Álvaro Vargas Llosa nos cuenta que las últimas semanas no han sido fáciles para la familia Vargas Llosa. A pesar de la celebración por el honorable ingreso del Premio Nobel a la Academia Francesa, el hostigamiento desmedido de la prensa ha complicado sus días. Los medios no solo persiguen la cobertura de un excepcional triunfo en la carrera del escritor, sino que además buscan inmiscuirse en su vida privada.
Por Lucas Cornejo Pásara
Desde París, Álvaro Vargas Llosa aceptó tener una conversación con nosotros acerca de todos estos últimos sucesos. Tras reunirse en dicha ciudad con su familia para presenciar el nombramiento de su padre, tiene agendado asistir con él al Festival Escribidores en Málaga, y un viaje a Lima por cuestiones familiares. Desde luego, la nefasta situación del país no quedó fuera de la conversación.
¿Cuánto tiempo estuvieron en París?
Mi padre tuvo que venir dos veces, porque antes del ingreso público a la Academia hubo uno privado. La ceremonia se parte en dos. La primera parte sirve de ensayo general en cierta forma, pero es más que eso. Se trata de la ocasión para que la secretaria perpetua, la persona jefa de los académicos, y los académicos reciban al nuevo académico en un ambiente de total puerta cerrada. Todo esto se hace como un ritual que se corresponde con una tradición antigua. Es la primera vez que el nuevo miembro lee el discurso frente a los académicos y ellos tienen oportunidad de debatirlo. Vino para eso primero y después para la ceremonia. Yo estoy basado en Nueva York, pero paso bastante tiempo aquí, y me tocó ocuparme un poco de todo esto.
Cuéntame, ¿cómo disfruta la familia Vargas Llosa la ciudad de la luz?
Mira, siempre museos. El día antes del ingreso público a la Academia, mi padre fue al Pompidou con la familia. Yo no pude ir porque estaba ocupado con lo de la ceremonia. Sí pude ir con ellos a recorrer librerías. Toda esta zona de París tiene muchas librerías. Fuimos también a cenar a un sitio muy emblemático, el Voltaire. Está ubicado en el sitio en donde Voltaire vivió y murió. Es un lugar muy bonito frente al río. Me he enterado después de que muchos académicos van a comer ahí, pero lo hacen discretamente. Pasa que igual es difícil tener un lugar discreto cuando se trata de donde vivió y murió alguien tan famoso. En todo caso, es un espacio muy parisino que nos gusta. Después, disfrutamos mucho caminar, y París es una ciudad en donde se camina bastante. Si podemos evitar ir en auto, lo hacemos. En esos días fue inevitable ir en auto, porque había mucha prensa y se volvía todo muy indiscreto y muy pesado. Pero normalmente nos encanta caminar. Es muy fácil encontrarnos por París caminando, sobre todo por la mañana temprano o hacia la caída de la noche.
Ya que hablabas de la discreción, pensaba justamente en cómo los ha hostigado la prensa internacional en París y Madrid en las últimas semanas…
Ah, no… Ha sido una invasión de la privacidad total y absoluta. Felizmente, teníamos mucha gente que nos ayudaba y maneras de aislarnos cuando era necesario; pero, en general, hemos vivido una persecución periodística por Europa. Yo te diría que invasiva… Mira, yo comencé a relacionarme con el periodismo a los 14 años. Es un mundo que conozco bien, y me siento muy relacionado y cercano. Hay que saber establecer una frontera entre lo que es la legítima búsqueda de la noticia y lo que es la invasión de la privacidad. Yo creo que la prensa –no toda, evidentemente, pero una buena cantidad de medios– no supo fijar esa frontera en el lugar en que tenía que fijarse. Entonces, sí, ha sido complicado. Nos han restringido mucho el espectro de opciones de cosas que nos gusta hacer. Muchas de estas actividades eran imposibles de hacer siendo acosados por cámaras. ¿Qué tipo de conversación privada puedes tener en familia cuando tienes micrófonos grabándote por todos lados?
¿Normalmente, sí pueden caminar por París o Madrid sin problemas?
En Madrid es un poquito más complicado, pero lo hacemos a horas en las que los perezosos difícilmente nos van a seguir: muy temprano por la mañana, tarde por la noche… Estas semanas, incluso a esas horas era imposible.
“Si alguien le hubiera dicho [a Mario Vargas Llosa] en los años 50 que setenta años después él ingresaría a la Academia y estaría sentado a dos sillas de donde se sentaba Victor Hugo en el siglo XIX, pues habría dicho que esa persona estaba loca”.
