé tocar guitarra. Sólo sé tocar guitarra de nido. Entonces una influencia que tengo es la música de niños. Por otro lado también hay ciertas músicos que me han influenciado, como Soko y Kimya Dawson.
En las canciones tienes esta melodía tierna e infantil y luego irrumpe el mensaje sexual explícito. ¿Esto se dio de manera natural desde un inicio?
Se dio de una manera súper natural. Porque todo comenzó como un juego, esto nunca fue un proyecto. Yo simplemente no tocaba música hace mucho tiempo, entonces agarré una guitarra que tenía en mi cuarto (que ni siquiera era mía) y empecé a jugar, a improvisar. Entonces todas mis canciones las he hecho tocando dos o cuatro acordes y cantando lo primero que se me ocurría. Obviamente lo grababa y luego le cambiaba algunas palabras nada más, para que el mensaje y las ideas siempre sean las mismas.
Entonces todo ha sido bastante orgánico…
Sí, de hecho nació como una broma, un juego. Hice estas canciones porque estaba aburrida y un poco triste, entonces agarré la guitarra y empecé a jugar.
¿Cuándo ocurrió eso?
A mediados del año pasado. Empecé a cantar, empecé a tocar. Estaba aburrida y un poco frustrada, y lo grabé para mí, se lo pasé a un par de amigos. Pasó el tiempo y uno de ellos me dijo para hacer unos videos en vivo. Más tarde me llamaron para tocar. Pero en verdad nunca pretendí hacer nada con eso. Simplemente pasó.
¿Cómo ha sido para ti de pronto presentarte en conciertos y recitales?
Súper raro, porque nunca pensé hacer una canción o algo. No pensé ni siquiera que podía. Nunca tuve ninguna pretensión de nada. Lo único que iba a hacer era un EP que se lo iba a regalar a mis amigos. Pensaba hacer a mano unos cincuenta como máximo y pasárselos a ellos. Pero la gente me fue escuchando y una día una amiga, la Negra Valencia, me llamó para que abriera un concierto suyo porque siempre le gustaron mis canciones.
¿Y cómo manejaste eso?
Fue difícil, porque yo soy súper tímida aunque nadie me cree. Tengo pánico escénico. Un día antes de cantar empiezo a arrepentirme. Y el mismo día despierto mal, con ganas de vomitar y todo. Luego paso la tarde toda acelerada y cuando llega la hora y la prueba de sonido tengo que ir al baño cada dos minutos. Ya la hora de cantar siempre me estoy muriendo de los nervios. Pero a la vez es gratificante… cuando termino.
¿Eres consciente de la respuesta del público cuando estás arriba?
Sí y no. Porque al inicio de hecho miraba la guitarra para no tener que ver a la gente… Ahora miro a la esquina. Y supongo que poco a poco iré avanzando. Pero sí, a veces escucho risas conocidas porque hay canciones que hablan de cosas que gente que está ahí conoce. De hecho risas es lo que más escucho.
¿Y no te da miedo luego tener que dar algunos conciertos más?
No. Si se da la oportunidad de que tenga que cantar de nuevo me voy a morir de nervios y de roche, pero me está gustando, lo estoy disfrutando.
¿Cómo definirías tu estilo?
Yo siempre digo que es tonti folk, pero mis amigos dicen que es indie porn.
Por Omar Mejía Yóplac
Fotos por Jimena Gallarday