El 2024 empezó con renovadas vibras para los surfistas Lucca Mesinas y Sol Aguirre. El bicampeón panamericano y la multicampeona junior a nivel sudamericano decidieron hacer pública su relación. Por primera vez, hablan sobre todos los detalles de un vínculo que los motiva a mejorar dentro y fuera del mar.
Por Kike La Hoz
A 3575 kilómetros de distancia, en Arecibo, Puerto Rico, dos surfistas peruanos están enamorados. Los ISA World Surfing Games 2024 están a punto de empezar. El mundo de la tabla contiene el aliento. La última prueba clasificatoria para determinar a los representantes que obtendrán un boleto a los Juegos Olímpicos de París 2024 tiene tensos a la mayoría, menos a Lucca Mesinas (27) y Sol Aguirre (20), quienes desde hace casi cuatro meses caminan por la vida como si estuvieran sobre una ola apacible.
Cualquier suspicaz pensaría que este sería motivo suficiente para perder la concentración. El amor, por suerte, no figura en la lista de sustancias dopantes para los deportistas. Al contrario, puede terminar siendo el mejor estimulante natural. Lucca puede demostrarlo. Durante los Juegos Panamericanos en Santiago 2023, descubrió que la amistad con Sol estaba por entrar a una nueva etapa. La inminencia del romance. Sobre las olas chilenas, ganó el oro en shortboard, y cinco días después se hicieron enamorados.
Pero recién el 31 de diciembre del año pasado decidieron anunciarlo oficialmente. Una foto en Instagram fue la declaración pública. Desde entonces, han compartido emojis de corazones, me gustas en redes y un par de viajes para competir en El Salvador y Estados Unidos. Se alentaron mutuamente en el primer evento del año, organizado en Lima por la WLS en Sudamérica, el Pro Billabong Señoritas Open. No les fue tan bien, es cierto, pero decidieron viajar a Puerto Rico a afrontar el mundial con los objetivos bien claros: Lucca sueña con ser campeón por primera vez, y Sol, con alcanzar uno de los últimos cupos a París 2024.
Según las reglas del evento –que cuando usted lea esta nota ya estará decidido–, seis hombres y ocho mujeres obtendrán cuotas individuales para sus Comités Olímpicos Nacionales (CON). Los surfistas que ya tienen cupos provisionales, como Lucca, lucharán por obtener un lugar adicional para sus compañeros. Los equipos masculinos y femeninos ganadores recibirán cada uno un surfista adicional para París 2024. Así que las chances para Sol no son pocas. ¿Podrá lograrlo? En breve lo sabremos.Todo sea por viajar juntos a la playa de Teahupo’o, en Tahití, donde se realizará la competencia olímpica, a más de 15 mil kilómetros de París.
El surf lo hizo posible
Lucca recuerda con humor que, en buena parte, todo se remonta a Tahití. Él y Sol fueron seleccionados por la Asociación Internacional de Surf (ISA, por sus siglas en inglés) para integrar un campamento junto a otros tablistas de talla mundial en julio de 2023. Aquel viaje sirvió para hacerse más amigos, aunque el amor todavía no asomara. “Aún no sentíamos algo. Es chistoso. Ahora nos matamos de risa, porque aquella vez estuvimos juntos, nos pagaron todo, pero no pudimos disfrutarlo como hoy sí podríamos hacerlo”, dice.
Tuvieron que pasar algunos meses más. Una vez en Lima, tras el bicampeonato panamericano de Lucca, todo se hizo más claro. “Habíamos estado juntos en varios eventos como amigos, La amistad entre Lucca y Sol nació en Tahití, a donde viajaron tras ser seleccionados por la Asociación Internacional de Surf. 80 FEBRERO 2024 apoyándonos siempre. Pero recién cuando volvimos de Chile decidimos estar juntos”, dice el dos veces campeón mundial. La timidez le gana. Le cuesta explicar cuándo fue que empezó todo. “Los dos nos comenzamos a gustar, y simplemente surgió. Al comienzo, dijimos que íbamos a probar, y nos ha ido bien”, cuenta desde Puerto Rico.
Los primeros en enterarse, otros surfers como ellos, no tardaron en sorprenderse. Asimilada esa primera reacción, lo que vino fue complicidad. “Todos lo han tomado de manera positiva. Incluso se vacilan de que estemos juntos”, dice Lucca, quien está convencido de que compartir con Sol la misma pasión los hace compenetrarse mucho más. “La mejor parte es que nos conocemos y sabemos cómo es vivir el surf: la competencia y la parte mental. No todo es lindo. A veces uno está estresado porque no le va bien. Hay cosas que son difíciles de controlar, porque este deporte es muy estresante”, explica.
Siete años mayor que Sol, Lucca sabe que su mayor rodaje en el surf es una fuente de consejos para ella. “Siento que ya he pasado por muchas cosas que ella aún no ha experimentado. Entonces, trato de ayudarla en ese sentido”, dice. Pero eso no significa que Sol no pueda nutrirlo de otras formas: como reconectarlo con esa pasión juvenil y desbocada por la tabla. O hacerlo vivir nuevas experiencias. “Tenemos la oportunidad de compartir momentos bonitos viajando juntos. Nos vacilamos un montón”, cuenta.
