Desde la calidez de su hogar, Alonso Correa comparte con la revista COSAS su historia más allá de las olas, acompañado por su novia Bronwyn.
Por Nahir Cárdenas
Alonso Correa nos recibe en su departamento en Punta Hermosa, el balneario está íntimamente ligado a su pasión por el surf. A sus 26 años, este joven prodigio no solo ha dominado las olas más desafiantes del mundo, sino que también se ha ganado el corazón de un país entero. Tras su destacada actuación en los Juegos Olímpicos de París 2024, Alonso se abre por primera vez para revelar al hombre detrás del atleta.
El apartamento de Alonso es un santuario de recuerdos familiares. Sobre un mueble al lado de la escalera, fotografías de un pequeño Alonso sonriente retratan el vínculo familiar que marcó su vida. «Para mí, el surf siempre ha sido una actividad familiar», dice Alonso. «Mi papá nos enseñó a surfear a mi hermano y a mí; los tres solíamos surfear juntos. Durante la temporada escolar, íbamos a la playa los fines de semana y en vacaciones nos aventurábamos al norte del país».
Aunque su padre, Augusto Correa, nunca practicó el surf a nivel profesional, fue él quien inculcó a sus hijos la pasión por este deporte y los inspiró a competir. «Fui campeón nacional en varias ocasiones, en distintas categorías junior», recuerda Alonso. Su primer torneo, a los ocho años en la playa Makaha, marcó el inicio de una carrera prometedora. «Recuerdo que, a pesar de ser tan pequeño y que al pararme en la tabla iba recto, ese día agarré unas olas largas y gané. ¡Hasta hoy me sorprende!»
Pero la vida de Alonso no se limita a las olas. Entre competencias y entrenamientos, este joven atleta está a punto de culminar sus estudios en administración de negocios y marketing. «Llevo mi carrera online y ya me falta un poquitito para acabar», comparte con orgullo. Esta formación no solo le brinda una perspectiva más amplia, sino que también ha sido un contrapeso crucial en los momentos de presión competitiva. «Era un escape para mí; cuando la competencia se vuelve dura, pensar en otras cosas me ayuda a mantener la calma».
El amor también encontró su camino en la vida de Alonso gracias al surf. Bronwyn, su novia sudafricana de 23 años, lo acompaña. «Nos conocimos en Sudáfrica, en el evento The Ballito Pro», revela Alonso. Su historia de amor floreció en las playas de Indonesia en 2023, y desde entonces han compartido numerosos viajes. «Ahora ella está aquí, en Perú, apoyándome; ella es mi manager», añade con una sonrisa cómplice. Mientras la entrevista se desarrolla, Bronwyn se desplaza por el departamento con total naturalidad y captura sus escenas favoritas de Alonso con ayuda de una pequeña cámara fotográfica.
La reciente participación de Alonso en los Juegos Olímpicos de París 2024 no solo consolidó su estatus como atleta de élite, sino que también lo catapultó a la fama nacional. Los memes y mensajes de apoyo en redes sociales lo tomaron por sorpresa. «La cantidad de gente a la que llegué en estas Olimpiadas fue impresionante». Pese a la fama, Alonso se mantiene humilde y valora el cariño: «Es un sentimiento increíble recibir tanto apoyo. Yo siempre he competido y mis conocidos siempre me han apoyado, pero esta vez fue muy distinto. Sentía que todo el mundo estaba en esa competencia conmigo, o sea, que estábamos compitiendo juntos», comenta visiblemente agradecido. «Fue muy bonito sentir eso por primera vez».
Además, sin perder el carisma que lo caracteriza, hace una mención a la famosa película «Surf’s Up»: «Es una película que tengo descargada en mi computadora, la veo seguido y me encanta», sonríe. «Pero no soy tanto como Cody Maverick como parece», haciendo alusión a la cantidad de memes que circulan en redes. A la vez, agradece a quienes se tomaron el tiempo de hacer esos memes: «He disfrutado todo y he estado viendo todo. No sé si vieron ese meme del osito abrazando a la bandera del Perú; eso fue wow, a eso he llegado, no puede ser», ríe.
Al hablar de Tahití, sede de la competencia olímpica de surf, Alonso se anima visiblemente. «El lugar es mágico», describe, gesticulando con entusiasmo. «Competimos a unos 500 metros de la orilla, en una ola muy bonita. El mar es azul, con corales debajo, hay mucha vida marina, y al levantar la mirada uno puede ver las montañas». «Era increíble estar ahí, no solo pensando en la competencia sino también disfrutando el momento y ese paraíso». Para Alonso, los locales ejercieron un rol muy importante, especialmente el dueño de la casa donde se hospedó durante su periodo de preparación: «Me transmitió muy buena energía y eso se vio reflejado en la competencia», comenta visiblemente agradecido.
Alonso reflexiona sobre las lecciones que el surf le ha enseñado: «Perdemos la mayoría de las veces. Normalmente en un campeonato somos 90 o 100, y solo uno gana. Aprendes de las veces que perdiste y así evolucionas como deportista y como persona», comenta. «Lo verdaderamente raro es ganar», sonríe.
Con un guiño final y consciente de su relevancia, Alonso concluye: «Quizás puedo ser como un símbolo, como la esperanza de que cualquiera lo puede lograr. Porque yo soy como una persona normal y común”.
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