La pareja de esposos lleva una vida intercalando roles como artistas e investigadores entre Lima y Ucayali. En entrevista con COSAS, Pedro Favaron y Chonon Bensho nos hablan de su vínculo con el pueblo indígena shipibo-konibo y su vida como padres de dos niñas.
Por Alejandro Saldaña
Pedro Favaron ha logrado acreditarse varios títulos que hoy en día lo convierten en una persona multifacética: investigador académico, docente, escritor, artista audiovisual, comunicador social y también padre de familia. Está casado con Chonon Bensho, la artista indígena peruana con mayor proyección internacional, reconocida por sus obras y diseños kené originarios del pueblo shipibo-conibo. Él es oriundo de Lima, nacido en San Isidro, y ella, de la comunidad nativa Santa Clara, de Yarinacocha, Pucallpa, en Ucayali. Pero hace más de 10 años, mediante su relación, él dejó la vida de ciudad y se ganó una familia en la Amazonía, donde ahora residen su corazón y sus costumbres.
En los últimos años, desde sus propias labores artísticas e investigativas, ambos se han dedicado —si es que se puede decir de manera muy abreviada— a «desfolclorizar el conocimiento de los sabios indígenas» y entender «cuál es el aporte de esos saberes al mundo». Y mientras emprenden esta importante labor internacionalmente —han estado en países como Madrid, Inglaterra y Suiza—, también se encargan de ser papá y mamá de dos pequeñas que, de alguna u otra manera, les hacen entender mucho más la importancia de la trascendencia de su trabajo.
En su biografía se menciona que cuando acabó su doctorado en 2012 se fue a vivir directamente a una comunidad amazónica. ¿Qué fue lo que le hizo tomar esa decisión?, ¿por qué específicamente ese lugar?
—Bueno, en ese momento yo estaba cansado un poco del mundo académico y la vida urbana. Y eso coincidió cuando conocí a Chonon y le pedí que por favor me llevara a su comunidad para poder vivir ahí y aprender de sus abuelos, de sus tíos, la medicina y el conocimiento ancestral. Entonces, por diez años yo he vivido cultivando mi chacra junto a mi esposa y también aprendiendo e investigando de los sabios de nuestra familia.
«Yo creo que el saber de los pueblos indígenas es fundamental no solamente para su propia preservación, sino también para encontrar alternativas filosóficas y formas de vivir ante la crisis del mundo contemporáneo, de la modernidad cibernética».
Ha participado y liderado exposiciones y conferencias no solamente aquí, sino también en el extranjero. ¿Cómo reciben sus ideas fuera del país?
—Yo creo que, en el mundo intelectual peruano, a mí se me respeta. Incluso los sectores más duros saben que tengo un trabajo importante y respetan mucho, sobre todo, el hecho de que he vivido tantos años en una comunidad y que además yo investigo dos lenguas indígenas: quechua y shipibo-konibo. Pero yo no creo que acá se entienda mi trabajo y pienso que en el extranjero se entiende un poco más la dimensión filosófica que yo le estoy dando. Es decir, a mí lo que me interesa es ‘desfolclorizar’ el conocimiento de los sabios indígenas para ver cuál es el aporte de esos saberes al mundo.
Usted y Chonon son fundadores de la clínica Nishi Nete, donde se trata con medicina ancestral. Al venir de una crianza occidental, ¿recuerda qué le hizo cambiar su visión hacia el enfoque tradicional de la salud?
—Lo que nosotros hemos fundado es una clínica de medicina ancestral y centro de estudios, en lo que además tenemos un proyecto de reforestación, un jardín etnobotánico y estamos también empezando con un proyecto de piscicultura. Yo empecé interesado en la medicina indígena, pero como un investigador externo, y mi mirada cambió en 180 grados a partir de mi matrimonio con Chonon, que me llevó a ser miembro de una familia que ha trabajado la medicina desde hace varias generaciones.
Hablamos de muchos cambios en usted a raíz de su matrimonio con Chonon. Pero me preguntaba qué ha cambiado para Chonon a raíz de su matrimonio con Pedro.
—Chonon: Mira, nuestro matrimonio ha sido bien lindo. Nos conocemos y llevamos de relación y casados unos trece años. Ahora tenemos dos hijas y la perspectiva de la vida siempre cambia cuando hay un matrimonio, porque ya no es andar solo, sino que hay dos mundos; y cuando se poseen dos culturas diferentes, siempre va a haber diferencias.
«Nos complementamos de una buena manera, llevamos equilibradamente nuestro matrimonio, tratando de dar lo mejor y sabiendo que las cosas que hacemos son con buena voluntad».
Se dice que la evolución artística viene de la mano con la evolución personal. ¿Cómo describirías tú, en todos estos años, tu evolución artística y humana?
—Chonon: Para saber llegar a donde quieres es necesario saber conectarte con tus propias raíces. Yo sabía quién era, pero no sabía la profundidad que eso podía proyectar en otras personas. Y en todo eso tenía que ver el pasado de mis ancestros, todos los conocimientos […] Yo pensaba un poco más en cómo poder llevar todo este proceso de curarme a mí misma, de ver quién soy y sentir los pasos que han dado mis abuelas; y no solo llevar, sino extender el hilo sin romperlo. Para eso, uno también necesita apoyo emocional y ahí siempre ha estado Pedro.