Últimamente has publicado muchas fotos de tus padres otra vez juntos. ¿Han tenido algún tipo de reconciliación o un reencuentro en su relación?
Mira, de eso yo no puedo lógicamente hablar, porque no soy la persona a la que corresponde hablar de eso. Lo que es evidente es que ha habido encuentros. Sí, muchos, muchísimos encuentros. Hemos estado juntos en familia, y mis padres también, por supuesto. Pero ya lo habíamos estado antes, solo que no de una manera tan pública… Lo seguiremos estando en los próximos meses. Hay muchos encuentros familiares que tendremos según las circunstancias en distintos lugares. Eso no debe extrañar. Sí, en este caso, creo que se justificaba compartir con la gente porque había mucho interés. Intentamos mostrar cómo la familia vivía esta ocasión, que, por un lado, era una ocasión solemne, académica, institucional, pero, por otro, también una ocasión familiar. Somos una familia que vive dispersa por el mundo. Yo estoy basado en Estados Unidos y paso temporadas aquí. Mi hermana vive en Lima; mi hermano, en Bruselas. Mi hija vive en Nueva York; mi hijo, en Londres. Mi padre está basado en Madrid, aunque viajando mucho… En fin, somos una familia completamente dispersa a pesar de que nos vemos mucho. Este evento fue una ocasión de encuentro familiar sumamente grato. Mi idea era tratar de mostrar aquello que la prensa no podía mostrar, porque obviamente –aún con lo invasiva que ha sido– tenía un límite de lo que podía mostrar en términos de acceso a la familia. Me pareció que era una forma entrañable de hacer vivir a los demás la experiencia que nosotros estábamos viviendo, porque es una experiencia única. Esto no ocurre dos veces en la vida. Ocurre solamente una vez.
Me alegro. Vi también que dijiste que para tu padre era esencial que tu madre estuviera en la ceremonia de su nombramiento como académico de la Académie Française, ya que era y había sido siempre la mujer de su vida. ¿Cómo recibió tu madre esa invitación?
Bueno, hay que recordar que mi madre ha sido siempre la persona que, a lo largo de la gran mayoría de obras, no solamente ha estado junto a mi padre, sino que ha sido su primera lectora. Quien ha leído todos sus manuscritos a lo largo de décadas ha sido ella. Su primera crítica ha sido ella. Ella ha sido la persona que manejaba en gran parte las relaciones con su agencia literaria, con la que todavía tiene relación –una relación de sesenta años–, la agencia literaria Carmen Balcells. Mi madre es una persona que jugaba un papel importante también en las relaciones de mi padre con muchos escritores de su generación. Muchos han muerto, lamentablemente, pero mi padre se relacionaba mucho con ellos, y mi madre era un factor aglutinante de esa generación también. En fin, qué te voy a decir… Basta leer el discurso del Premio Nobel de mi padre para saber cuál ha sido su rol. Así que, sí, sin ninguna duda, era importante para él que ella estuviera aquí. Por eso la invitó, pero creo que también era importante para ella, porque era lo justo. Hubiera sido un poco absurdo que estuviéramos todos los hijos y los nietos y que no estuviese ella. Es un evento que no solamente corona una relación con Francia –evidentemente, eso también–, sino que corona toda una obra –un poco como ocurrió también con el Premio Nobel–, y nadie simboliza más en esta familia esa obra –además de mi padre– que mi madre. Cualquiera que conozca bien la obra de mi padre lo entiende igual que yo.
Desde luego… Algunos han dicho que para tu padre es un mayor logro formar parte de los ‘Inmortales’ que haber ganado el Premio Nobel. ¿Hay algo de cierto en eso?
Bueno, él dice eso y también dice que cuando ingresó en La Pléiade sintió una emoción mayor que la del Premio Nobel. No creo que puedan compararse, pero sí creo que, para él, tanto el ingreso a La Pléiade como el ingreso a la Academia han representado algo, si no exactamente equivalente, muy cercano en términos personales a lo que fue esa experiencia cumbre. Mi padre lo ha contado ya muchas veces: él empezó a estudiar francés y a leer literatura francesa también siendo muy jovencito en Lima. Si alguien le hubiera dicho en los años 50 que setenta años después él ingresaría a la Academia y estaría sentado a dos sillas de donde se sentaba Victor Hugo en el siglo XIX, pues habría dicho que esa persona estaba loca. Estaba tan fuera de sus posibilidades, tan por encima de sus aspiraciones, que soñar con algo así era completamente extravagante. Entonces, sin duda, esta experiencia tiene algo de logro comparable al Nobel.
