Hubo un día en que Elvis Presley cambió de nombre. Hubo un día en que la leyenda de la música fue George. Hubo un día en que eso le bastó al rey del rock & roll para entrar en un establecimiento cualquiera, y pasar desapercibido de tal forma que pudo mezclarse con aquellos plebeyos que gritaban su nombre en sus conciertos. Y allí, en aquel lugar, los cliente jamás se dieron cuenta.

Elvis nació un día como hoy hace 81 años en Misisipi y tuvieron que pasar 18 años para que comenzara a convertirse en la inmensa figura que hoy todos recuerdan y muchos idolatran. Él lo tenía más claro que nadie. Cuando fue a grabar su primer disco, la recepcionista le preguntó qué cantaba y como quién sonaba, y el fue claro: “canto de todo y no sueno como nadie”. Aquel día de 1953 en las oficinas de Sun Records comenzó a gestarse un ídolo.

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Hay muy pocas cosas que se pueden decir de Elvis que no se hayan dicho antes. Su calidad es conocida, al igual que su carisma. También es bastante recordado su paso por Hollywood. Cuando un ídolo aparece, nada de él pasa desapercibido. O casi nada. Como lo comprueba la anécdota que mencionamos al inicio. Como todos sabemos, llegó un punto en que Elvis era la celebridad más importante del momento. Esto venía acompañado de un intenso acoso de la prensa y de los fanáticos. El hostigamiento era tan fuerte que, si él quería ir a un restaurante tenía que reservar el local entero para poder comer tranquilo. Pero hubo una vez en que no lo hizo, y ese mismo día dejó de llamarse Elvis por unos minutos.

Un día, cansada y aburrida de la rutina y los protocolos, su novia Linda Thompson le propuso irse a comer a un McDonald’s sin avisarle a nadie, ni a los encargados del local ni a sus propios guardaespaldas. Él, como era de esperarse, se mostró perplejo por la iniciativa de su chica, pero aceptó. Ambos entonces tomaron un carro y llegaron al establecimiento más cercano. Los dos se sorprendieron de ver que no había mucha gente ahí y que nadie había volteado a mirarlos. De pronto, un hombre se acercó a su mesa y dijo algo que ni Elvis ni Linda esperaban. Muy molesto, el sujeto comenzó a gritar “¡estoy harto de gente como tú que se viste como Elvis! ¡Sólo hay un Rey!”. El músico sólo pudo reaccionar diciendo, “pero yo soy Elvis”. “¡No, no eres Elvis! ¡Elvis no estaría en un McDonald’s!”, contestó el señor. Él, entonces, le pidió a su novia que por favor convenciera al hombre de quién era. Ella, para su sorpresa, le devolvió la mirada y exclamó esto: “Por favor, George, déjate ya de bromas.”

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