La conexión entre ambos parece escrita por un cantautor de baladas. Como en aquellas canciones, con el tópico del contraste, Lucca y Sol van por la vida complementándose. “Ella es más extrovertida; yo soy un poco más callado. A ella le gusta hacer más cosas; en cambio, yo soy más tranquilo”, explica él, quien como buen enamorado solo puede esbozar a modo de frase final una capaz de hacer suspirar a todos, aún bajo riesgo de cursilería: “Es diferente a como soy yo, pero al mismo tiempo es algo que me gusta mucho”.
Sin el mar como testigo
Sol no duda ni un instante: “Lucca me pidió el 4 de noviembre. Ese día empezamos oficialmente”. Se esfuerza por contener una risita traviesa. Prefiere no dar más detalles. Solo confirma que el amor entre dos surfistas no empieza necesariamente frente al mar. El cliché sería excesivo. “Fue en otro lugar y cuando menos lo esperaba, en un sitio a donde siempre vamos juntos. No te puedo decir más”, aclara mientras sofoca otra carcajada.
El amor, por supuesto, no llegó como una ola inesperada. Las señales eran visibles desde la orilla. “Durante los Panamericanos ya estábamos superenamorados. Recién tras la presión de la competencia, lo pensamos bien y decidimos estar juntos. Los Panamericanos nos hicieron darnos cuenta de muchas cosas”, dice Sol, quien lo vive con otra intensidad: es su primera relación y no puede evitar quedar expuesta. “Es lindo porque es algo nuevo para mí. Es algo único. Poder compartir tu vida con otra persona es increíble”, dice.
Un mismo deporte, una misma adrenalina. Lo que más le gusta a Sol es que pueden entenderse a través de ese particular dialecto creado sobre las olas. “Los dos estamos en el mismo camino. Es lindo entender todo lo que hacemos, porque amamos correr tabla. Tener un mismo estilo de vida también es especial. Nos suma mucho esta relación como deportistas y como personas”. La inspiración la comparten. Las risas también. Fuera y dentro del mar. “Siento que la vida es mucho más divertida, más especial”, reflexiona.
Poco importa si Lucca deba ajustar su agenda al circuito de Norteamérica. O si Sol deba tomar otros vuelos para cumplir con su calendario sudamericano. No comparten la misma región. Así está establecido. “Justo estábamos hablando de eso, porque se vienen varias competencias que se van a cruzar. Va a ser difícil coincidir, pero al final los dos tratamos de llevarlo de la mejor forma. De cualquier modo, siempre hacemos todo para encontrarnos, y no solo acompañarnos, sino entrenar juntos para seguir mejorando”, dice Sol.
Allá en Máncora, en casa de los Aguirre, la relación tuvo la bendición de todos desde el principio. Razones sobran: Lucca es mucho más que solo un buen surfer dentro del mar. “Saben que es un buen chico, educado, caballero y humilde. A mi familia solo le parece raro verme enamorada de alguien por primera vez. Pero todos estamos felices”, cuenta Sol. El contraste entre ambos, confirmado por ella, termina siendo apenas una anécdota divertida. “A Lucca le encanta escuchar reguetón, y a mí, rock un poco más antiguo en inglés y en español”, dice. No les importa ser un cliché.
Antes de colgar, Sol se anima a contar que Lucca la sorprendió hace algunas semanas. En Puerto Rico, la puerta de su habitación se abre de repente. La voz de su enamorado se filtra por el teléfono. “Cierra. Le estoy contando cuando me hiciste la broma”, le dice. Murmullos de fondo. La historia fue así: él decidió hacerle creer que volvería tarde de un viaje fuera de Lima; ella se eclipsó de pena. Pero un día antes él apareció dentro del mar de San Bartolo, tras arrojarse del muelle; ella, que entrenaba dentro del agua, solo pensó en nadar hasta abrazarlo. Él ahora solo espera que viaje a su lado rumbo a Tahití; ella cree que será posible. Ambos ya fantasean con ese regreso a Teahupo’o. Solo hace falta conseguir el boleto olímpico. ¿Habrá sido posible?
Planes en pareja para 2024
Después de un 2023 marcado por la intermitencia, Lucca Mesinas se muestra bastante autocrítico. “Me fue bien en el Mundial ISA y en los Juegos Panamericanos, pero no me fue muy bien en mi circuito (de los Qualifying Series). Sin el último oro en Chile y la clasificación a los Juegos Olímpicos, hubiera llegado a pensar que no fue un buen año”, reconoce. El elevado nivel del circuito norteamericano, donde compite, y la poca constancia le jugaron en contra. Para este 2024, prefiere enfocarse en ganar una medalla olímpica, pero no pierde de vista el sueño de volver al Championship Tour, la máxima división del surf.
Sol Aguirre , en cambio, quiere consolidarse en la categoría Open luego de acabar su ciclo oficialmente en la categoría Pro Junior. Multicampeona sudamericana a nivel juvenil, su meta inmediata es mejorar su posición en el ranking sudamericano, donde actualmente se ubica en el puesto 19 detrás de Arena Rodríguez (6), Melanie Giunta (7), Kalea Gervasi (10) y Daniella Rosas (14). La otra meta es llegar a los Challenger Series.
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