Pocas surfers profesionales peruanas como Daniella Rosas, primer puesto en los Juegos Panamericanos Lima 2019 y Campeona Sudamericana WSL 2019. Para ella, el surf es una vocación férrea, y cuando no está en el mar, está en el gimnasio, en el nutricionista o el psicólogo. Vive y respira entrenamiento, según sus palabras. Australia, Sudáfrica, Estados Unidos, El Salvador son algunos de los países a donde viaja representando al Perú al menos quince veces al año. Dice tener una mente fuerte. ¿Pero cómo se consigue eso a los 21 años?

Por Gabriel Gargurevich Pazos Fotos: Diego Moreno

A los 7 años empezó a correr olas, pero, dice, a los 13 “realmente empezó todo”. ¿A qué se refiere nuestra guerrera Daniella Rosas, primer puesto en los Juegos Panamericanos Lima 2019 y Campeona Sudamericana WSL 2019? A los 13 fue la primera vez que representó al Perú, gracias al surf, un deporte que ella no duda en calificar de arte. Según sus palabras, es “una coreografía que todo el tiempo cambia, todas las olas son diferentes”. ¿Y por qué la llamamos guerrera? Para responder a esta pregunta, conviene citar a su primer entrenador, el seis veces campeón nacional, campeón panamericano y director de la Escuela de Tabla Olas Perú, Roberto ‘El Muelas’ Meza:

Daniella Rosas

“Tengo una relación de amor y odio con el surf. Casi nunca disfruto realmente de una sesión de surf. Siempre estoy pensando en el siguiente campeonato”.

“La empecé a entrenar a los 9 o 10 años, y rápidamente comenzó a hacer maniobras en las olas, a competir en campeonatos nacionales. Vi que tenía mucho talento y le dimos un entrenamiento integral, que implicó clases de natación, de taekwondo, entrenamiento físico, clases de inglés y hasta un psicólogo deportivo, conseguimos becas. ¡En todo destacaba! El profesor de taekwondo no la quería soltar. ¿Cuáles son sus fortalezas? Daniella tiene una mente fuerte, es muy fría para correr olas; tiene un surfing agresivo, un power surfing, como se dice. Es una atleta, no es una tablista común y corriente, vive bajo presión, lucha contra la adversidad. Hay que recordar que ella no es de Miraflores o Barranco; es de Alto Perú, en Chorrillos, un territorio hostil, donde era una de las pocas chicas que corría olas. Por eso es una guerrera”.

¿Perder? No, gracias

Daniella me dice, en la entrevista que le hago, que lo que menciona Muelas respecto a su personalidad se le ha ido ordenando con el tiempo, que, en todo caso, ella diría que su fortaleza más destacada es “tomar decisiones difíciles de manera inteligente, de la manera más fría posible, como cuando elijo una ola en el heat de un campeonato; luego veré “Tengo una relación de amor y odio con el surf. Casi nunca disfruto realmente de una sesión de surf. Siempre estoy pensando en el siguiente campeonato”. si la decisión ha sido mala o buena. En todo caso, en el mar me equivoco poco, sé leer el mar; y un campeonato se gana cometiendo menos errores que las demás competidoras. No me gusta perder, quiero ganar siempre”.

Australia, Sudáfrica, Estados Unidos, El Salvador son los países que Daniella Rosas visita como tablista profesional; viaja para representar al Perú al menos quince veces al año. Tiene 21 años y una mente fuerte, como dice Muelas. ¿Cómo se consigue una mente fuerte?, le pregunto a la surfista. “La vas entrenando”, responde. “Prácticamente me crié con mis primos, ellos diez años mayores que yo, eran como cinco primos, siempre había piconería, competencia, yo siempre les quería ganar en todo, me comparaba con ellos, aprendía de ellos. Eso me ayudó a crecer como una mujer fuerte. No sé nada de mi padre desde que se separó de mi madre, cuando yo era muy chica. Solo éramos mi madre y yo; bueno, y su familia grande, mi madre tiene nueve hermanos. Con mi tío, con mis primos empecé a surfear. Yo era la más chiquita en la familia, me engreían mucho. En los cumpleaños, todos me apachurraban, todo el tiempo, pero a mí nunca me gustó el contacto físico; siempre he sido bastante tímida, hasta hoy; no me gustan mucho los abrazos, no me gusta exagerar todo. A veces se me hace difícil entablar una conversación con alguien que recién conozco”.

En este punto, debo discrepar con Daniella. La primera vez que hablé con ella, yo salía del mar con mi bodyboard; ella entraba. “¿Tú eres Daniella Rosas, cierto?”, le dije. Ella respondió que sí y me dedicó una amplia y cálida sonrisa. Le dije que la quería proponer como personaje en la Revista COSAS y ella me dijo que sí, cómo no, que le escribiera por Instagram, que muchas gracias, muy amable, muy educada, sin dejar de sonreír, para nada tímida, al menos en apariencia. Pero luego, cuando le escribí a su cuenta de Instagram, no respondió. A las dos semanas le volví a escribir a su WhatsApp. Muelas me había dado su número; solo entonces dijo que sí me podía dar la entrevista. “Hola, sí, claro. ¿Cuándo sería?”, escribió.

