Muki Sabogal tiene 26 años, estudió actuación y ha sido vegetariana toda su vida. Protagoniza “Videofilia (y otros síndromes virales)”, la película peruana que ganó el máximo premio en el Festival de Rotterdam 2015, y que ahora se alista para postular a las nominaciones al Oscar a Mejor Película en Idioma Extranjero 2017.

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La crítica de “Videofilia” al fujimorismo y la televisión basura es explícita ¿Qué otras cosas critica la película?
Algo que no es tan obvio, pero que nos consta por confesiones de algunos espectadores, es que hace que la gente reflexione sobre el tema de colgar en internet videos íntimos sin permiso. Cuando estuvimos en Holanda, un chico nos dijo: “Yo siempre lo he hecho, pero nunca me había cuestionado al respecto”. ¡Como si fuera algo normal!

Me da la impresión de que improvisaron mucho con los diálogos, que el guion no fue tan estricto. ¿Es así?
Sí. En realidad, Juan Daniel Molero (el director) escribió un guion de sesenta páginas, pero, al final, decidió simplemente redactar una escaleta con las acciones, y eso fue lo que usamos. En el proceso de filmación el director iba dándonos más pistas y así fuimos creando en conjunto. Además, escogió como protagonistas, en su mayoría, a amigos suyos, personas relacionadas con el arte, pero que no son propiamente actores.

Quizá eso hizo que las actuaciones fueran tan naturales…
Sí, de hecho. Muchas veces no te dejan modificar ni una palabra del guion, lo cual no es raro si lo han escrito guionistas espectaculares, que cobran miles de dólares. Ahí sí tiene sentido seguir el texto al pie de la letra, pero, en un corto cualquiera o en la televisión nacional, deberían ser más flexibles y dejar que el actor lo haga un poco más a su manera, para que el espectador no diga: “Oye, ¡no te creo nada!”.

Cuéntame sobre el uso excesivo del glitch. ¿Aparece en momentos específicos o es más bien aleatorio?
No sé si el glitch, pero sí estos gifs animados, que irrumpen en la película y representan el virus. Hay toda una fórmula detrás de su aparición. Al principio aparecen cada cierto tiempo, pero luego van entrando de manera aleatoria. En “Videofilia”, el virus es también un personaje.

Y protagónico, además…
Claro que sí, totalmente.

¿Cuán involucrada has estado en la realización?
¡Totalmente involucrada! Yo conocí a Juan Daniel a través de un amigo, el que hace de vendedor de cine porno en la película. Al principio no estaba segura de participar, porque implicaba un desnudo, pero cuando me mostró la carpeta con la sustentación, donde explicaba el trasfondo de la película, me di cuenta de lo grande que era el proyecto, a pesar de que no tuviera nada de presupuesto. Entonces, le dije: “Si hay una actriz que tiene que hacer esto en el Perú, esa soy yo”. Desde ahí, comenzamos a juntarnos todos los días. Él me empezó a mostrar películas de referencia, y así “Videofilia” se convirtió en una bebé para mí, en una niña loca y malcriada.

Una niña glitch…
¡Exacto! Una baby glitch.

¿Cómo fue la experiencia de desnudarte por primera vez frente a cámaras?
En realidad, estaba más preocupada por que el director y el actor se sintieran tranquilos. Porque Juan Daniel y yo éramos pareja en ese entonces, vivíamos juntos. Entonces, de hecho, había cierto nerviosismo.

¿Grabaron la escena muchas veces?
No, solo dos. Y, en realidad, nadie sabía cómo se estaba viendo, porque la grabamos con los lentes que usa Terom (el protagonista) en la película, que tienen cámara incorporada. Todo salió bien, pero hay una parte de esa escena que odié: cuando me echo en la cama con el cabello hacia atrás. Cuando era niña, mi mamá me mostraba libros de ninfas de cabellos largos y pelirrojos, que se sentaban al borde del rio, ¡entonces yo imaginaba que mi primer desnudo sería algo así! Y, al final, miro la escena… ¡Y parecía que tenía un afro en la cabeza! Fue la revelación de mi vida. Quise volver a filmarla, pero Juan Daniel quería que se viera así. Odiaba esa parte hasta hace poco, a pesar de que entendía muy bien la estética que queríamos lograr, yo imaginaba mi desnudo con una superiluminación y sábanas de terciopelo rojo, todo sexy. Pero no, pues, nada de eso iba con la película.

Pero, hoy en día, lo imperfecto puede resultar incluso más sexy, ¿no?
Sí, hace que todo se sienta morbosamente real.

Hay una escena en la que consumes LSD. ¿Estuviste bajo sus efectos a la hora de grabarla?
No, hasta ese momento no había probado nada. Había tomado ayahuasca seis veces, pero nunca ácidos. De hecho, sí queríamos filmar esas escenas en ácidos, pero al final no había presupuesto (ríe). No teníamos plata para drogarnos de verdad.

¿Cómo fue Rotterdam?
¡Muchas drogas! (ríe) Es que era Holanda, pues. Fue genial, porque fuimos y no sabíamos que íbamos a ganar, simplemente estábamos yendo a la competencia. Pero mostramos la peli y a la gente le gustó mucho, nos felicitaron un montón, y eso ya era suficiente para nosotros.

Por Vania Dale Alvarado