La Navidad es un sentimiento que se construye, de preferencia en torno a una mesa. Jackie Simon, event planner a carta cabal, nos da algunas indicaciones para la cena pascual.
Por Czar Gutiérrez
A medida que va cayendo la tarde del 24 de diciembre, todos los pasos se dirigen hacia ese tablero horizontal, liso y suspendido cuya función principal será servir como contenedor alimenticio. Sí, la mesa como centro gravitacional y el banquete como símbolo litúrgico para celebrar el advenimiento del Mesías. Llámese como se llame —la réveillon de Noël en Francia, il cenone en Italia, la weihnachtsessen alemana—, la cena de Navidad es sagrada e inalterable. Lo cual, entre nosotros, se traduce en la ingesta de chocolate, panetón y pavo, el trío navideño de sabor nacional.
Con esos tres componentes sine qua non, el banquete peruano admite multiplicidad de variables. Consultada Jackie Simon –experta en organización, planificación y control de fiestas y eventos–, asegura que, efectivamente, la cena de Navidad puede presentar un buffet versátil sin que eso signifique que pierda prestancia o colisione con la tradición. “Para mí la Navidad es muy importante. Por eso me encanta preparar mi cena del 24 con mucho cariño, dedicación, esfuerzo y anticipación. De lo que se trata es de presentar una mesa impecable”, dice.
¿Y cómo lo haces? “Logrando que en esa mesa interactúen todas nuestras culturas. En vista de que por el lado de mi papá tenemos ascendencia árabe, nosotros incluimos elementos asiáticos. Es una delicia ver a mi mamá haciendo, por ejemplo, camotes glaseados. O luciéndose cuando presenta su arroz turco o su falafel. Y mientras nosotros estamos dedicados a rellenar el pavo, mis padres se encargan de transportarnos al Golfo Pérsico a punta de sabores. Por eso proliferan las hojitas de parra. Y como mi hermana está casada con un español, tampoco falta la tortilla de papa, los prosciuttos, los quesos, el jamón glaseado y variedad de panes”.
Magia pascual
Como se sabe, Jackie Simon labró su prestigio en base a la impecable organización de fiestas temáticas –la fiesta de Medio Oriente, del Tibet, el Carnaval de Río, etc.–, lo que le valió producir la fiesta del Club Esmeralda de Santa María del Mar. “Soy muy detallista, diría que hasta maniática. Me ocupo del catering, claro, pero también de la parte visual. Que mesas, sillas, plantas, vajilla, cubiertos, cristalería, mantelería, posavasos e individuales estén impecables. Igual con los recipientes para servir, saleros, pimenteros, etcétera”, dice.
Minuciosa hasta rozar la perfección, la event planner limeña le da especial importancia a la ambientación. “Me encanta trabajar con flores, incorporar ideas diferentes. No soy una persona que cocina, pero sostengo un catering con chefs profesionales. Toda la gente con la que trabajo es super. Me encanta atender, tener mi mesa preciosa e incorporar todo tipo de decoración. No descuido los manteles, los posavasos, las copas de colores y hasta las servilletas. Me encanta ver cómo está presentada la comida, me encanta innovar en los sabores”, agrega.
Y cuando llega la fiesta de la cristiandad, ella se dispone sobre la mesa de Nochebuena de extremo a extremo: desde las ensaladas de apertura hasta el epílogo de los postres. “En el camino, voy probando los diferentes tipos de panetones, porque siempre sacan uno nuevo cada año, ¿no?”, bromea. Y así, paso a paso, bocado a bocado, construye el sentimiento navideño: olores, sabores, recuerdos en torno a una mesa poblada con los seres amados. Después de todo, ella sabe que la magia está ahí: en una sonrisa de Nochebuena.
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