El único deportista peruano en dedicar su carrera profesional exclusivamente al polo nos recibe en su casa de campo familiar en Azpitia. Está por cumplir 28 años y actualmente reside en México, donde acaba de vivir la mejor temporada de su carrera, coronándose campeón del prestigioso Torneo de Agua Alta. En entrevista con COSAS, conversamos sobre esta fascinante disciplina y su futuro en las competencias.
Por Diego Ochoa Acosta
“Yo soy fanático, fanático de esto. No solamente de jugar, sino de los caballos, de la cría, me encanta todo”, comenta Rodrigo Vieljeux al hablar del polo. Al igual que muchos chicos de su edad, intentó seguir una carrera universitaria, pero su alma se encontraba en el deporte que aprendió gracias a su padre, quien llegó al Perú de Francia hace unos treinta años. Ambos jugaban habitualmente junto a Guillermo, el ‘Chino’ Li (otro gran referente del polo nacional). “Recuerdo todos los fines de semana, rodeado de caballos, también aquí en mi casa de campo. Entonces, el polo está en mi vida desde siempre. Para mí, es mi estilo de vida, es todo”, nos comenta con nostalgia.

Rodrigo Vieljeux es el único peruano que se dedica profesionalmente al polo de tiempo completo.
Hoy reside la mayor parte del año en México, país que considera el epicentro del mejor polo de la región, y donde ha encontrado el nivel competitivo que siempre buscó. Allí acaba de cerrar una temporada soñada, alzándose con los tres torneos más importantes: Navidad, Año Nuevo Chino y Agua Alta, siendo este último el que más anhelaba conquistar desde hace tiempo. Una meta cumplida que confirma que su apuesta por este deporte, lejos de ser impulsiva, fue la decisión correcta.

Se acaba de coronar campeón del Torneo Agua Alta, el más importante del circuito mexicano.
En un inicio, la base del polo estuvo en el Country, luego en el Derby, ahora en Pachacámac. ¿Cómo ha sido esta evolución?
Empecé a jugar junto a toda mi generación cuando aún éramos chicos. Entonces la base estaba en Monterrico. Tenía caballerizas y dos canchas en la casa club, que aún se conservan. Ahí crecimos y, con el tiempo, se evaluó vender el club y mudarlo a Pachacámac, donde funciona actualmente. Han construido un lugar muy bien equipado, con cuatro o cinco canchas e instalaciones para albergar hasta trescientos caballos. Hace unos dos años también inauguraron una nueva casa club, que está realmente linda. Poco a poco, el polo ha ido evolucionando. Las superficies, por ejemplo, están en excelentes condiciones. En un país como el nuestro, donde no hay una verdadera vida de campo, espacios como Pachacámac –o incluso Yeruja– marcan la diferencia.
¿Cómo se inicia uno en el polo en un entorno como el nuestro, donde la falta de campo lo vuelve forzado y caro?
El polo ha sido siempre un deporte muy ligado a las familias, casi hereditario. La mayoría de los que seguimos en esto es porque nuestros padres o abuelos jugaban. Ese grupo se ha mantenido a lo largo del tiempo. Hoy, el gran objetivo del polo peruano es abrirse y atraer gente nueva, personas que quizá ya están vinculadas a los caballos, como los criadores de paso o de carrera. Creo que ese es justamente el propósito actual del Lima Polo Club: fomentar el deporte y lograr que crezca.

Su pasión no es solo por el juego, sino por los caballos: los entrena, los conoce y los cuida a diario.
Se cree que la reforma agraria de Velasco frenó el polo al nacionalizar los campos. ¿Crees que eso afectó su desarrollo en el país?
Yo creo que la reforma frenó toda la actividad agrícola y de campo en el Perú, así que sí, definitivamente afectó al deporte.
¿Qué tan más caro consideras que es practicar polo en el Perú, a diferencia de otros países?
Depende de con qué país lo comparamos. En Argentina o Colombia hay más cultura ecuestre, más caballos y más campo, así que es más fácil. En costos, es bastante similar.
¿El polo sigue siendo visto como un deporte elitista o esa percepción ha cambiado?
Sí, se puede ver como un deporte elitista, sobre todo por quienes no conocen bien el ambiente. Lo que se ve en la cancha es solo el 10%: los pantalones blancos, las botas, el partido. Pero el verdadero trabajo está detrás, en el día a día con los caballos, su entrenamiento y alimentación. Para mí, el polo es un mundo completo. Convives tanto con patrones como con gente muy humilde, y esa mezcla me encanta. Crea un ambiente único.
Si alguien quiere tomar clases de polo hoy, ¿cómo se entera y qué tan accesible es realmente?
La verdad, no sé bien los precios, porque hace tres o cuatro años no estoy tan presente en el polo peruano, viajo bastante. Pero existe una academia llamada Poleritos, que empezó hace tiempo y tuvo buenos resultados: formó a más de ocho polistas. Creo que por Instagram se les puede contactar fácil. Sé que los miércoles hacen clases de prueba en la sede del Lima Polo Club en Monterrico, y me parece la mejor opción para iniciarse.
¿A quiénes consideras como referentes del polo en nuestro país?
El primero que se me viene a la mente es el Chino Li, que en esta nueva etapa del polo ha sido el profesional peruano con más éxito afuera, y puso el nombre del Perú en otros países. Si retrocedemos más, están los hermanos Peña –Max y Pepe–, grandes jugadores hace más de cincuenta años.
Algunos peruanos han jugado con figuras como el rey Charles III. ¿Antes eran más comunes esos intercambios?
Hoy en día es más difícil, porque hay muchos profesionales, buenas organizaciones y caballos de alto nivel. Antes era más amistoso, amateur, familiar. Por eso surgían invitaciones como ir a jugar a Inglaterra con el rey o el príncipe. Ahora es mucho menos accesible.