Un verano sin fiestas

Ese discurso –casi un lugar común– que dice que cuando uno corre olas se olvida de todo, que no piensa en el pasado con culpa o en el futuro con ansiedad, no va con Daniella. Confiesa ser un poco ansiosa, “a veces me proyecto y me pongo a pensar no en los campeonatos que están cerca, sino en los del próximo año”. El año pasado no le fue para nada mal; ganó dos campeonatos sudamericanos clasificatorios para los Challenger de la World Surf League –uno en Brasil y otro en Argentina–; y obtuvo un estupendo quinto lugar en uno de los Challenger en Portugal. Pero no disfrutó esos triunfos. “El quinto lugar en Portugal me dio felicidad, porque ese campeonato era el de verdad, para decirlo en simple, es el tour mundial. Pero es muy difícil para mí disfrutar de los triunfos y aprender de las derrotas, luego de tanta preparación, entrenando y entrenando. ‘Tienes que ganar, eres la mejor de Sudamérica’, me digo muchas veces, y a veces sucede, gano. Claro, siempre está mi familia al lado, mi madre, sobre todo; ella es la primera que me felicita, pero también la primera que me critica, gane o pierda”.

No poder disfrutar de los triunfos, ni aprender de las derrotas. Cuando le pregunto si esto también le sucede en la v ida diaria, se sorprende: “ No tengo mucha vida diaria; vivo y respiro entrenamiento; voy al psicólogo, al nutricionista, al gimnasio, cuando no estoy en el mar. Este verano no he salido ni una sola vez”. Eso no significa que no salga nunca; a veces se reúne con sus amigas del colegio; con sus amigas del surf va a correr olas, pero también a caminar por las playas o a comer algo. No le gusta amanecerse, signifIcaría descuadrar su rutina de entrenamiento, la cual sigue metódica y disciplinadamente desde los 13 años.

Roberto ‘Muelas’ Meza, su primer entrenador, y Daniella.

“No tengo una canción, un tipo de música favorita , tampoco un color preferido. Me gustan mucho las películas de Marvel y soy fan de Disney, eso sí, pero tampoco tengo un personaje favorito”, dice con una media sonrisa y su mirada me resulta melancólica. Se echa para atrás un mechón de su pelo enrulado, un poco quemado por el sol. Me da la impresión de estar ante una bella joven del Medio Oriente. Cuando entró al link que le mandé para esta entrevista virtual, al inicio solo escuché su voz. “¿Debo encender la cámara?”, dijo. “Sería mucho mejor”, le respondí.

Surf y sentimientos 

Alto Perú es un barrio que queda en las faldas del Morro Solar de Chorrillos. Hoy, Daniella sigue viviendo ahí con su madre. Su carrera demanda invertir mucho dinero, solo basta recordar que debe viajar al menos quince veces al año. “¡Se me hace imposible vivir sola!”, a pesar del apoyo de las marcas que la auspician –algunas importantes trasnacionales–, no es suficiente para independizarse, “pero yo me pago todo desde que tuve mi primer ingreso”. Es de Alto Perú, pero nunca conoció la pobreza, nunca le faltó nada: “Mi madre me sacó adelante cuando yo era niña”. Ahora tiene un nombre ganado como surfer profesional en Sudamérica, pero dice que le costó trabajo entrar al mundo de la tabla: “Para empezar, no soy rubia ni tengo ojos azules, como la mayoría de las tablistas”, añade con un brillo juguetón en la mirada.

Daniella Rosas

Daniella empezó a correr olas cuando tenía solo 7 años

¿Alguna vez te has enamorado?, le digo. “Sí”, responde, “por así decirlo, pero no lo he oficializado en público, mi vida privada es superprivada. Además, no dejo entrar a ninguna persona tan rápido en mi vida. En estos momentos no podría estar con alguien, estoy pensando en campeonatos, viajo todo el tiempo. Sé que debe haber alguien que me podría acompañar en el camino, pero no lo estoy buscando, al menos no ahora”.

¿El surf es su amor incondicional? “Tengo una relación de amor y odio con el surf. Casi nunca disfruto realmente una sesión de surf, siempre estoy corriendo una ola que se parezca a la ola que correré en algún país del mundo, siempre estoy pensando en el siguiente campeonato. Pero hay momentos, no sé, cuando no logro avanzar más en un torneo y estoy corriendo olas en una playa lejana, que me digo: ‘¡Cómo extrañaba este feeling!’”.

¿Cómo te ves a los 30 años, Daniella? “Habiendo ganado un par de títulos en el tour mundial, habiendo sido campeona mundial, con una medalla de los Juegos Olímpicos… Me encantaría ser madre, claro, pero no sé si a los 30, quizá a los 32 o 34. ¿Casada? No lo sé, no es un objetivo, en todo caso”.

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