Daniel Olivo hace un recorrido por su historia en el Perú, los proyectos que tiene en marcha y reafirma la filosofía que lo ha consolidado como uno de los estilistas más importantes del medio.
El choque cultural que experimentó fue impactante, pero a medida que los días pasaron y la primera impresión se fue disipando, Daniel vio una oportunidad. Su oportunidad. “Decidir dejar Brasil y trasladarme al Perú fue mi cambio de look”, cuenta. Hace casi ocho años que ese viaje de turismo, al lado de su pareja, se convirtió en un nuevo comienzo, en la ruta para alejarse del estancamiento que experimentaba en su país. Esa manera de definirlo, como un “cambio de look”, va de la mano con lo que él entiende por belleza: “Para mí, la belleza es el bienestar, es un momento de cambio, de cerrar etapas. Ese deseo interno que busca exteriorizarse luego de una ruptura, de dejar un empleo o superar una enfermedad. Todo ese proceso es la belleza, el cambio de peinado o look es solo la cereza sobre el pastel”.
Cuando visitaba los locales más exclusivos del rubro se sentía abrumado por la suntuosidad de sus propuestas, por el lujo, y pensaba que jamás podría trabajar en un lugar así, pero luego se concentró en el trato hacia las clientas y entendió que ese podía ser el punto que lo diferencie del resto. “Si quieres ofrecer algo nuevo debes entender que la belleza es la individualidad, no se puede estandarizar la belleza. La persona es única y debe potenciar lo que es. Como estilista, escucho tu deseo, dedico tiempo a entender tu historia y es en base a eso que trabajo. Hoy, el secreto de la industria de la belleza está en la experiencia”, señala. Para Olivo, la mujer peruana posee una tendencia hacia la frustración, ahora menos que antes quizá, pero cuando recién empezó su historia en el Perú tuvo que lidiar con eso. “Esa intención de verse como otras mujeres terminaba en frustración, yo busqué explicarles que cada una debe encontrar su propia belleza en función a lo que es. Muchas veces, las clientas terminaban llorando luego de un cambio y entonces surgía una amistad que iba más allá de un cambio de look”, cuenta.
Evolución de conceptos
Luego de trabajar para otras personas, tomó el riesgo de abrir su propio local, Daniel Olivo Hair Artisan Salón, donde puso en práctica ese trato personalizado que siempre consideró imprescindible para la belleza. Esa primera experiencia terminó mal por un problema societario, pero le sirvió para entender que no podía personalizar su negocio usando su nombre. “Las clientas hacían reservas, pero querían que Daniel Olivo las atienda. Eso funcionó un tiempo, pero para una visión de negocio no era viable”.
Fue partiendo de esa idea que nació Circus, un concepto que revolucionó la industria de la belleza en nuestro país y que lleva año y medio funcionando. Daniel tuvo claro que no podía abrir un negocio que sea igual a lo que ya existía, no quiso ser uno más: “Decidí que el salón sería como una carpa de circo, una temática que no existía acá. ¿Por qué un circo?, porque el circo es un encuentro de artistas y talentos, sin protagonismos, el protagonista es el circo mismo, la gente va a buscar lo que quiere, no hay un predominio individual”. El concepto se afianzó y ahora se está trabajando en la posibilidad de generar franquicias, de convertir a Circus en una cadena. “Me coloqué en el backstage, capacitando a todos mis colaboradores para que cualquiera pueda atender las necesidades de una clienta. Comenzamos a crear artistas”, dice Daniel con satisfacción.
Luego de la pandemia generada por el coronavirus, nació Spot, el segundo concepto de Daniel, con una propuesta completamente distinta: “En Spot toda la atención está dirigida a la clienta. Mientras que en Circus quise crear un espacio en el que las personas puedan ir al salón como si se tratara de su propia casa: con diversión, colores y alegría. En este nuevo local postulamos otro target, se trata de un espacio extremadamente minimalista, en el que ninguna estructura compite contigo”. Este nuevo proyecto fue un verdadero riesgo, una aventura que terminó superando las expectativas de Olivo: “Abrí Spot luego de la pandemia, en agosto, en lugar de frenarme lo vi como una opción para avanzar. El local tiene la idea de alinearse con ese deseo de salir y recuperar el tiempo, proyectamos ver resultados en un año, pero los vimos en cuatro meses. Fue un éxito”.
La familia de Daniel
Spot no fue lo único que nació con la pandemia. Cuando el virus azotó al país, Daniel trabajaba con cerca de 40 colaboradores en Circus, la crisis lo golpeó, lo colocó en una situación complicada, pero le dio la posibilidad de sacar adelante un negocio y, sobre todo, reconocer que tenía una familia: “No había una estructura económica para afrontar eso. Negocié con los dueños de los locales para paralizar todo y me dediqué a resolver las necesidades de cada uno de mis empleados día a día. Cuando uno tenía un problema, nos enfocábamos en resolverlo, armábamos canastas y las distribuíamos. Era una o dos batallas por día, fueron momentos muy difíciles, tuve que gestionar préstamos personales. Pero nos afianzamos como familia, empecé a conocer a mis colaboradores como nunca, en su lado más humano y todos continuaron con nosotros cuando empezó la reactivación”.
El artista intranquilo
Daniel asegura que su cerebro no para y que está preparando el lanzamiento de un nuevo concepto que, según sus propias palabras, “será espectacular y novedoso” porque le aburre lo mismo. Además, reconoce que uno de sus sueños más grandes es la creación de un instituto en el que pueda impartir su filosofía y conceptos sobre la belleza: “En el Perú, lamentablemente, el trabajo del estilista reposa en la creatividad, pero esta depende del estado de ánimo del artista y uno tiene que trabajar todos los días, entonces debe existir un respaldo de estudios, es ese punto el que falta reforzar aquí, la vocación y profesionalización”.
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