Pedro Montoya, Martín Vidrio, Manuel Matos, Rodrigo Vieljeux, e hijos.
En el país, existieron muy pocos polistas que se dedicaron totalmente al deporte. ¿Crees que se puede vivir exclusivamente del polo?
Es normal que el porcentaje sea bajo, porque el polo en el Perú es muy chiquito. En mi caso, desde niño soñé con dedicarme a esto, ser profesional, viajar y tener temporadas en distintos lugares. Al salir del colegio entré a la universidad. Primero estudié Hotelería y Administración, luego cambié a Finanzas, pero no terminé. Me empezaron a salir viajes seguidos, y se volvió complicado hacer ambas cosas. Mi sueño era ese, y quería hacerlo bien, así que aposté todo por el polo.
Dicen que para vivir del polo hay que llegar a tener como seis o siete goles. ¿Qué número tienes tú?
Actualmente tengo cinco. Aunque hoy en día hay mucha gente que puede vivir del polo, no solo los profesionales. Hay varios rubros: el petisero, los pilotos que trabajan los caballos para los patrones, el domador. El polo ya es una industria y está creciendo, con oportunidades para todos.
Te han invitado a competencias como Careyes. ¿Qué puedes compartir acerca de esta experiencia?
Estoy en México desde hace años. Hace como cuatro me llevé caballos y juego toda la temporada, de setiembre a mayo. Al inicio estuve en Querétaro y recorrí el circuito mexicano: Ciudad de México, Querétaro, Careyes. Hoy empiezo en Monterrey y paso seis meses en Careyes, que es un lugar mágico. El nivel del polo ahí es el mejor del país: las canchas, los caballos, todo es top. Además, se juegan tres torneos muy competitivos que todos queremos ganar.
¿Nos compartes alguna anécdota que hayas vivido quizá en estos años practicando fuera?
Esta temporada en México fue la mejor de mi vida. Tuvimos los resultados que queríamos: ganamos todos los torneos en México. Después, como anécdota, pasan muchas cosas, algunas bastante locas. Con los patrones, por ejemplo, ves cosas a las que no estás acostumbrado: casas alucinantes, esa vida increíble que ellos llevan. Y, no sé, historias locas de alguna fiesta divertida o cosas por el estilo. Pero yo, por mi parte, muy centrado en lo mío, en las caballerizas, bien tranquilo.
¿Crees que tu generación puede lograr que el polo se consolide en el Perú? ¿Qué falta para lograrlo?
Yo creo que el nivel que hay en el Perú es muy bueno y muy competitivo. Mi generación tiene un nivel bastante parejo, y yo creo que estamos todos dispuestos a impulsar eso. No es fácil, es un reto que todos tenemos y ojalá lo podamos lograr.
Me gustaría que nos compartas un poco sobre la tradición y la importancia del cuidado de un caballo.
Yo siempre digo que los caballos son deportistas de élite, con un cuidado al detalle impresionante. El entrenamiento y la alimentación son muy personalizados, como en cualquier deportista. En el día a día, un día cualquiera de la semana, en temporada, los chicos arrancan a las cuatro o cuatro y media de la mañana: les dan de comer, luego los sacan a trotar, regresan, vuelven a comer y, dependiendo del día, se decide si hay práctica o si se montan los caballos. Todo eso, obviamente, se organiza sabiendo si tenemos algún torneo o partido en la mira. El día a día de los caballos es muy riguroso. En mi caso, yo estoy desde las seis o seis y media de la mañana en las caballerizas, viendo cómo están, cómo se sienten. Si un caballo, por ejemplo, no está bien anímicamente o no come bien, ya sé cómo va a llegar al partido. Así que sí, es un trabajo muy personalizado y riguroso.
¿Es cierto que el caballo de paso peruano está desapareciendo?
La verdad, no estoy muy enterado, pero por lo que vengo escuchando, creo que hoy en día el caballo de paso peruano se está exportando más de lo que se está criando o manteniendo acá. Igual, repito, no estoy muy empapado del tema, lo digo a nivel personal.
¿Qué otros intereses tienes que puedas compartir?
Soy muy competitivo, me encantan todos los deportes. Ahora que estoy en México, he empezado a jugar pádel, y la verdad que me encanta, juego mucho golf.

“Es una vida solitaria a veces, pero para mí no es sacrificio. Es mi normalidad”, dice sobre su rutina.
¿Cómo equilibras tu vida personal con el deporte? Porque, con tantos viajes y compromisos, me imagino que puede llegar a absorberte, ¿no?
Totalmente, es un gran problema. Es algo que practicas desde muy joven y requiere un montón de sacrificios. Sobre todo de chico, ¿no? Cuando vas creciendo y empiezas a salir, o están las fiestas a las que van todos tus amigos y te provoca estar ahí. En ese sentido, desde chico he hecho ese sacrificio: no salgo mucho. Es una vida un poco solitaria. Pero, como te digo, tengo tanta obsesión por este deporte que ya no lo veo como un sacrificio, sino como algo normal.
¿Y cómo estás sentimentalmente hoy? Porque, claro, muchas chicas pueden verte como un deportista exitoso, que viaja mucho… y, además, como un posible rompecorazones.
[Risas] Sentimentalmente, muy bien. Como te digo, mi personalidad es la de una persona tranquila, así que siempre busco algo que me lleve a esa paz. Me encanta la vida de campo. Sí, soy una persona muy zen, muy serena. ¿Rompecorazones? No sé. Pero, bueno, estoy disfrutando del proceso, feliz con lo que hago. Estoy contento y, nada, priorizando el deporte, dejando que las cosas fluyan y que el tiempo me lleve a donde me tenga que llevar.
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