Miembro del Consejo Directivo y del Patronato del MALI, así como del CAAC (Comité de Adquisiciones de Arte Contemporáneo), Nicolás Kecskemethy abre las puertas de su casa, un espacio tan personal como su mirada sobre el arte. En cada rincón, la estética y la emoción conviven con naturalidad.

Por: Renzo Espinosa Mangini

Hay casas que son simples espacios para vivir y hay otras que son, literalmente, extensiones del alma. La de Nicolás Kecskemethy, director financiero del MALI y autocurador, pertenece a este segundo tipo. Subir hasta el cuarto y quinto piso de su edificio –que él mismo construyó junto a su exesposa, Raphaela, y con el apoyo del arquitecto Huehnerwadel– es, de algún modo, ingresar en su mente: ordenada y rigurosa en los detalles, pero siempre dispuesta al juego, al color y al arte.

El edificio, de terrazo rosáceo, se distingue entre las estructuras grises de Lima. No es un bloque rectangular ni pretende serlo. “Me gustan las líneas derechas, pero no me gusta lo aburrido”, comenta Kecskemethy mientras abre las puertas de su casa, inundada de luz. En cada piso, un departamento familiar; en los dos superiores, el suyo, abierto al paisaje con una naturalidad casi mediterránea. “No existe, para mi gusto, la desconexión entre el interior y el exterior”, afirma.

En la sala, las obras dialogan con la luz y la vida cotidiana.

En la sala, las obras dialogan con la luz y la vida cotidiana.

El color como punto de partida

Una vez dentro, lo primero que llama la atención es el juego de colores. Ninguna habitación se repite; cada muro tiene su propio tono, y todos dialogan entre sí. “Habrás notado que no hay cuarto que no tenga una pared pintada de algún color”, dice con una sonrisa. “Todos los colores fueron super bien escogidos por mi exesposa. Fueron probados uno a uno, y eso fue prácticamente el elemento inicial”.

El resultado es un espacio cálido y luminoso, donde la armonía no proviene de la uniformidad, sino del equilibrio. Alfombras en cada pasillo, luz natural que rebota sobre las superficies de madera, y una sucesión de obras de arte de artistas como José Carlos Martinat, Alberto Borea, Rhonny Alhalel, Gam Klutier, Carolina Kecskemethy (su hermana), entre otros. Cada pieza tiene un relato o un recuerdo detrás.

Entre arte y fuego, la chimenea encarna el espíritu acogedor del hogar.

Entre arte y fuego, la chimenea encarna el espíritu acogedor del hogar.

El escritorio, el corazón intelectual

“Este es mi escritorio”, dice señalando la habitación donde pasa gran parte de su tiempo, leyendo novelas y teniendo conversaciones telefónicas en su sillón verde. En las paredes, cuadros, fotografías y esculturas conviven con un cierto orden narrativo. El espacio también revela su pasado como biólogo, una faceta poco conocida. “Me encanta la naturaleza. Por eso tengo este cráneo de tamaño natural en bronce”. El detalle no sorprende: hay una curiosidad científica que dialoga con su faceta de curador y exmartillero de arte del MALI.

Libros, piezas de arte y objetos personales conforman el universo íntimo de su escritorio.

Libros, piezas de arte y objetos personales conforman el universo íntimo de su escritorio.

El arte como lenguaje vital

“Yo no uso mucho la palabra ‘decorar’, porque decorar es adornar algo. Yo lo que intento es colocar la obra y que la obra hable por sí misma”, comenta. Cada pieza ocupa un lugar preciso, con una intención que no busca la simetría, sino el diálogo. “Muchísimas piezas vienen de ferias de arte y otras han sido adquiridas en las subastas del MALI. Para mí, han sido las mejores fuentes que he tenido en mi vida”.

Hay obras de Fernando Bryce, Roberto Huarcaya, Sandra Gamarra, Mariella Agois, José Tola y otros artistas peruanos contemporáneos a los que admira profundamente.

En la cocina, el color y la funcionalidad dialogan con la calidez del espacio.

En la cocina, el color y la funcionalidad dialogan con la calidez del espacio.

La cocina: alma doméstica y social

Para Kecskemethy, la cocina es el centro emocional de la casa; un espacio que, como todos los demás, lleva su sello personal. El color turquesa se siente arriesgado y fresco. “Era exactamente lo que yo quería”, cuenta. “Esa cocina la he diseñado yo mismo con un arquitecto. Como también cocino, quería una cocina super funcional. Tiene siete años y nunca me aburro. Me puedo pasar toda la mañana haciendo té a la inglesa y me siento muy a gusto”.

En la cocina, el color y la funcionalidad dialogan con la calidez del espacio.

En la cocina, el color y la funcionalidad dialogan con la calidez del espacio.

El MALI y el arte como legado

Más allá de su hogar, su compromiso con el arte peruano se materializa en su rol como miembro del Consejo Directivo del Museo de Arte de Lima (MALI). “El museo está en una situación saludable, pero siempre en búsqueda de nuevas fuentes de financiamiento, y eso es importante”, comenta con orgullo. “Eso nos permite soñar con proyectos de abrir nuevas sedes en provincias o impulsar más programas educativos. Además, contamos con el apoyo de importantes empresas privadas, tanto peruanas como extranjeras”.

Para él, el MALI es mucho más que un museo: es una institución que articula la vida cultural del país. “Cumple un papel primordial. Es la principal institución cultural del Perú, que busca promover el valor cultural, y siempre trabajamos en línea con instituciones como el MAC, el Museo Larco, el ICPNA, entre otras. Queremos que la cultura sea vista como el bien más grande que tenemos”.

Las escaleras enlazan niveles y miradas, guiando el ritmo de la casa.

Las escaleras enlazan niveles y miradas, guiando el ritmo de la casa.

El arte de vivir

Al despedirnos, Nicolás vuelve a encender la chimenea. Afuera, la luz dorada del atardecer limeño se posa sobre el terrazo y los muros de color. Como curador, coleccionista, martillero y amante de la vida, Kecskemethy ha logrado algo poco común: que su hogar sea, al mismo tiempo, un refugio, una galería y una celebración del tiempo vivido. Una casa donde cada obra respira, cada color tiene una intención y cada rincón cuenta una historia.

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