Vida nos recibe en un lujoso departamento en San Borja. “Es el último que queda por vender”, comenta. Desde hace siete meses, es vendedora en una inmobiliaria. Pero este no es su primer empleo. Trabaja desde los 16 años y ese es uno de los factores que la han vuelto tan independiente.
Adora la playa. Por eso confiesa que lo más difícil de su actual trabajo fue empezar en enero. Mientras sus amigas pasaban fines de semana enteros hundiendo sus pies en la arena de las playas del sur, a ella le tocaba quedarse en Lima. “En verano la pasé mal, porque soy fanática de la playa y tenía que quedarme trabajando hasta los domingos. ¡He estado todo el verano blanca!”, dice entre risas.
Tu nombre forma un juego de palabras muy sugerente. ¿Cuál es la historia detrás?
Siempre me preguntan por qué me llamo Vida, y hay gente que incluso me fastidia con eso. En verdad, mi mamá nunca se dio cuenta de lo de “Vida Espinosa”. La historia de mi nombre tiene que ver con que ella es una persona muy espiritual, y yo casi me muero… pero no me gusta mucho contar eso. Lo importante es que a mí me encanta mi nombre.
Estás en tercer ciclo de Ingeniería Industrial y a la vez trabajas. ¿Cómo haces para combinar estas dos actividades sin descuidar ninguna?
Mi vida es bien complicada porque nunca tengo tiempo para nada. Mis amigas me dicen: “¡Tienes 18 años, pero pareces una tía!”. Y en verdad, sí, vivo una vida de tía, pero soy feliz así, porque mi chamba es relajada, me divierte atender a los clientes.
¿Y cómo te ves de acá a unos años?
Mi trabajo ideal sería no ser empleada de nadie. Para mí está clarísimo que no quiero tener un jefe. Todavía no sé de qué va a ser mi negocio, ni cómo, pero sé que ese es mi objetivo.
¿Practicas algún deporte?
Siempre he sido deportista, solo que ahora he parado por falta de tiempo. He hecho gimnasia artística; la dejé porque era muy exigente, ocho horas al día de entrenamiento. Todo el mundo creía que me iba a quedar ahí hasta llegar a los Juegos Olímpicos, porque era buena y persistente. Pero ya ni podía ver a mis amigas, así que me cambié a vóley, en el Regatas. He hecho deporte toda mi vida, me gustan casi todos los deportes.
¿A qué le tienes miedo?
A los ascensores. Soy claustrofóbica. Cada vez que tengo que mostrar las áreas comunes de un edificio a un cliente, por ejemplo, voy por las escaleras sin importar en qué piso estén. Desde que tengo conciencia lloraba si tenía que subirme a un ascensor, simplemente no podía. Mi enamorado vive en el piso 14 y hace poco estuve en un proyecto en el piso 16, y ni así me subo a uno. Es una fobia de nacimiento.
¿Y nunca te has propuesto hacer nada al respecto?
Una vez mi abuela se ofreció a pagarme una terapia y le dije que sí, pero a la hora de la hora no quise. Me da miedo el solo hecho de pensar que tengo que enfrentarme a esa situación.
¿Cuáles son tus defectos?
Soy muy orgullosa, me cuesta mucho pedir perdón. Otra cosa que me molesta de mí es que soy demasiado tímida y tengo pánico escénico.
¿Y tus virtudes?
Soy sencila y sincera. Pero, sobre todo, muy persistente. Si me trazo una meta, la alcanzo de todas maneras.
Texto: Vania Dale Alvarado
Fotos: Gonzalo Miñano
Video: Javier Zea y Jimena Gallarday
Estilismo: Sara Vílchez
Maquillaje y peinado: Specchi
Producción: Andrea Zorrilla y Vanessa Robles
Agradecimientos: Municipalidad de San Isidro, Five Preview, Child of the Universe, H&M, Gap y Adidas.