Sobre su catamarán, Erasmo Wong aconseja al Gobierno un golpe de timón mientras atraviesa las procelosas aguas de la política peruana. El reconocido empresario reflexiona sobre el presente y futuro del Perú, y advierte los retos de la aún desunida oposición frente a la tormenta perfecta de 2026.
Por Carlos Cabanillas Fotos Alexander Neuman
“El amor a mi país es el motor de todo y mi única inspiración ideológica”, explica Erasmo. “De allí se desprende todo. La defensa de la democracia no es por un momento. Permanentemente la acechan peligros”. El empresario lideró la oposición al candidato y luego presidente Pedro Castillo. Se compró el pleito como pocos. El tiempo (y el golpe) le dio la razón. Hoy, contra viento y marea, vuelve a lanzarse al agua capitaneando su canal, esa temeraria nave de los locos llamada Willax. Erasmo sale a la proa a ver el horizonte. Dirige a la tripulación y cuida cada detalle de su embarcación. Es meticuloso, bromista y serio. Todo a la vez. Es el gran timonel, pero sin alusión a Mao. No teme ir contra la corriente. Su padre solía pescar de todo. Menos caviar. Y aunque no suele dar entrevistas, ahora convoca a la unión de los peruanos demócratas con miras a la marejada que se viene.
¿Qué mensaje daría a los peruanos?
Cuando la democracia peligra, es importante salir al frente. Ante ello no se puede ser indiferente. Y la democracia peligraba rotundamente en tiempos de Pedro Castillo. Y hasta ahora la amenazan otros factores, como la delincuencia organizada. No se puede desmayar. Si pudiera dar un mensaje, este sería aquel que nos lleve a una unidad real, no ficticia. El Perú no puede seguir polarizado. Debemos buscar aquellos puntos comunes que nos unen. Y si hay diferencias, establecerlas civilizadamente. Debemos dejar esta política del antagonismo y del odio.
¿Siente que algunos partidos y políticos se pusieron de lado o quisieron domar al monstruo desde adentro?
Para nadie es un secreto que vivimos no solo una crisis de partidos políticos, sino también de liderazgos. Mi función es generar las condiciones para que se retomen los atributos nobles de la política. La conversación civilizada, la discusión alturada, la consecución de un programa que sirva para el bienestar de todos los peruanos. Cuando hablo de la necesaria unidad, lo hago pensando en que en las próximas elecciones probablemente compitan cerca de cuarenta partidos. Ir divididos sería darle una victoria anticipada a los partidos de izquierda radical. No podemos seguir así.
A poco más de un año del golpe de Estado de Pedro Castillo y su consecuente vacancia, ¿cuál es su balance y reflexión?
Que hay que aprender la lección. El Perú, y no es una exageración, estuvo a punto de caer en una maquinaria comunista que tenía como objetivo apropiarse del país para su beneficio. La corrupción generalizada y la destrucción de las instituciones y elegir a los peores para gobernar fue algo que caracterizó el corto periodo de Pedro Castillo. Nosotros, desde antes que asumiera el Gobierno, lo advertíamos. Muchos no nos hicieron caso, Sin embargo, insistimos en esa búsqueda de tratar de abrirle los ojos a la gente. Al final, el tiempo nos dio la razón, pero pudimos librarnos de él. Sin embargo, la lucha por la defensa de la democracia continúa.
¿Cómo deberíamos los peruanos recordar todo lo que sucedió durante ese Gobierno para que nunca más vuelva a suceder?
Son las consecuencias de votar en contra de alguien, impulsados por el odio y por la manipulación de personas que descalifican a quienes piensan distinto que ellas. El Gobierno de Pedro Castillo fue uno de destrucción institucional y de gigantesca corrupción. Uno que no dudó en intentar un golpe de Estado cuando se vio descubierto. Eso no lo debemos olvidar.
Willax fue uno de los pocos medios que advirtieron lo que sucedería. Estaba anunciado en el plan de gobierno y en el entorno de Pedro Castillo. ¿Por qué cree que muchos eligieron no ver o no creer?
A veces pienso que una de las malas costumbres que afectan a nuestro país es el de la política del avestruz. El negarnos a aceptar, a ver lo evidente. Era obvio que muchos no querían ver la realidad tiránica que representaba Pedro Castillo, con su insistencia en cambiar la Constitución y la destrucción institucional. Por eso decidimos salir al frente en el combate de las ideas, a señalarle al país que nuestro destino era Cuba o Venezuela si es que no hacíamos algo. Fue difícil comprobar que hasta el final Pedro Castillo tuvo aliados que lo ayudaban en ese propósito. Pero triunfamos. Y en ese sentido, Willax jugó un rol importantísimo que ahora la ciudadanía le reconoce y la historia validará.
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