“Hemos estado juntos en familia, y mis padres también, por supuesto. Pero ya lo habíamos estado antes, solo que no de una manera tan pública… Lo seguiremos estando en los próximos meses”.
Con respecto a “Los vientos”, tu padre ha declarado que se trata de un relato puramente de ficción. Sin embargo, Isabel Preysler le ha reclamado públicamente por burlarse de su familia. ¿Cuál es tu lectura?
Es, como lo ha dicho él, ficción. Hay que saber entender lo que es una ficción. Si uno ha leído la obra de mi padre y la conoce bien, entiende perfectamente que su obra se ha escrito con materiales relacionados con su vida. No siempre su biografía, muchas veces, cosas que ha leído, gentes que ha conocido, experiencias que ha tenido y que lo han relacionado con otras personas, pero, en cualquier caso, su vida. Entonces, en este cuento no hay, en el fondo, nada que no haya en el resto de su obra. Es decir, en términos de origen, términos de aquello que informa o los materiales de los que se compone la ficción. Pero, finalmente, es una ficción. Si tú lees esto dentro de veinte o treinta años, lo último que te preocupará es quién es quién o quién se parece a quién… Verás a un señor mayor que sufre una crisis emocional y psicológica, y que está rememorando muchas cosas. Por otro lado, se plantea algunas inquietudes que, en el fondo, nacen de una angustia, mientras que está deambulando por la ciudad en busca de no se sabe qué. Es un cuento. No es una crónica periodística. Es una ficción hecha con materiales que en ese momento expresaban, sin duda, una angustia, unos sentimientos… Un escritor no escribe desde la frialdad clínica de un laboratorio. Por lo menos, no el escritor que es él. Escribe desde unas angustias, unas pulsaciones, que están ahí, y el cuento las refleja. Luego, por supuesto, cada uno tiene derecho a interpretarlas a su manera. Una vez que el cuento es publicado, ya cada uno puede leerlo como se le antoje. Además, por cierto, “Los vientos” ya se había publicado en 2021 en “Letras Libres”. Mucha gente cree que es una publicación reciente. Tampoco es tan antigua, pero en octubre de 2021 la revista “Letras Libres” la publicó tanto impresa como digitalmente. Mucha gente del mundo de la literatura y de las revistas culturales conocía este relato. En la familia lo conocíamos. Mucha otra gente no lo conocía y, por tanto, le ha dado una lectura mucho más de contexto periodístico actual. Si tú conocías el texto publicado en 2021, en un contexto muy distinto, tu lectura era muy distinta también. Nada de lo cual quita –es evidente– que el cuento expresa una angustia. Yo quiero creer que eso es lo que da fuerza al relato.
¿Estabas al tanto de la ruptura que se gestaba entre tu padre y su expareja?
Yo no puedo entrar en eso. Sería de mal gusto. Estaría arrogándome un rol que no me corresponde. Además, sería hacer algo que nos hemos propuesto no hacer, que es darle importancia a algo que está tan lejano en el tiempo, y superado, además, como habrás visto, muy rápidamente. No me corresponde eso. Lo único que te puedo decir es que, como hijo de mi padre, tengo con él un diálogo permanente sobre todos los asuntos. Así como yo le cuento mi vida, él me cuenta la suya. Entonces, nada de lo que ha pasado con él me es extraño o me es ajeno, porque, bueno, yo he vivido lo que es la experiencia de la vida de mi padre, en todos los ámbitos, muy de cerca. Del mismo modo que él ha vivido la mía también. Tenemos una comunicación muy estrecha y muy cercana. Eso es lo único que te puedo decir.
Ahora, pasando al Perú, ¿cómo explicas que presidentes de países hermanos como Argentina, México, Colombia, Bolivia y ahora Honduras no reconozcan el orden constitucional en el Perú?
Me parece abominable. Francamente, creo que es un acto de deslealtad con la democracia –desde luego–, pero con el Perú también. Estos presidentes ¿qué cosa han logrado con eso? Han logrado avivar la violencia. Muchos actores políticos dentro del Perú, viéndose alentados desde fuera, legitimados, protegidos y con cobertura extranjera, han cometido seguramente más actos de violencia de los que habrían cometido si no se hubiera dado esa injerencia descarada de parte de estos presidentes y gobiernos. Yo entiendo perfectamente por qué se ha dado esta injerencia. Es muy evidente. Todos ellos tienen una afinidad ideológica con los grupos radicales de extrema izquierda en el Perú. Todos ellos, además, veían al Perú como un país que ya había pasado a formar parte de su club, y, de pronto, sienten que lo han perdido o que lo podrían perder. Así que yo entiendo desde su perspectiva las razones de su intervención. Pero, si tú defiendes la democracia y defiendes las relaciones de respeto entre países hermanos, y, además, defiendes la paz social –es decir la no-violencia–, desde todos esos puntos de vista hay que criticar a estos presidentes. Repito que han tenido una conducta abominable.