El sueño que cambió todo
Pedro y Chonon se conocieron durante un concurso de belleza indígena llamado «Miss Soi Noma», en Ucayali, con ambos de espectadores. En aquel entonces, Favaron tenía el pelo largo y fumaba tabaco —era “un poco hippie” según sus palabras—, un aspecto que para la madre de Chonon, quien tenía valores muy cristianos, era algo inaceptable. Pero su apariencia no fue impedimento para que él, que ya sabía algo de la sabiduría ancestral, la impresionara con el habla; sin embargo, ella persistió en no dirigirle la palabra ni responder a su cortejo. Esa “historia de amor imposible”, dio un giro de 180 grados esa misma noche, cuando Chonon volvió a casa y tuvo un sueño en el que le decían que ese hombre de aspecto extraño e impresentable iba a ser su esposo.
“En casa de mi mamá tenía que presentar a un hombre con su pelo bien cortado, sin barba”, explica Chonon. Y así, como un profundo actor de amor, Pedro se deshizo de la extensa cabellera que lo había acompañado durante años en sus tiempos de mayor “angustia e ignorancia”, según describe. En el presente, ambos están felizmente casados y tienen dos hijas: la mayor, Izabiji, que significa “ave resplandeciente”; y la menor, Kaimetsa, que significa “la que camina hermosamente”.
Llevar un matrimonio, sobre todo con hijos, es una tarea demandante. ¿Cómo llevan a la par su labor como investigadores y artistas con sus roles de padres? ¿Es posible equilibrar la balanza?
—Chonon: Sí, es posible, aunque eso depende de cada pareja. Pedro da más por la familia, se encarga más por las niñas. Yo estoy ahí con mi trabajo, con mi pintura, con mis bordados y con mis otros proyectos que quiero hacer ahora. Cuando hay algo de diálogo, siempre tratamos de llevar nuestros proyectos juntos, porque llevar todo esto con dos niñas es complicado… pero todo tiene solución.
—Pedro: Además nosotros creemos que lo que da sentido a la vida de un ser humano es lo que hacemos a favor de los demás. Es decir, yo de este mundo no me voy a llevar ni mi título ni mi economía. Son cosas buenas, porque el título me permite ser profesor y la economía me permite vivir bien, pero no es lo que me voy a llevar de acá. Yo creo que lo que le va a dar sentido trascendente a mi vida es lo que yo he hecho por los demás.
«Lo de ‘hacer algo por los demás’ tiene que empezar por la familia. Porque si tú no eres capaz de dar tiempo a tu esposa y tus hijas, ¿qué vas a poder hacer por el resto de la sociedad?»
Belleza indígena
Está claro que, a Pedro, quien ama mucho a Chonon, nunca le faltan palabras para destacar la belleza de su esposa en todos los sentidos. Sin embargo, Favaron tampoco carece de una aguda memoria que recuerda el historial abusivo de maltratos que han recibido las mujeres indígenas a lo largo de los años, al igual que el mal de la discriminación, que aún no desaparece por completo.
—Pedro: Nosotros sabemos que vivimos en un país muy racista, en una sociedad dividida de herencia virreinal en castas. Nosotros sabemos que venimos de sectores diferentes de la sociedad, y que muy posiblemente, a nivel histórico, no ha habido personaje en la sociedad más despreciado que la mujer indígena. Y sin embargo yo en mi esposa, que es mujer indígena, encuentro la plena belleza y el pleno amor.
«Entonces nosotros como pareja somos también un testimonio de cómo curar una enfermedad que consume como una enorme gangrena al Perú, que es el racismo. El racismo se cura con el amor y con el respeto».
En un video de hace siete años, usted también habla de este tema del maltrato hacia la mujer indígena. ¿Creen que ha ocurrido un cambio en ese sentido mediante la obra que ustedes están haciendo ahora?
—Pedro: La sociedad peruana está cambiando. Sin lugar a dudas, ya no es la sociedad que era hace algunos años. El arte indígena gana cada vez más reconocimiento y más espacio. Sin embargo, si bien el racismo está retrocediendo, hay otros males que persisten:
la indiferencia, corrupción y la falta de cuidado por los territorios. […] Hay una falsa dicotomía que piensa «o cuidamos la ecología o nos desarrollamos y generamos riqueza económica». Eso es falso. El ser humano tiene la capacidad y la invención suficiente para generar un modelo económico exitoso sin destruir al resto de seres vivos ni oprimir a otros seres humanos. Entonces, ahí viene el reto de la imaginación política, económica y filosófica: pensar desde la belleza, el amor y el crecimiento.
«Nuestro arte no va a poder traer una transformación económica, pero por lo menos trae esa transformación de la conciencia que es necesaria para que el país y la humanidad empiecen a encontrar formas alternativas de vivir».
En su larga relación como colegas de trabajo y esposos que educan a dos hijas, ¿qué aprendizajes se han llevado el uno del otro?
—Chonon: Bueno, yo admiro mucho a mi esposo. No solo porque sea por mi esposo, sino admiro mucho las cosas que él hace. Como intelectual, como poeta, como periodista. Admiro todos los proyectos que hacemos juntos y cómo los desarrolla sin dejar que yo me estrese tanto, dándome la satisfacción de seguir con mi trabajo. La verdad, nunca pensé encontrar un hombre tan bueno. Y sobre todo muy paciente conmigo; da todo por la familia.
—Pedro: Mira, en shipibo, para dar a entender que te has casado, tú no puedes decir «Yo tengo esposa». Por el contrario, se dice, ‘e hariki awinya’, que significa «Yo soy con esposa». Entonces lo que yo soy, es con ella. No soy sin ella. Todo lo mejor de mí, nace de mi relación con ella.
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