Tres lunares a modo de adornos trazan un recorrido curvo que va desde su pómulo izquierdo hasta la altura de su ceja, bordeando uno de sus ojos verdes como aceitunas. Su cara, de facciones privilegiadas, conserva la frescura de una niñez que aún no ha acabado, y que asoma con mayor evidencia cuando habla, con ese acento dulce y entrañable de español interferido por la compleja sintaxis del alemán. Sabrina es un deleite visual y auditivo.
Actualmente, trabaja como vendedora en una exclusiva boutique en Suiza y, a la vez, estudia ese oficio. “Yo voy a la escuela para vendedores de ropa. Allí me enseñan desde matemática y lenguaje hasta atención al cliente. Aparte de eso, una vez al año voy a una gran convención en Berna que dura una semana y a la que asisten chicos de todas partes de Suiza que tienen la misma especialidad que yo. Allí, nos enseñan diferentes métodos para lavar telas, cómo sacar manchas, qué tipos de tela son adecuados para personas alérgicas, etcétera”. Aunque está aprendiendo mucho, confiesa que lo que le gustaría en realidad es llevar cursos de maquillaje de caracterización y también de dirección de arte y estilismo. Pero estudiar carreras relacionadas con el mundo artístico y de la moda es todo un lujo en el país de Roger Federer.
Por eso y por otras motivaciones –más bien animalistas–, a diferencia de muchos peruanos que no ven las ganas de irse del país, Sabrina quiere venir a vivir aquí. “Termino mi escuela en dos años, y lo que quiero es juntar dinero suficiente para ir al Perú y empezar a ayudar a los perros callejeros”, dice en referencia a una realidad ajena a las calles suizas y que, justamente por eso, le conmueve y le indigna a la vez. España e Italia son sus otras dos opciones, por sentirlos, de algún modo, más cercanos a lo que representa Latinoamérica para ella. “En Suiza todo es muy perfecto”, dice. Lo que menos le gusta del típico pueblo suizo en el que vive –de praderas que alternan entre el verde y el blanco según la estación– es que “la gente es muy cerrada, no acepta maneras de pensar diferentes, tiene miedo de probar. Einsiedeln, mi cantón, es muy conservador, a diferencia de Zurich, que de hecho es más cosmopolita”, explica. Sin embargo, Sabrina es absolutamente consciente de que la realidad que le tocó vivir es privilegiada. Lo sabe gracias a que conoce pueblos recónditos del Perú y, también, gracias a su mamá, quien se encarga de recordárselo siempre que puede. “Lo que más amo de Suiza es su paz, el hecho de poder estar en calma cuando quieres, sin bulla, ni actitudes invasivas por parte de las personas. En Einsiedeln, a las ocho de la noche, todo es tranquilidad. La gente es muy respetuosa con los tiempos y el espacio de los demás”. Otra de las cosas que le encantan, dice, es “saber que puedes dejar tus cosas afuera, en la puerta de tu casa, y tener la certeza de que van a seguir ahí al día siguiente”.
Pero, en su ruidosa y caótica Lima, aprendió acerca del amor más que en cualquier otra parte del mundo. “Lo que amo del Perú es mi familia, que es muy unida”, dice contenta. “En Suiza no tienes eso. Hay familiares que viven uno al lado del otro y pueden pasar meses sin verse”, agrega. “Yo aprendí de mi mamá y de mis viajes al Perú el valor y la importancia de la familia”.
Texto: Vania Dale Alvarado
Fotografía: Javier Falcón
Estilismo: Sara Vílchez
Maquillaje y peinado: Olga Soncco
Producción: Andrea Zorrilla
Asistente de fotografía: Diego Valdivia
Agradecimientos: H&M, Forever 21 y adidas