¿Cómo evalúas al gobierno de Dina Boluarte? ¿Crees que el uso de la fuerza ha sido desmedido? ¿Es el Gobierno culpable de las muertes que no dejan de aumentar desde hace semanas?
Antes que nada, hay que enfatizar su origen democrático y su origen constitucional. Hay mucha gente que está tratando de cuestionar esto, a mi modo de ver, de una manera muy perversa, porque es la forma de justificar la violencia. Si tú estás ante un gobierno inconstitucional y un gobierno ilegítimo, la subversión se justifica. Por eso creo que es importante siempre empezar por ahí. La presidenta Boluarte no se levantó una mañana y dijo: “Voy a tomar el poder”. Ella era vicepresidenta. El señor que estaba por encima de ella decidió salir del marco constitucional y destruir una democracia que lleva en el Perú desde hace, más o menos, veintidós años de trayectoria. Los mecanismos constitucionales entraron en funcionamiento y ella terminó en el poder. ¿Si se han tomado las decisiones correctas? Bueno, creo que la decisión de no renunciar ha sido correcta. Creo que la decisión de tratar –una y otra vez– de invocar al Congreso para que adelante las elecciones también ha sido la correcta, a pesar de que el Congreso por el momento no se está poniendo a la altura de las circunstancias. Y creo que también ha hecho bien en ordenar la fuerza pública, proteger a los ciudadanos indefensos y a la propiedad privada. Ahora bien, ¿en el ejercicio de su funcionamiento, las fuerzas del orden se han extralimitado? Es inevitable. Si tú provocas enfrentamientos como los que han provocado estos grupos radicales de izquierda, si tú incendias la pradera, si tú violentas la propiedad privada, destruyes no solamente viviendas, sino también edificios públicos, incendiando archivos importantes de la Fiscalía y del Poder Judicial; y, además, atacas con mucha violencia a policías que no tienen ninguna responsabilidad política sobre lo que está pasando en el país, es evidente que vas a generar una reacción. Y esa reacción va –en el contexto de enfrentamientos muy duros– a provocar tragedias como las que se han producido. Por eso la democracia es tan importante. En un sistema democrático, eso se puede investigar y, finalmente, sancionar. Pero de allí a concluir que la señora Boluarte ha establecido una dictadura militar y una política represiva tendiente a establecer en el Perú un régimen antidemocrático hay un trecho que, a mi modo de ver, es inaceptable. Eso no es verdad. Simplemente, no es verdad.
Como dices, el Congreso no muestra ningún interés –más bien pone trabas– en adelantar las elecciones. ¿Qué vía encuentras alcanzable para calmar las aguas?
En un ambiente como este, todo lo que puede hacer un gobierno y también los actores civiles es bienvenido. No hay ninguna razón para que el Gobierno no pueda multiplicar las iniciativas y los esfuerzos para establecer mecanismos de diálogo y de negociación, siempre y cuando se tenga como premisa que la legitimidad del Gobierno no está en cuestión. Aquí no se trata de legitimar un reclamo o una demanda, que por vía violenta se está haciendo, en favor del colapso de un gobierno que tiene un origen democrático y constitucional. Sí tiene sentido establecer mecanismos de diálogo para devolverle al Perú una paz social. Ahora, yo creo que nada va a contribuir más a ese objetivo que adelantar las elecciones. Yo diría que esa es el arma que tiene la democracia peruana más a la mano en estos momentos para restablecer la paz social de forma definitiva.
En el momento que estableces un calendario electoral y los actores políticos empiezan a concentrarse en el objetivo de ganar unas elecciones, evidentemente, cualquiera que intente interrumpir ese proceso mediante la violencia va a ser marginado y se revelará ante el país y el mundo como antidemocrático. Por eso pienso que el Congreso está haciendo algo muy perverso. En el fondo, aunque no lo quiera, está legitimando a los violentos. Si el Congreso adelanta las elecciones, fija un calendario razonable –yo creo que abril de 2024 es muy razonable–, automáticamente quedan sin piso todos los reclamos que se están haciendo por la vía violenta. Entonces, no solamente están dilatando innecesariamente un proceso político muy traumático, sino que, paradójicamente, están jugando a favor de los violentos al negarse a adelantar las elecciones.
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